M. H.
Domingo, 4 de agosto 2024, 00:26
Estados Unidos es el paradigma del sueño americano. Ese mantra de que con esfuerzo todo se puede conseguir. Por eso, suele ser uno de los países preferidos para quienes quieren emprender un viaje para tratar de mejorar su situación económica. Las dificultades para conseguir un permiso de trabajo no son obstáculo para quienes sólo buscan pasar una temporada y ahorrar algo de dinero. Pero el choque cultural, social y económico suele dejar a los que viajan atónitos. Y así lo está viviendo Nacho Barrueco, un joven español que se acaba de mudar a Estados Unidos, tras haber pasado una temporada trabajando en Irlanda. A través de su cuenta de TikTok, con 65.000 seguidores, va contando su día a día como monitor de un campamento, sorprendido con los precios, costumbres y modo de vida del país norteamericano.
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«Yo estoy flipando con lo que cuestan las cosas. No tiene ni pies ni cabeza», explica. Y cuenta que preguntó a un compañero de su nuevo trabajo cuánto le cuesta la universidad. Un servicio que su compañero reconoce que le pagan sus padres, pero que sale por unos 100.000 euros el curso. «Yo pensaba que me estaba tomando el pelo», dice, antes de contarle que en España hay una red de universidades públicas en las que la matrícula anual sale por unos 1.200 euros. Pero, su curiosidad no terminó ahí, ya que se encuentra como monitor en uno de los numerosos campamentos de verano a los que acuden niños y niñas de todas partes del mundo. El suyo, en concreto, está en Nueva York, dura siete semanas y está todo incluido. «Pensé que serían 2.000 o 3.000 dólares por niño, que ya bastante es», pero su sorpresa llegó al descubrir que cada familia ha pagado «15.000 dólares por cabeza. Y luego nos quejamos en España de los precios de la leche. Qué barbaridad».
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Esas no son las únicas cosas que han sorprendido a este joven español. En su cuenta de TikTok ha hecho un ranking con las cinco cosas que menos le gustan del país en el que ahora reside. Y cita como la principal «la obsesión por el trabajo y el alto coste de vida tan elevado». Reconoce que hay personas con más de un empleo, con jornadas de entre 12 y 15 horas. «Pero, claro, es que luego el café vale 15 dólares...». En su lista de cosas que no le gustan sigue el acceso a las armas, el alto consumo de drogas como el fentanilo, «que está dejando destrozado a medio país». O la comida, donde cada día todo lo que se come es procesado. Y por último, «la mierda de sanidad. Tengo miendo de que me pase algo en el campamento porque desgracio a mi familia», dice.
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