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La historia de Nadia Otmani: su cuñado le disparó en la cabeza por intentar defender a su hermana

Es víctima de violencia machista y este 25N se ha enfrentado a Ortega Smith (Vox): en 1997 quedó parapléjica, utiliza silla se ruedas y en España trabó amistad con Esperanza Aguirre

LP.ES

VALENCIA

Lunes, 25 de noviembre 2019, 18:37

Nadia Otmani, la mujer que se ha enfrentado a Javier Ortega Smith, el portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, tenía motivos de sobra para estallar este 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia de Género. Nadia es la presidenta de la asociación de mujeres Al Amal y víctima de machista desde que le dispararan mientras defendía a su hermana de su agresor. Quedó parapléjica y ahora utiliza silla de ruedas.

Nadia es una superviviente nata: «No soy víctima de nada, soy una luchadora», decía clavada a su silla de ruedas en una entrevista publicada por MujerHoy hace años. Su vida, sin embargo, está marcada por la violencia. Su padre era policía nacional en Rabat y fue elegido por el rey Mohamed V para formar parte de su escolta. Años después, pasó a ser guardaespaldas del hermano de Hassan II, a la vez que gestionaba algunos de los bienes de la familia real alauita. El nivel de vida de los Otmani era alto: «El chofer nos llevaba y traía del colegio. Yo practicaba esquí, tenis, hípica; hablaba tres idiomas; estudié Gestión de Empresa en Casablanca...».

A Nadia, la tercera de siete hermanos, la vida le sonreía hasta que un aciago día de 1984 la tragedia llamó a su puerta: perdidos los favores del rey, llegó a casa el cuerpo sin vida de su padre, con un tiro en la cabeza. «Ha sido un accidente de tráfico –aseguraron los portadores–. Y el que quiera investigar más, será metido en un saco y lanzado al mar desde el aire», relata Nadia con lágrimas en los ojos.

Perdidos los favores del rey, llegó a casa el cuerpo sin vida de su padre, con un tiro en la cabeza

Al dolor se unieron las constantes amenazas durante los siguientes meses. «Mi familia quedó destrozada. Acababa de morir uno de mis hermanos, que tenía 22 años, a causa de un infarto. Y mi madre se quedó viuda con un niño pequeño de 24 meses y otro enfermo de epilepsia, que también murió poco después». Meses más tarde, Nadia se casó con un médico marroquí: «Era la mejor persona del mundo, pero su familia era muy tradicional y nunca aceptó que yo viniera de una clase inferior». Tres años después, en 1987, se divorció con una niña de seis meses en los brazos. A partir de ese momento, trabajó en distintas empresas y montó un negocio de exportaciones entre Francia y Marruecos.

Yo practicaba esquí, tenis, hípica; hablaba tres idiomas; estudié Gestión de Empresa en Casablanca...

Aquel 5 de octubre de 1997

Cuando Nadia por fin volvió a encarrilar su vida, llegó a Madrid para pasar unos días con Rashida, su única hermana, a la que está muy unida. Aunque sospechaba que no era feliz en su matrimonio, nunca escuchó queja ni reproche de ella hacia su marido, un iraní al que conoció en nuestro país. De nuevo la tragedia estaba a punto de marcar, esta vez para siempre, la vida de Nadia, que había salido a hacer unas compras al centro de la ciudad. A su regreso, notó muy alterada a su hermana: acababa de tener una monumental bronca con su marido y lo había echado de casa. Ambas decidieron entonces salir a la calle para hablar con tranquilidad. Rashida cogió en brazos a su hijo menor, Ismael, de un año y medio. El mayor estaba en el colegio. A punto de salir del portal, vieron a través del cristal que el marido regresaba y que se dirigía hacia ellas. Rashida salió corriendo con el niño en brazos y Nadia se interpuso entre ellos. Su cuñado sacó una pistola y le disparó a la cabeza. Cuando Nadia cayó al suelo, apretó dos veces más el gatillo: el segundo proyectil le produjo una irreversible lesión de médula que la dejó en una silla de ruedas para el resto de su vida.

«Mi hermana no se quejaba de nada. Mi cuñado la había convertido en una esclava de la casa y la tenía dominada. Se había vuelto muy violento. Con el tiempo supe que hasta había intentado tirar por la ventana a uno de sus hijos. Puedo decir que estoy viva de milagro. Me operaron de urgencia y, después, estuve casi un año en el hospital de parapléjicos de Toledo». Cuando su recuperación se lo permitió, regresó con su hermana. «Denuncié a mi cuñado y me asignaron un abogado de oficio, pero creo que se puso de acuerdo con él, porque a mí ni siquiera me tomaron declaración en el juicio. La pena que le impusieron fue de nueve años, pero a los dos ya disfrutaba del segundo grado. Y dos años más tarde, del tercero. Lo condenaron también a indemnizarme con 240.000 €, pero no he cobrado nada: ni la parte que corresponde al Estado, porque yo no llevaba más de cinco años residiendo en España, ni la parte que le tocaba a él. Tampoco ha pagado un céntimo a mi hermana por los niños... ¿Dónde está la justicia?», reclama con indignación.

«De manera muy desagradable –añade– una asistente social me dijo que me marchase a mi país porque aquí no tenía ningún derecho que reclamar. Me rebelé tanto que decidí quedarme y luchar por los derechos de las mujeres emigrantes. Después de ver cómo se me cerraban muchas puertas, en 2004 conocí a la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y, al contarle mi historia, decidió ayudarme. Gracias a ella, he fundado la Asociación Al Amal, que en mi idioma significa esperanza». Y con esperanza decidió afrontar el futuro.

Vídeo.

Nadia lleva ya más de una década años en nuestro país y, a pesar de su experiencia y del encontronazo con Ortega Smith, sabe donde está: «En mi país hay más racismo que aquí; no hay clase media y el trato humano a la mujer de clase baja es mucho peor. La mujer marroquí está mejor tratada en España que en su propio país –asegura emocionada–. Este es un país muy humano, que ha reconocido hasta ahora a los emigrantes el derecho a la educación, a la sanidad e incluso a las medicinas. Un antibiótico en Marruecos puede valer entre 10 y 30 €, y la gente sin trabajo no tiene dinero y ni derecho a nada. Allí hay mujeres que han tenido cuatro hijos y que nunca han acudido a un hospital».

Sin embargo, este 25N ha recordado que «estamos soportando mucho, y yo de este país no cobro ningún duro y llevo 20 años luchando contra la violencia de género. Respete a las mujeres víctimas de violencia machista», le ha pedido a Ortega Smith.

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