ALFONSO TORICES
Jueves, 18 de marzo 2021, 00:38
Las hermanas Arasanz andaban ayer eufóricas. Pasaban las tres de la tarde cuando María Jesús y Felisa, dos jubiladas recientes, se enteraron, junto a la docena de vecinos con los que conviven en la pedanía oscense de Lecina, que su carrasca milenaria, conocida por todos como la Castañera, se acababa de proclamar en votación popular Árbol del Año en Europa.
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Se trata de una solitaria y enorme encina, de 16,26 metros de alta y 28 de copa, ubicada en las afueras de este diminuto pueblo del Alto Aragón, perteneciente a la misma comarca que Aínsa y próximo a los viñedos de Somontano y al parque nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Este bellísimo árbol, bajo el que se han casado decenas de parejas y que ha servido de marco para cerrar centenares de tratos y acuerdos, fue salvado de la quema por Nicolás, el padre de las Arasanz, que lo adoraba. Recuerdan que, cuando eran unas jovencitas, se negó en rotundo a vendérselo a un carbonero, que estaba dispuesto a darle un buen dinero por su tronco de siete metros de diámetro y sus gruesas ramas retorcidas.
La carrasca, guardiana de los bosques, símbolo de resistencia, vida y fortaleza, fue un árbol sagrado para los celtas y los antiguos griegos, pero también para los aragoneses, que le atribuyen un papel relevante en la reconquista de los valles pirenaicos a los sarracenos. Ese es el motivo de que acabase por formar parte del escudo del reino y del actual emblema de Aragón.
Pero es que la Castañera, apodada así porque daba todos los inviernos hasta 600 kilos de gruesas y dulces bellotas que las ovejas comían con fruición, tiene su propia y mágica leyenda. Durante generaciones, los vecinos la han venerado porque hace cientos de años, cuando aún era una joven encina, fue determinante para que dejasen la zona las brujas que traían desgracias y muerte a vecinos y animales.
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En aquellos tiempos, Lecina estaba rodeada por impenetrables bosques, que ocultaban a alimañas y brujas. Las viejas carrascas 'adoraban' a las hechiceras porque el miedo evitaba que los lugareños entrasen a cortar leña. Pero la Castañera repudiaba la mala fama de la arboleda y terminó por soliviantar a encinas y robles jóvenes contra las brujas, que decidieron irse.
Pero antes, concedieron dones a los árboles. Unos quisieron ramas de oro o de cristal, otros desprender deliciosos perfumes. La carrasca benjamina no quiso nada. Con el paso de los años, los pastores talaron los árboles cuyo olor tanto atraía al rebaño, la tormenta tiró las ramas de cristal, y los ladrones saquearon los troncos de oro. De la antigua selva solo quedó la encina generosa, que creció con el reverencial respeto de todos.
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Con la misma naturalidad ganó ayer de calle a otros trece árboles emblemáticos europeos. Sacó más de 25.000 votos al segundo, un plátano italiano, y 10.000 más al tercero, un sicomoro ruso. Es la primera victoria española en los once años de este certamen.
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