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¿Por qué es fiesta el 2 de mayo en Madrid?

Madrid celebra el levantamiento de 1808, donde se expulsó a los franceses en peleas callejeras con más de 400 muertos

LP.ES

Jueves, 2 de mayo 2019, 10:19

El 2 de mayo es fiesta en Madrid, uno de esos días marcados en rojo en el calendario laboral. Se celebra el Día de la Comunidad de Madrid, la fiesta regional, y en ella se conmemora el levantamiento del 2 de mayo de 1808, en el que el pueblo madrileño se levantó en armas para rebelarse contra la ocupación francesa de España y para expulsar a este ejército, el cual estaba tomando gran parte de la Península Ibérica. Este acontecimiento fue el primero de la Guerra de la Independencia Española.

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El 2 de mayo de 1808, a primera hora de la mañana, grupos de madrileños comenzaron a concentrarse ante el Palacio Real. La muchedumbre conocía la intención de los soldados franceses de sacar de palacio al infante Francisco de Paula —último miembro de la familia real que permanecía todavía en Madrid—​ para llevárselo a Francia con el resto de la Familia Real, por lo que, al grito proferido por José Blas Molina «¡Que nos lo llevan!», parte del gentío asaltó las puertas de palacio. El infante se asomó a un balcón provocando que aumentara el bullicio en la plaza. Un grupo que creyó que los franceses se llevaban al infante por la fuerza, atacó a una patrulla francesa, que solo pudo zafarse de la acometida por la intervención de un batallón y dos piezas de artillería, que dispararon contra la multitud.​ El choque desencadenó una violenta reacción popular en la ciudad, precipitó que la lucha se extendiese por todo Madrid.​ Al deseo del pueblo de impedir la salida del infante, se unió el de vengar a los muertos y el de deshacerse de los franceses.

El levantamiento del 2 de mayo

Los madrileños comenzaron así un gran levantamiento popular espontáneo, improvisando soluciones a las necesidades de la lucha callejera. Se constituyeron partidas de barrio comandadas por caudillos espontáneos; se buscó el aprovisionamiento de armas, ya que en un principio las únicas de que dispusieron fueron navajas; y se comprendió la necesidad de impedir la entrada en la ciudad de nuevas tropas francesas.

La gente siguió luchando durante toda la jornada utilizando cualquier objeto que fuera susceptible de servir de arma, como piedras, agujas de coser o macetas arrojadas desde los balcones. Así, los acuchillamientos, degollamientos y detenciones se sucedieron en una jornada sangrienta. Mamelucos y lanceros napoleónicos extremaron su crueldad con la población y varios cientos de madrileños, hombres y mujeres, sin distinción de edad, así como soldados franceses, murieron en la refriega. Goya reflejaría estas luchas años después, en su lienzo La Carga de los Mamelucos.

Mientras se desarrollaba la lucha, los militares españoles, siguiendo órdenes del capitán general Francisco Javier Negrete, permanecieron acuartelados y pasivos. Sólo los artilleros del Parque de Monteleón desobedecieron las órdenes y se unieron a la insurrección. Los héroes de mayor graduación de aquella jornada fueron los capitanes Luis Daoíz y Pedro Velarde, que asumieron el mando de los insurrectos por ser los más veteranos. Sin embargo, acabaron muriendo luchando heroicamente ante los refuerzos enviados desde el vecino Palacio de Grimaldi, cuartel general de Murat.

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Más de 400 muertos

La represión fue cruel. Joaquín Murat, no conforme con haber aplacado el levantamiento, se planteó tres objetivos: controlar la administración y el ejército español, aplicar un riguroso castigo a los rebeldes para escarmiento de todos los españoles y afirmar que era él quien gobernaba España. La tarde del 2 de mayo firmó un decreto que creó una comisión militar, presidida por el general Grouchy, para sentenciar a muerte a todos cuantos hubiesen sido cogidos con las armas en la mano («Serán arcabuceados todos cuantos durante la rebelión han sido presos con armas»).

En el Salón del Prado fueron fusiladas 32 personas el mismo día 2 de mayo, otras 11 personas fueron ejecutadas en otros puntos de la ciudad (Cibeles, Recoletos, Puerta de Alcalá y Buen Suceso). Al día siguiente los franceses fusilaron a 24 personas en la montaña del Príncipe Pío y otros 12 en el Buen Retiro. La cifra exacta de bajas ha sido objeto de gran controversia, pero el historiador Pérez Guzmán, que revisó todos los archivos disponibles en 1908, contabilizó 409 muertos, 39 de ellos militares, y 170 heridos, de los cuales 28 eran militares. El resto de los muertos y heridos eran civiles.​

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