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Laura tiene 23 años y es estudiante de enfermería, vive con su familia y tiene una relación estable. Pero hace un año todo su mundo se vino abajo. Esas son las palabras que usa para describir el preciso momento en el que se dio cuenta ... de que no se encontraba bien. «Todo se me vino abajo, estaba saturada con todo». No había ni un rincón en su vida que no estuviera manchado por la frustración, por la ira, la violencia verbal o la incomodidad, hasta en su propia casa, y todo provocado por lo que al principio se detectó como ansiedad.
La bomba que le había hecho estallar fue cocinada en su propia cabeza por un trastorno llamado de la adaptación mezclado con la ansiedad y con un cuadro depresivo. El cóctel perfecto para hacer estallar su supuesta 'vida perfecta' en pedacitos. Vulnerable y perdida, buscó en internet recomendaciones sobre consultas psicológicas. Entonces fue cuando dio con ella, con Amparo Calandín.
«La depresión y la ansiedad son los trastornos más frecuentes en jóvenes, son cuadros que solemos ver en las consultas y se identifican fácilmente. El primer paso es acercarse a ellos, que vean que esto es normal, que les pasa a muchos jóvenes, cuando entienden esto es cuando empiezan a abrirse. Nadie les ha explicado nada sobre esto, nadie les ha dado herramientas para gestionar sus emociones y es algo básico, pero que puede traer consecuencias más graves», comenta Calandín.
Cuando Laura empezó a ir la consulta entendió que no estaba loca, que lo suyo no era una excepción y que se podía trabajar y mejorar. Empezó a entender por qué le costaba adaptarse a lo nuevo, a los cambios, comprendió de dónde le venía esa rabia y hasta supo escucharse, aunque no siempre le gustara lo que se decía a sí misma.
En las primeras sesiones con su psicóloga salía peor de lo que entraba porque ella aprendió que al psicólogo vas a desmontarte en pedazos, a ponerlos todos encima de la mesa de un profesional, para después poder reconstruirse. «Parece contradictorio que al principio saliera peor, pero era porque dolía mirar hacia adentro, y eso dura poco, luego cuando vas ordenando lo que pasa por tu cabeza, dices, ahora sí, funciona».
Según explica Calandín, en las terapias aprenden a mostrarse, a escucharse y a reeducar sus pensamientos, esos que les provocan miedos, inseguridades y ansiedad. Entonces el terapeuta va guiando al paciente, haciéndole reflexionar y ayudándoles a reconducir sus malos hábitos y su salud mental, pero nunca cuestionando, ni juzgando, ni mucho menos obligando al paciente.
Para Laura descubrir que tenía ansiedad le devolvió al centro de su vida, pero le alejó de sus amigos. «Dejé de salir, de hecho, he perdido muchos amigos por la ansiedad. Pero los que se han quedado son los reales. La ansiedad afectaba a todos los ámbitos de mi vida, pero tenía que cuidarme, aunque no todos me supieron entender cuando rechazaba planes».
Laura pasó de ser una persona difícil, que se sentía cómoda en la agresividad, la ira y el enfado, a ser una persona capaz de comunicar asertivamente, dejando de lado las aptitudes tóxicas. Ahora es feliz con su pareja y en su casa ha mejorado su relación familiar.
«Tomo antidepresivos, una dosis muy baja, llevo desde enero y todavía necesito seguir con la terapia, o sea esto es un proceso muy costoso», reconoce. Para ella, que aún está en tratamiento, la salud mental se ha convertido en una prioridad y está en su lista de buenos hábitos con la que ha conseguido mantenerse en forma. Pero se da cuenta al hablar con amigos, que no todos pueden hacer lo mismo.
«La gente espera mucho de ti, que estés bien, que tengas buena salud mental, pero cómo lo vas a tener si no te ponen recursos ni medios para ello», dice Laura después de haber sufrido tanto considera que se debe atajar el problema desde el colegio con métodos de gestión de emociones, que no sean limitantes, que te permitan estar triste y reconocer que lo estás, y por qué lo estás. «Que no invaliden nuestros sentimientos».
Laura tiene muchos amigos que quisieran ir al psicólogo, pero no pueden. Cada sesión de una hora de terapia con un especialista puede costar entre los 45 y los 80 euros, según el observatorio de precios del portal especializado Mundopsicólogos.com, aunque el precio medio de la consulta es de 51 euros en España. Este es uno de los principales frenos al ir a terapia, ya que para muchos es un tratamiento caro. Es una realidad que juega en contra de la sociedad. Y no sólo porque no puedan asumir los costes, sino porque no siempre tienen disponibilidad, o lo que es aún peor, no tienen apoyos en su familia. Muchos jóvenes acaban conviviendo con estos trastornos que después son enfermedades y es ahí donde los expertos están poniendo la voz de alarma: «Es un problema de salud que a la larga afectará en muchos ámbitos, no se entiende que se consienta una atención pública nefasta, ni los fármacos como único remedio y como consecuencia de la falta de personal», apunta Calandín.
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