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Valencia
Miércoles, 20 de septiembre 2017, 12:57
«Mi amor». Estas dos palabras fueron lo último que dijo Amaia antes de morir. Estaba ya muy débil, pero consiguió abrir los ojos un momento, esbozó una leve sonrisa y se despidió de Ernesto, el amor de su vida, su compañero de viaje durante 36 años. Horas después falleció en su casa de Santutxu, donde pasó sus últimos días rodeada de sus seres queridos, según informa EL CORREO. Tenía 54 años.
A Ernesto se le vino el mundo encima. Como él dice, se le partió el alma. Le vinieron a la cabeza recuerdos de toda una vida, que comenzó cuando se fijó en las botas de arlequín con cascabeles que llevaba Amaia en el bar Mikeldi de Barrencalle. Eran sólo unos niños. Pero sobre todo le invadieron algunas imágenes de todas las batallas que habían librado en los últimos 128 días. Desde que el 5 de abril entraron en Urgencias por unos fuertes dolores de estómago o cuando el médico le dijo que aquellas manchas que habían aparecido en el escáner eran, en realidad, un cáncer de páncreas con metástasis de hígado. Irreversible. «Esa palabra me sigue retumbando en el cerebro», se duele.
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