- ¿Qué es lo mejor de trabajar en esta época del año?
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- La diversidad del público.
- ¿Y lo peor?
- Que es verano. El calor...
Dice Amparo Sampedro mientras los visitantes del MuVIM entran y salen, deambulan por las salas y ella repone ... los folletos y se asegura de que todo está en perfecto estado de revista que lo peor de ejercer en verano como guía de este museo gestionado por la Diputación reside precisamente en eso: en que es verano. Y hace calor, claro. «Los visitantes, sobre todo por la tarde, vienen ya cansados y no están acostumbrados a que después de una comida de las nuestras, a 31 grados, hay que dormir la siesta antes de ir al museo». Lo comenta con el mismo tono, muy pedagógico, con que explica el fondo de la cuestión: cómo es eso tan terrible de trabajar en verano, mientras a su alrededor florecen las vacaciones y ella espera a marcharse unos días de agosto a Suecia, donde vive su hija.
Pero Amparo parece conforme. Dice que lleva bien lo de trabajar en verano, porque insiste en que prestar sus servicios en esta institución es «revitalizante». Casi (casi) no lo asume como un trabajo, un parecer avalado por los hechos: ya lleva un par de «reenganches» en su vida laboral, que se aproxima a la hora de la jubilación y no, no habrá tercer reenganche. Pero las otras dos veces en que decidió seguir trabajando dan fe de sus palabras: ejercer su profesión tiene algo de privilegio, porque se trata de un desempeño gozoso, en compañía de un equipo «excelente», que en verano cuenta con otro aliciente: el trasiego de visitantes gana en diversidad, el público es más bien de índole familiar y llega de otros países, frente al perfil más local y nacional propio de otras estaciones del año. «Sobre todo», apunta, «vienen muchos ingleses y franceses».
Sampedro tiene 66 años. Lleva como funcionaria de la Diputación desde hace 42; primero, como jefa del área de protocolo y luego en el área de Cultura, antes en la Beneficencia y ahora, desde hace unos diez años, en el MuVIM. «Me vine porque me apetecía cambiar», dice. «Conozco este museo desde que se empezó a pensar y sé que es un museo muy diferente, con opciones para todo tipo de público». Una década después, tras familiarizarse con el área de didáctica y mantenerse también vinculada al protocolo («Nos llevamos muy bien los dos, el protocolo y yo», sonríe), ha desdoblado sus servicios: se encarga de programar las actividades especiales y también las del fin de semana, mientras se ocupa de organizar las visitas, tanto las improvisadas como las concertadas con antelación, para quienes opera como cicerone. «Es una experiencia estupenda hacer de guía», contesta. «Me lo paso muy bien porque este es un museo diferente, un museo de las ideas, donde hay exposiciones que dejan al visitante completamente sorprendido».
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- ¿Por ejemplo?
- Por ejemplo, la que hicimos sobre la Mare de los Desamparats, que fue preciosa. O Fals, también muy interesante: fue la primera vez que se exponían obras de arte falsas, gracias a la colaboración con el equipo la unidad de Patrimonio de la Policía Autonómica. Son diez personas trabajando con una preparación fantástica, los mejores de España.
Tanto en esas ocasiones como en las que exposiciones que siguieron y las que ahora cuelgan de sus paredes, a Sampedro le gusta «observar la reacción del público». «Es muy curiosa», señala. «Aprendo mucho de los visitantes porque es un público muy variado: hay escolares, adolescentes, familias... Aunque en verano», confiesa, «es diferente». Lo nota en que mientras que durante el curso, «que empieza con la gran exposición que generalmente se inaugura a principios de octubre», el MuVIM recibe sobre todo al público «más bien local y nacional», en verano «todo cambia».
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Llega entonces la hora de un perfil de visitante que a ella le gusta más: «Puedes buscar más la interactuación con ellos, trabajar más con las familias. Lo que nosotros hacemos es aconsejarles. A lo mejor hay exposiciones que no saben ni que están. Y algunas necesitan que el público sea guiado porque si no se pierde mucho de esa exposición y es una pena». «Son exposiciones», prosigue, «que te interpelan como ciudadano porque situamos en el centro de la conversación pública asuntos para una discusión, para que bulla el debate». ¿Resumen? «Aquí aprendo cada día un montón, porque este es un museo que exige un poco más al visitante... Son exposiciones muy bien concebidas, muy didácticas, con visión pedagógica». Y concluye: «Este no es un museo al uso». Ni durante el resto del año ni en verano.
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