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Ni la luz, ni el azar: el verdadero motivo de que entren polillas en tu casa

Los últimos estudios apuntan hacia un motivo sorprendente y poco conocido

Lunes, 23 de junio 2025, 00:59

Durante décadas, hemos creído que las polillas sienten una atracción casi mágica por la luz. Esa imagen de una criatura nocturna revoloteando sin rumbo fijo alrededor de una bombilla se ha instalado en la cultura popular como una escena veraniega más. Sin embargo, como ocurre tantas veces con los mitos heredados, la ciencia ha empezado a desmontar esa teoría con nuevas evidencias que nos invitan a mirar a estos insectos desde una perspectiva completamente distinta.

Según recoge un reciente reportaje de 'National Geographic', la idea de que las polillas se sienten atraídas por la luz es una simplificación que no hace justicia a su complejidad. En realidad, no se lanzan hacia las lámparas como si fueran mariposas hipnotizadas. Lo que ocurre, explican los científicos, es que las fuentes de luz artificial desorientan su sistema de navegación, originalmente calibrado para orientarse con la luz natural de la Luna. Al encontrarse con una bombilla, el resultado no es una atracción voluntaria, sino una especie de cortocircuito evolutivo: el vuelo errático que observamos es producto de esa confusión.

Pero incluso esa explicación empieza a quedarse corta. Los últimos estudios apuntan hacia un motivo mucho más sorprendente y menos conocido: el olor.

Sí, lo que realmente guía a muchas de las polillas que se cuelan en casa no es el resplandor de una bombilla, sino nuestro propio olor. Las señales olfativas que emitimos —como el sudor, el calor corporal, la humedad ambiental o los restos de alimentos— actúan como un imán para estos insectos. Desde su perspectiva, lo que encuentran en un hogar no es solo refugio, sino una posible fuente de alimento y un entorno propicio para reproducirse.

Ese cambio de paradigma transforma por completo la forma en la que interpretamos su presencia en casa. Ya no se trata de seres extraviados, sino de visitantes con una estrategia clara. Las moléculas presentes en perfumes, productos de limpieza o incluso tejidos sintéticos pueden emitir compuestos volátiles que algunas especies de polillas interpretan como una señal de bienvenida.

Además, el cambio climático ha venido a sumar un nuevo factor a esta ecuación. Con temperaturas más cálidas y estaciones veraniegas más largas, muchas especies han extendido sus áreas de actividad hacia las ciudades. Y allí, encuentran hogares donde abundan las fibras naturales, las despensas mal ventiladas o los rincones húmedos: condiciones ideales para desarrollarse. En otras palabras, nuestras viviendas se han convertido en ecosistemas alternativos que imitan, a su manera, los entornos naturales.

Eso no significa que todas las polillas representen una amenaza. La mayoría son inofensivas y pasan desapercibidas. Sin embargo, hay algunas especies que sí pueden causar daños, como la 'Tineola bisselliella', más conocida como la polilla de la ropa. Esta no se alimenta de los tejidos como tal, sino de los residuos microscópicos de piel y sudor adheridos a ellos. Una vez más, no es el tejido lo que las atrae, sino los rastros humanos que quedan en él.

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