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Suplementos y Klaus Ulrich
Martes, 18 de junio 2024, 01:38
Todas las generaciones se enfrentan a cambios que modifican, en mayor o menor medida, la manera de relacionarse social y económicamente. Las últimas generaciones parecen vivir instauradas en un intenso frenesí de cambios y evoluciones que en ocasiones nos hacen reflexionar acerca de la contextualización histórica de estos cambios. ¿Vivimos verdaderamente en un mundo en el que todo cambia más rápido que nunca, o simplemente es nuestra percepción que juzga sin haber vivido otros tiempos pasados?
Aunque mucho se puede debatir acerca de este aspecto, lo cierto es que desde hace tan solo poco más de tres siglos la humanidad empezó a progresar como no lo había hecho en toda su existencia previa.
Tras la I Revolución Industrial, el crecimiento económico se disparó, dejando atrás una dinámica de crecimiento lineal ligado al crecimiento demográfico, para dar lugar a unos siglos de crecimiento exponencial impulsado por las revoluciones tecnológicas e industriales, junto con un nuevo sistema económico, que han disparado el PIB per cápita a los 12.687$, según los últimos datos del Banco Mundial en 2022.
Estos últimos siglos de crecimiento económico e innovación no podrían haberse dado sin el desarrollo de un sistema financiero capaz de financiar las necesidades de las empresas que han sido el motor de este fenómeno enriquecedor. Este sistema financiero ha ido evolucionando al ritmo del crecimiento económico, desarrollando instrumentos complejos y dando respuesta a las necesidades de un mercado cada vez más veloz y globalizado.
La digitalización del sistema financiero actual es un hecho; resulta prácticamente inconcebible en nuestras sociedades no realizar actividades cotidianas como la consulta de movimientos y saldo de cuenta desde nuestros dispositivos electrónicos, realizar operaciones de inversión a través de brokers online o incluso solicitar un préstamo hipotecario para financiar la compra de una vivienda. Aunque resulte muy lejano en el tiempo, para todas estas acciones hace poco más de dos décadas era necesario desplazarse a la entidad bancaria, en muchos casos en sus limitados horarios de apertura, e ir visitando físicamente otros bancos con el objetivo de conocer la oferta del mercado.
La tecnología nos ha permitido ser más eficientes, acercar el sistema bancario a más gente y reducir la exclusión financiera. Ahora mismo, se está gestando otra gran revolución tecnológica que está suponiendo una gran disrupción en muchas áreas, también en esta. En efecto, se trata de lo que está pensando ahora mismo, la Inteligencia Artificial.
Más allá de Chat GPT, se están desarrollando muchas herramientas de inteligencia artificial generativa que encuentran una gran aplicación en el sistema financiero. Tanto es el caso, que ahora mismo es posible realizar el análisis de los estados financieros y la valoración de una empresa con este tipo de herramientas. Es decir, una labor que requiere de (mucho) tiempo de estudio, comprensión de los mecanismos de funcionamiento de los documentos financieros, conocimiento de los negocios y de las dinámicas de mercado, se puede reducir a unos pocos minutos desde que se alimenta a la herramienta con los documentos necesarios y se introducen unas sencillas instrucciones para el análisis, hasta que se obtiene un resultado para el que, hasta el momento se requería una cantidad de tiempo muy superior. También es posible parametrizar y automatizar operaciones de inversión basándose en la detección de patrones y tendencias de mercado complejas por parte de la IA, o automatizar procesos como la evaluación crediticia o la atención al cliente con un nivel de seguridad relativamente elevado.
Estas aplicaciones suponen una auténtica revolución en el mercado; tareas para las que se requerían varios profesionales y muchas horas de trabajo son reducidas a un consumo de recursos sensiblemente inferior, cuestionando la existencia de algunas funciones o profesiones del mercado actual. No obstante, como en cualquier revolución tecnológica, el mercado laboral se va adaptando y se generan nuevas profesiones que hoy en día ni siquiera somos capaces de concebir, y que harán uso de esta tecnología como apoyo o herramienta para una generación de valor superior. Para el cliente final, ajeno en su mayoría a la complejidad del funcionamiento de los mercados financieros, pero que no renuncia a beneficiarse de ellos para obtener rentabilidad a sus ahorros, también supone una gran oportunidad. El conocimiento progresivamente tiende a convertirse en un commodity, acercando al inversor particular a herramientas y análisis reservados hasta el momento para profesionales de instituciones financieras, incrementando la eficiencia del mercado y aumentando la competitividad.
No obstante, este amplio abanico de oportunidades también esconde algunos riesgos que debemos considerar. El riesgo de sesgo de los algoritmos, la incapacidad actual y futura de prever el comportamiento humano, con un gran componente de aleatoriedad o la existencia de cisnes negros, son solo algunas de las variables que hacen imposible la desaparición del factor humano en la gran mayoría de actividades relacionadas con la toma de decisiones del sector financiero.
En definitiva, estas herramientas, y muchas otras que todavía desconocemos, estarán a la orden del día en dos décadas, dejando apartadas otras sin las que hoy no entendemos nuestra manera de relacionarnos con las finanzas, igual que hace 20 años ocurría con las libretas de ahorro. Aprovechar las oportunidades que nos brinda esta tecnología resultará clave para la gestión financiera, tanto a nivel empresarial como individual. Sin embargo, no debemos olvidar que, la IA como otras tecnologías que le han precedido y han revolucionado nuestra relación con las finanzas, son un medio y no un fin, herramientas que nos ayudan a ser más eficientes, y a mejorar nuestras decisiones humanas sin llegar a sustituirlas. Solo bajo una perspectiva humanista se puede obtener la mejor rentabilidad de la IA, que debe servir como instrumento de generación de bienestar, pero que por sus riesgos y naturaleza, ni puede ni debe sustituir al factor humano en un mercado tan relevante como el financiero.
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