Martes, 28 de enero 2020, 07:13
Apostó por primera vez siendo un adolescente. Tuvo tan mala suerte que ganó. «Ganar dinero fue lo peor que pudo pasarle». El hijo de Susana Fonseca lleva once años enganchado a esta la lacra social que desangra los barrios más azotados por la crisis. Ahora, esta madre ha lanzado una petición en change.org donde reclama la regulación de la publicidad de este tipo de actividades, con el objetivo de evitar que el problema que está afectando a su familia lo padezcan otros.
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Su hijo no ha podido superar su adicción. Este trastorno, relata en su escrito, le ha llevado a «aislarse del resto del mundo» de forma progresiva, recoger todo el dinero que encontraba suelto por la casa e incluso a gastarse su sueldo en solo una semana. Desde hace unos meses Fonseca acude a terapia para aprender cómo puede ayudar a su hijo.
«Dejó sus estudios, perdió a sus amigos, se encerró en su cuarto... Ha habido épocas en las que ni siquiera podíamos dejar dinero suelto por casa porque él lo cogía cuando no le veíamos y se lo gastaba en apostar. Tocó fondo», cuenta.
Denuncia que la adicción al juego «no se percibe como algo tan grave como las drogas o el alcohol, pero es igualmente una adicción, una enfermedad que destroza a las personas que la padecen y a los de su alrededor». En tres años, las apuestas entre los menores de edad pasaron del 13,6% al 22,7% en la modalidad presencial, y de 6,4% al 10,3% en la 'on line', asegura Beatriz Martín Padura, directora general del Centro Reina Sofía, que presentó hace unos días el estudio 'Jóvenes, juegos de azar y apuestas', con el apoyo del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.
Otro estudio del grupo de investigación de Ciberpsicología de UNIR, junto con la Universidad de Deusto y la UPV-EHU del País Vasco determina que uno de cada tres menores ha apostado online alguna vez en el último año. En él han participado 2.691 adolescentes con edades comprendidas entre los 11 y los 19 años y estudiantes de dieciséis centros españoles de Educación Secundaria Obligatoria. Los colegios se encuentran ubicados en Asturias, Castilla y León, País Vasco, Aragón, Valencia, Madrid y Castilla La Mancha. De dicha cifra, 883 (el 33%) admitieron haber apostado online en alguna ocasión. La mayoría, 602, eran muchachos y el resto chicas.
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En la actualidad hay más de 3.000 salones de juego operativos en España, 400 más que el año anterior, según recoge el informe anual de la Dirección General de Ordenación del Juego, organismo dependiente del Ministerio de Hacienda. El ritmo no para. «Me lleno de rabia cuando veo que siguen emitiéndose a diario anuncios de juego en la televisión, en Internet, en medio de un partido de fútbol o en boca de un famoso, que además es referente para miles de jóvenes en nuestro país. Por favor, ¡Basta ya! Esos anuncios venden la felicidad de mentira que conlleva el apostar. Debería ser ilegal. Si ya se prohibieron los anuncios de alcohol y de tabaco, ¿por qué no los del juego?», se lamenta Fonseca.
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Susana reprocha a los autoridades que llevan meses asegurando que van a aprobar el Real Decreto que regula esta publicidad; pero la realidad, les recrimina, es que «lo tienen metido en un cajón». Para visibilizar el problema, ha enviado una carta manuscrita al ministro de Consumo, Alberto Garzón, y otra a la de Hacienda, María Jesús Montero, para pedirles que, en esta nueva etapa de gobierno, le den a este problema la importancia que se merece. Precisamente el titular de Consumo, dijo hace unos días en La Sexta que las casas de apuestas son un problema de salud pública: «La publicidad es un caos. Es la ley de la selva».
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Pese a que parte de las competencias del juego están derivadas a las comunidades autónomas, el titular de Consumo explicó que «se puede hacer mucho» y que trabajará con las autonomías para resolver «un problema que afecta a los barrios populares y la clase trabajadora». «Hay lagunas y hay mecanismos para coordinar», asevera.
«Ya no aguanto más... Llevo años luchando desde el anonimato, desde la vergüenza, ocultándome, sintiéndome culpable en diferido, viendo cómo mi vida se desestructura por culpa de la ludopatía y viendo cómo otros siguen haciendo anuncios para fomentarla», protesta: «Ya está bien».
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