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Filósofa, catedrática y pionera en la ética aplicada, Adela Cortina recibe hoy el Premio Insigne del Consell Social de la Universitat de València con gratitud y una mirada lúcida hacia los retos del presente.
En esta entrevista, repasamos con ella sus años como estudiante en la Universitat de València. Cortina celebra «la apertura al mundo que vive hoy la institución y reivindica, una vez más, el papel fundamental de la filosofía para construir una sociedad más justa, libre de dogmatismos… y de aporofobia».
-¿Qué recuerdo tiene de la universidad?
-El del claustro de la calle de la Nave, donde yo estudié, con la serena figura de Luis Vives en el centro, intentando contagiar a su alrededor ese humanismo inteligente y cordial, que difundió con su vida y sus escritos, y del que estábamos tan necesitados.
Eran tiempos de dogmatismos enfrentados en filosofía. Tomistas, positivistas y marxistas pretendían alcanzar una hegemonía imposible, para desesperación de los profesores y alumnos sensatos y ponderados. Todo ello adobado con recitales de poesía de algunos de nosotros en el Club Universitario; ninguno de los cuales demostró ser un poeta notable, pero lo pasábamos bien y recalábamos, por fin, en las tascas de la calle de la Nave.
-¿Cómo ha cambiado desde entonces?
-Ha cambiado mucho y para bien. Los alumnos se forman en nuestra universidad, pero con largas estancias en otros países, los Erasmus son una maravilla para abrir fronteras, y en eso nuestra Universidad es ejemplar.
La transición a la democracia hizo posible que los dogmatismos fueran quedando desbancados en pro del pluralismo y el diálogo. Ése es, a mi juicio, el camino que debemos potenciar, porque es el filosófico y el propio de la universidad.
-Su disciplina ha sufrido una revolución en los últimos años incomparable, ¿tenemos suficientes especialistas en la materia para tomar las decisiones necesarias hoy?
-Mi disciplina es la filosofía, sobre todo la ética y la filosofía política y, afortunadamente, cada vez se implican más en la vida cotidiana con el desarrollo de las éticas aplicadas a la política, la economía, la empresa, el desarrollo humano, o la inteligencia artificial. Con esta opción la ética es realmente fecunda y trabaja con las demás disciplinas. Siempre hacen falta más especialistas para ayudar a tomar las decisiones necesarias, pero sobre todo que sean buenos especialistas.
-Una de sus obras maestras, además de toda la literatura que nos has legado, es la palabra 'Aporofobia'. ¿Habrá más entradas en el diccionario firmadas por A. Cortina?
-Puede ser, pero lo que me importa es que en este siglo XXI acabemos con la aporofobia, con el desprecio al pobre, que es un atentado contra la dignidad humana y una auténtica lacra inadmisible.
-¿Cómo recibes este premio?
-Con un muy cordial agradecimiento a quienes han decidido otorgármelo y, en definitiva, a mi muy querida universidad.
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