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Cinco años después | Episodio 6

La lucha del periodismo de calidad por vencer a las noticias falsas

La pandemia mostró la necesidad de acceder a fuentes fiables de información frente a las 'fake news' y las redes sociales, que en estos cinco años han perdido credibilidad por los abusos de los grandes oligarcas y los políticos extremistas

Álvaro Soto

Madrid

Lunes, 17 de marzo 2025, 00:22

En 2020 este diario publicó una serie documental que reflexionaba sobre las posibles consecuencias de la pandemia en la sociedad venidera. Cinco años después del covid, repasamos algunas de aquellas grandes cuestiones.

Cuando cientos de millones de personas se confinaron en sus casas en marzo del 2020, el mundo echó el freno, pero esa apariencia de lentitud escondió, paradójicamente, una aceleración de algunas tendencias que habían comenzado a despuntar en los años previos a la covid-19, como muestran los grandes cambios en la manera de generar noticias y acceder a ellas. Pocos negocios han vivido años tan agitados después de la pandemia como los medios de comunicación, que se han enfrentado a un complejo escenario, como la expansión de las noticias falsas. Las 'fake news', además, han encontrado en las redes sociales un caldo de cultivo ideal, aupadas por los grandes oligarcas tecnológicos y los políticos extremistas.

Las redes, que habían nacido en la década previa como el ágora propicia para un debate público enriquecedor, comenzaron a emitir antes de la pandemia señales preocupantes. La utilización abusiva que de ellas hacía el entonces (y ahora) presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el escándalo Facebook-Cambridge Analytica de manipulación electoral o la sensación de que sus contenidos y sus algoritmos tenían algo que ver con la incipiente ola de problemas de salud mental en el mundo las habían llevado una posición de descrédito. ¿Pero se mantendrían pujantes pese a ese descrédito tras la covid-19 o sería el principio de su final?

«Las redes que mal llamamos sociales y estas plataformas digitales que se manifiestan de muchas maneras, como servicios de mensajería o tiendas de internet, tienen unas dinámicas de negocio que perjudican la democracia, demostradamente. Sus algoritmos favorecen determinados contenidos sobre otros, su modelo de negocio favorece determinados agentes sobre otros y en general, su cultura como ecosistema de información es tóxica», opinaba al principio de la pandemia la periodista y escritora especializada en tecnología y poder Marta Peirano, que en 2019 acababa de publicar el libro 'El enemigo conoce el sistema', en el que advertía del uso que los gigantes tecnológicos hacían de los datos recopilados en internet.

En 2020

Los expertos comenzaban a avisar sobre la intoxicación en las redes sociales

Ahora

Los contenidos tóxicos, falsos y de odio han copado las redes sociales

Aquellos presagios poco tranquilizadores sobre las redes se han cumplido casi al pie de la letra. «No solo sigo suscribiendo mis palabras de entonces. El poder centralizado y opaco de las plataformas digitales y su naturaleza extractiva, vigilante y manipuladora, han trascendido al entorno estrictamente digital para facilitar un cambio político global, de la democracia liberal al autoritarismo populista. La máquina de vigilancia se va a convertir en una máquina de opresión», cuenta ahora Peirano.

Aunque durante la pandemia algunas personas las utilizaran como su principal vía de acceso a las noticias, la gente acudía a las redes sociales «para divertirse o para indignarse, pero no por que las considerasen fuentes fiables de información», argumentaba en 2020 Rasmus Klein Nielsen, que entonces era el director del Reuters Institute for the Study of Journalism. Ahora, como investigador senior del Reuters Institute y profesor de Comunicación de la Universidad de Copenhague, Nielsen tiene claro que «el diagnóstico se mantiene». Si el medio es el mensaje, como creía Marshall McLuhan, el mensaje que transmiten las redes no es precisamente el de la fiabilidad.

«Hay situaciones en las que la gente confía en fuentes específicas a las que sigue en las redes sociales, y muchos obtienen noticias mientras las usan. Pero la mayoría no utiliza las redes sociales para informarse. En las principales plataformas, menos de la mitad de quienes las utilizan afirman que también acceden a noticias mientras las usan. Si dejamos de lado las tres plataformas más antiguas, Facebook, YouTube y Twitter, la cifra es aún menor, más cercana a uno de cada tres. Y, en general, encontramos, una y otra vez, una importante 'brecha de confianza' en la que la gente confía aún menos en las noticias que ve en las redes sociales que en las noticias en general», afirma el experto.

Los ciudadanos parecen ser conscientes de que los contenidos que encuentran en las redes no son el mejor lugar para informarse, según los informes del Reuters Institute. «Nuestras investigaciones sugieren que las plataformas digitales son útiles para muchos fines distintos y que gran parte del público confía en su capacidad individual para distinguir entre noticias e información fiables y no fiables en estos sitios, pero las noticias no son el principal uso que hacen de ellas y, en general, se muestran escépticos ante las noticias que ven en ellos», argumenta Nielsen.

«Las personas no utilizan las redes sociales para informarse como su principal uso y en general, se muestran escépticos ante las noticias que ven en ellas»

Rasmus Klen Nielsen

Profesor de Comunicación de la Universidad de Copenhague e investigador del Oxford Institute

Durante los primeros meses de la pandemia, los medios de comunicación de calidad vivieron un auge, sobre todo, en sus ediciones digitales. La población quería tener información sobre la emergencia sanitaria y para conseguirla, confió en las cabeceras tradicionales. Pero esa información tenía un gran valor añadido y había que pagarla, de manera que las suscripciones aumentaron. «El contenido de calidad es lo más importante. La gente necesita informarse de lo que está pasando. El valor de las noticias nunca ha sido más alto», decía durante la pandemia Emilio García Ruiz, que en 2020 era director adjunto de The Washington Post.

Ya entonces García se mostraba totalmente partidario de los muros de pago, una apuesta que habían introducido paulatinamente los 'mass media' desde unos años antes. «Los medios que no tienen suscripción han sufrido y si alguien tenía dudas, este es el único modelo. Los anuncios solo no pueden sostener una redacción de tamaño significativo», afirmaba entonces.

«Los medios que dependen de la publicidad lo han pasado mucho peor que los medios que dependen de las suscripciones»

Emilio García Ruiz

Director del San Francisco Chronicle

En estos años, Emilio García Ruiz ha saltado de la Costa Este a la Costa Oeste de Estados Unidos para ejercer como director de otro medio prestigioso, el San Francisco Chronicle. Desde su privilegiada atalaya en la ciudad más tecnológica del mundo, tiene todavía más claro que no hay otra forma de hacer medios rentables que la suscripción, aunque también distinga entre las cabeceras más grandes y el resto.

«El medio de mayor calidad en Estados Unidos es The New York Times, que cuenta con más de 11,4 millones de suscriptores. Obtuvo unos ingresos totales de 726,6 millones de dólares en el último trimestre de 2024, un 7,5 % más que el año anterior. Podemos decir que la guerra terminó y ganaron. Ahora tenemos que ver cuántas suscripciones podemos vender los demás», analiza.

En 2020

Los medios de calidad ponían en marcha sus muros de pago

Ahora

Los muros de pago son ahora la norma

En este sentido, García-Ruiz admite que puede haber un «límite» en el número de personas dispuestas a pagar por noticias y que quizá algunos medios ya han alcanzado su techo. «Pero también es cierto que, en la mayoría de los casos, los medios que dependen exclusivamente de la publicidad lo han pasado mucho peor», cuenta este periodista de largo bagaje en algunos de los diarios con más lectores del mundo.

En un ecosistema cada vez más complejo, García reconoce que lograr que el negocio sea rentable «continúa siendo un reto». «Pero», agrega, «sigo creyendo que el trabajo de alta calidad prosperará, aunque probablemente habrá menos medios, lo que significará menos ganadores y más perdedores».

En 2020

Algunos procesos electores ya habían sido manipulados a través de internet

Ahora

El miedo a la manipulación de los procesos electores se ha extendido por todo el mundo

Teniendo en cuenta, recuerda, que en estos últimos cinco años ha aparecido un nuevo actor, la inteligencia artificial, que promete dar otra vuelta al sector de la comunicación, con incipientes desafíos que incumben a aspectos económicos, éticos y sobre todo, periodísticos. «Necesitamos aprovechar las mejores partes de las nuevas innovaciones, como la inteligencia artificial, que puede hacernos más eficientes y permitirnos concentrarnos en nuestro trabajo más importante», culmina el director del San Francisco Chronicle.

Hace un lustro, las preguntas sin respuesta sobre la comunicación se amontonaban a la misma velocidad que las mascarillas usadas. ¿Preferiremos que nos informen amigos o personas populares frente a especialistas que no conocemos? ¿Primaremos el entretenimiento frente al rigor? ¿Toleraremos la falsedad si supone reafirmar nuestras ideas? El filósofo Daniel Innerarity quiso entonces poner el foco en la responsabilidad individual de los ciudadanos. «Tenemos que preguntarnos qué esfuerzo dedicamos cada uno de nosotros a tener nuestra propia opinión, a construir un pensamiento bien argumentado en buenas fuentes de información. Si los ciudadanos no hacemos ese esfuerzo de formación propia, estaremos más expuestos a los bulos y a la desinformación», exponía en 2020 Innerarity.

Ahora el pensador quiere todavía levantar más la vista y reflexionar sobre un cierto pesimismo que parece haber dejado la pandemia. «Necesitaríamos más certezas de las que actualmente tenemos para estar tan seguros de ese futuro catastrófico que algunos, más que como una advertencia sobre lo posible, certifican como algo inexorable. Que el desastre sea una posibilidad quiere decir que no es una necesidad. Y seguramente no sea una buena idea no querer tener hijos para que vivan en esas condiciones, porque si nosotros nos hemos mostrado incapaces de frenar las crisis, tal vez nuestra obligación es permitir que otros lo intenten. No tenemos ningún derecho a dar por supuesto que las generaciones futuras van a ser tan estúpidas como nosotros».

En 2020

Así lo contamos hace cinco años:

Este fue el sexto episodio de la serie documental '¿Y después qué?' publicada por este diario en 2020 que reflexionaba sobre las posibles consecuencias de la pandemia en la sociedad venidera.

Entonces, nunca había habido tantos bulos o noticias falsas, ni la ciudadanía se había visto tan expuesta a tantas mentiras potencialmente peligrosas, un grave problema asociado a las redes sociales. ¿Cómo iba a ser la reacción del periodismo?

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