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Si algo llama la atención de Japón en el mundo entero es la disciplina y el buen comportamiento que tienen los niños de este país. Y esto se debe, principalmente, a un método milenario de enseñanza llamado Ikuji y que los padres utilizan con sus hijos desde que son bien pequeños y hasta que son adolescentes.
El método Ikuji no es más que una fórmula basada en la 'crianza positiva' que tiene como objetivo reforzar los aspectos buenos de la personalidad de nuestros hijos. En él, de manera resumida, priman el respeto y el valor de lo colaborativo y se eluden los castigos.
El métido Ikuji se divide en tres fases que se aplican en tres momentos diferentes de la vida de tu hijo. Se trata de las siguientes:
Primera etapa o fase 'Dios'. La primera etapa va desde los 0 a los 5 años y en ella el niño debe ser lo más impotante de la casa. El objetivo a conseguir aquí es que el pequeño se sienta querido e importante.
Segunda etapa o fase 'criado'. Va de los 5 a los 15 años. Aquí, además de seguir tratando al niño con amor y respeto, se pretende hacer hincapié en su desempeño. Debe aprender a hacer cosas por sí mismo y debe conocer las normas sociales (más allá de lo que aprenda en la escuela).
Tercera etapa o fase 'igual', de 15 años en adelante. En esta tercera etapa los padres deben tratar a sus hijos como adultos responsables y consecuentes de sus actos y, a partir de este momento, lo que prima es su papel en la sociedad.
1.- El papel de la madre. En la sociedad nipona, la madre tiene un papel fundamental en la crianza de los hijos y es la principal responsable, antes que los abuelos, las niñeras o las guarderías. Es por ello que este método establece que el vínculo entre el hijo y su madre debe ser primordial.
2.- Tiempo de calidad. Además, aunque los pequeños (o adolescentes) lleguen cansados de la escuela y los padres de su jornada laboral, este método potencia el que los padres se vuelquen lo máximo posible en ellos compartiendo momentos y vivencias.
3.- Los abuelos. El método Ikuji requiere un contacto estrecho con los abuelos, para que tanto los mayores como sus nietos se sientan amados y respetados por el otro.
4.- Fuera los castigos. Disciplina sí, castigos no. Desde que son bebés, los padres dan un gran valor a todas las emociones de sus hijos. Practican la escucha activa y validan el estado emocional de sus hijos, sin negarlo ni amplificarlo. Los padres practican con el ejemplo, en lo que a gestión emocional se refiere, convirtiéndose en las guías de sus hijos. También les hacen entender lo importante de saber mantener las escalas emocionales para que no dramaticen, ya que un desbordamiento de emociones repercute en toda la familia.
5.- Respeto ante todo. A los niños siempre se les trata de manera respetuosa, sin gritos ni amenazas, al tiempo que se les enseña a respetar y ser educados desde edades muy tempranas. En este modelo, el trabajo colaborativo es más importante que el individual. Así, los jóvenes reaccionan sintiéndose importantes, útiles y necesarios.
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