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J. M. L.
Ciudad Real
Martes, 8 de abril 2025, 11:25
Quienes visitan el cementerio municipal de Mestanza (Ciudad Real), pequeño pueblo de 657 habitantes situado en el Valle de Alcudia, y recorren sus sepulturas y ... nichos se encuentran con una sorprendente lápida en la que aún puede leerse: «Alberto Meyer-Orth. Condecorado con la Cruz de Guerra. 1888-1928. R. I. P.».
Se trata de un soldado belga que combatió en la Primera Guerra Mundial y que fue condecorado con la Cruz de Guerra del Reino de Bélgica. No murió en una batalla sino víctima del paludismo y decidió pasar sus últimos días en Mestanza. Su historia incluso es desconocida por la mayoría de los vecinos de Mestanza, no así por su alcalde, Antonio Pareja, que ahora se plantea reconocer a este héroe de guerra. Un historiador local, Miguel Martín Gavillero, que fue alcalde de este pueblo, fallecido hace cuatro años, dedicó parte de su vida a investigar la biografía de Alberto Meyer-Orth.
Se sabe que nació en la ciudad belga de Lieja y que su familia le puso el nombre de Alberto porque era el mismo del príncipe heredero. Siendo muy pequeño, sus padres se trasladaron a España con toda la familia -dos hijos y cuatro hijas- ya que el padre, Leopoldo, fue destinado a la aldea ciudadrealeña de El Horcajo, en el Valle de Alcudia, para administrar las minas de plomo. Allí vivió los tristes sucesos ocurridos a principios de 1901 cuando tres niños de la aldea no regresaron a sus casas al atardecer y fueron encontrados tres días después en la sierra devorados por los lobos.
La familia Meyer se aclimató a la vida tranquila de El Horcajo y adquirió una finca en la zona donde levantó una gran casa que aún pertenece a sus herederos y en la que Clara, madre de Alberto, fue enterrada.
La apacible vida de Alberto dio un giro total al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914 y tomar las tropas alemanas la ciudad de Lieja. Alberto no lo dudó y se alistó en el ejército belga a finales de ese mismo año. Combatió durante cuatro años en trincheras y campo abierto y sobrevivió a balas, bombas, hambre y a la mal llamada «gripe española». Al acabar la guerra fue condecorado con la Cruz de Guerra del Reino de Bélgica. Años más tarde contrajo el paludismo y decidió pasar sus últimos meses de vida en Mestanza, en una casa que pertenecía a unos empleados de la finca familiar de El Horcajo. Allí murió el 4 de octubre de 1928 a los 40 años de edad.
A su entierro sólo pudo acudir un hermano, que estuvo acompañado por algunos vecinos del pueblo. Su lápida fue pagada por los empleados de la finca cuyos bisnietos habitan hoy, como segunda residencia, la casa en la que falleció este héroe de guerra. Casi cien años después de su muerte, en el pueblo plantean otorgarle un reconocimiento mayor poniendo su nombre a alguna calle o a algún edificio público por haber luchado por la libertad de su país ante la opresión alemana en la conocida como «Gran Guerra».
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