La paradoja está servida. Mientras los campos se abandonan y los pueblos se vacían hay una apuesta por volver a las raíces: llegar a clase y estar con la naturaleza. Es el privilegio que brindan algunos colegios valencianos. Los que pueden permitírselo. Buscan una arquitectura ... sostenible. O un entorno nutrido de plantas y árboles. O un contacto práctico con vegetales y animales desde los primeros años de aprendizaje. Lo verde, convertido en asignatura.
Publicidad
La tendencia se impone en algunos centros, especialmente privados o concertados no urbanos. Asumen que la naturaleza enseña y mucho. Y, en un sentido práctico, que la sombra o humedad que aporta el jardín urge ante el creciente calor en los meses previos y posteriores a las vacaciones.
Un referente verde es, también, un reciente hito arquitectónico valenciano, el Imagine Montessori School de Paterna. Es privado y allí estudian 385 alumnos en inglés. Su extensa parcela se extiende a ambos lados de un barranco y el acceso principal es una pasarela de madera que avanza entre pinos e islas de flores.
Hay más de 50 especies entre plantas y árboles, repartidas por 28.500 metros cuadrados de suelo verde. Allí los niños juegan a escalar con cuerdas en rampas hechas de romero. Trabajan la madera en el 'woodlab', donde construyen juegos o utensilios, y cuidan de un huerto de lechugas y tomates.
Publicidad
1 /
«Se respeta mucho todo lo que idean o crean al aire libre. Si construyen una cabaña con ramas y cartones no la quitamos», describe Sandra Piccolo, responsable de operaciones. Los juegos educativos son de madera y las aulas tienen nombres relacionados con la naturaleza: Garbi, Sahara, Everest, Daisy (margarita)… Y nada de césped artificial.
Hasta el tejado es un jardín que embellece las vistas desde las aulas. Son cubiertas con riego por goteo en las que crecen flores y plantas. La vegetación colgante desciende junto a las terrazas y amplios balcones en los que comen los alumnos para no perder contacto visual con el entorno.
Publicidad
El edificio es, en sí mismo, pura arquitectura sostenible: ladrillo cerámico sin pinturas, maderas de proximidad para vigas y otros elementos constructivos… O placas solares que proporcionan casi la mitad de la energía necesaria en el edificio.
«¡Hoy tengo Ecocamp!», clama ilusionada una pequeña de 4 años. Cursa Infantil en el centro La Gacela, en Paterna, y dos días por semana va con los compañeros de clase a cuidar el huerto, dar de comer a los animales, aprender cómo se hace el aceite o a jugar entre los pinos de 'El Bosque', el área más frondosa del Ecocamp de su colegio. ¿De qué hablamos?
Publicidad
1 /
«Preguntamos a los alumnos de dónde vienen los huevos y muchos respondían que del supermercado. Otros asociaban el pollo a una bandeja. Falta enseñarles la vida de una manera práctica. Tangible». Esa fue la semilla del Ecocamp, un amplio espacio al aire libre junto al centro concertado, adscrito a La Salle. Empezó a funcionar en 2020.
Cuando llegan, «los niños saludan al Señor Olivo y se reparten actividades: cuidado del huerto, elaboración de aceite o jabones con extractos naturales, abono, circuitos de psicomotricidad, tareas del aula en un ambiente más tranquilo...», resume Octavio Guijarro, encargado de la iniciativa educativa. Viven el paso de la semilla al crecimiento, la evolución de los animales y diferencian vivíparos de ovíparos, entre otros saberes y observaciones al aire libre.
Publicidad
Docentes de La Gacela
Paterna
Allí habitan Brutus, una tortuga sulcata, el burro Paquito, y las cabras africanas pigmeas Gaston y Daniela, gallinas, conejos cuyos nombres eligen los niños o varias especies de pájaros. «La proximidad a los animales ayuda a perder miedos. Aprenden a cuidar a seres vivos. Se endurecen con el contacto con la tierra. Hay muchos beneficios», destaca el equipo docente.
No lejos de allí, en Godella, está Gençana, otro centro concertado en el que la naturaleza preside el entorno y el aprendizaje. Ubicado en Campolivar, enseña a alumnos de todas las etapas. Sus recreos se basan en juegos programados donde el eje es el descubrimiento del mundo vegetal y animal que les envuelve. Las canchas quedan reservadas para actividad física, pero no se han adueñado del espacio ni del tiempo.
Noticia Patrocinada
«Creo que es bueno que el fútbol se reduzca en los recreos. Es una implantación del mundo adulto que muchos niños siguen, pero los colegios están para ofrecer más cultura», opina Virginia Pardo, coordinadora de Infantil y Primaria.
1 /
En el exterior, sombra y frescor llegan gracias a pinos antiguos de 20 metros, ficus, olivos, sauces, arces o jacaranda. Como resume Pardo, «la naturaleza no sólo está presente en el aprendizaje de ciencias, sino en todo: matemáticas con construcciones de madera, cuerdas para contar sílabas o creaciones artísticas con piñas, conchas y otros muchos objetos naturales que ponemos al alcance del alumnado».
Publicidad
Virginia Pardo
Coordinadora de Infantil y Primaria de Gençana
Los chavales de Gençana «identifican plantas, ardillas, tórtolas o abubillas». En su proyecto 'Landart' desarrollan composiciones artísticas con elementos naturales y, en Infantil, también se emplean para clasificar o sumar. En esta etapa, todas las aulas disponen de un espacio exterior con macetas, jardineras o cubetas con elementos naturales. En su huerto hay cebollas, fresas, espinacas o plantas aromáticas.
Al mismo tiempo, se les dota de lupas digitales para sentirse científicos desde niños. También se llevan animales o plantas para analizar con microscopios y se les anima a crear dibujos en los que plasman con todo detalle las conductas o fisionomía de las especies que les rodean. Como resume Pastor, «en espacios como este suceden cosas muy distintas al patio de cemento. ¿Lo podrían aprender en Youtube? Puede. Pero aquí lo viven en directo», concluye la educadora.
Publicidad
«Renaturalizar colegios beneficia al alumnado en todo». Lo defiende Eva Raga, arquitecta y coordinadora de Fent Studi, que construye entornos «que ponen la vida en el centro». Desde el año pasado están cambiando en clave verde el patio del CEIP Ballester Fandos de Valencia. Es el proyecto piloto en la ciudad.
¿Qué recreo se encontraron? «Había dos campos de fútbol y uno de basket. Algún árbol y poca sombra. Los niños ocupaban casi todo el espacio y las niñas se movían menos, hasta con sedentarismo». Ahora están creando un túnel vegetal, una biblioteca de madera como espacio tranquilo, una montaña de tierra, una pradera vegetal y un espacio con corteza de pino para mantener la humedad. Además, han plantado más árboles y han instalado un vaporizador para refrescarse. Han ganado «espacios de juego diverso y mixto».
Publicidad
Como lamenta Raga, «la mayoría de los colegios de Valencia se han construido pensando en la cancha y con vegetación escasa». Y urge «cambiar el patio 'futbolcentrista' por zonas verdes». El gran problema, como siempre, el dinero. «Mientras no haya una inyección pública (12.000 euros de subvención en el caso del Ballester Fandos) es muy difícil», lamenta la experta.
Eva Raga
Arquitecta y coordinadora de Fent Estudi
Otras ciudades ya están cambiando. «Barcelona, en su programa de renaturalización de patios escolares invierte unos 240.000 euros por colegio». París también ha dado el paso. Fent Estudi calcula que Valencia ganaría 6.000 metros cuadrados verdes si se renaturalizaran los patios de todos sus colegios.
Y el cambio climático apremia. «Un pavimento duro, si está al sol, puede superar los 40 grados. Con un clima más cálido y seco, crece el riesgo de golpes de calor», advierte la arquitecta. «La temperatura en un patio renaturalizado puede descender hasta 15 grados».
Recogemos a continuación, un resumen de los beneficios que aportan los centros que potencian su entorno natural, confeccionado con datos del equipo de La Gacela y del estudio arquitectónico Fent Estudi:
Publicidad
1. Contrapeso a lo tecnológico. En la era del teléfono móvil, el ordenador y la videoconsola, ver brotar una planta de la tierra, cuidarla o comérsela es una experiencia sorprendente para la mayoría de los niños. Un equilibrio.
2. Ritmos naturales: Ante el 'todo, ya' y la cultura de lo instantáneo, aceptar el ritmo natural de las plantas aporta una visión más real de la vida y sus tiempos. Se aprende paciencia y espera.
3. Inteligencia de las manos: Tocar la tierra siempre ha sido un placer para los niños. Realizar con las manos actividades, con un sentido y un fruto, o hacerlo cuidadosamente, estructura a la mente de forma distinta a leer la teoría.
4. Espacio abierto. Niños con problemas de concentración en la inmovilidad de un aula encuentran en la clase de horticultura una forma de aprender en movimiento que encaja mejor con la sabiduría a través de la experiencia.
5. Dificultades que enseñan. Afrontar los contratiempos reales de un huerto es escuela de vida: insectos que se comen las verduras, plantas que no prosperan… Deben ser creativos, atentos y digerir la decepción porque las cosas no siempre salen como se espera.
Publicidad
6. Temperatura. Los jardines generan más sombras y humedad y eso hace la vida escolar más llevadera en los días calurosos, que cada vez son más por el cambio climático.
7. Igualdad. Se acaba con el modelo 'chicos al fútbol, chicas en los márgenes' que tantas veces genera el patio de canchas, fomentándose una experiencia de juego más compartida y una mejor relación en la infancia entre ambos sexos.
8. Serenidad y observación: La naturaleza proporciona paz y ayuda a estar más tranquilo y alegre. Además, fomenta la observación compartida de los seres vivos y el funcionamiento general de lo que nos rodea.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.