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¿Qué es lo mejor de trabajar en esta época del año? La cantidad de trabajo que hay
- ¿Y lo peor? El calor, es insoportable
Dénia-Ibiza, la ruta más corta para llegar a las Islas Baleares. 104 kilómetros (65 millas ... para los marineros) y una línea recta. Ese es el plan para muchos este verano: sacar el barco para disfrutar del azul turquesa de las calas ibicencas. Pero un barco es prácticamente como una casa: limpieza, arreglos, la teca y los miles de problemas que surgen en alta mar. Antes de que el barco ponga rumbo al paraíso, todo debe estar en perfectas condiciones y en esta situación, nos encontramos a Zouhair Guernoun, un experto en el mantenimiento de embarcaciones de recreo.
Zouhair, conocido entre los dianenses como Sam, llegó desde Marruecos en 1998. Como una gran mayoría, decidió cruzar el estrecho de Gibraltar en busca de una vida mejor. Se embarcó en una peligrosa travesía que le llevó desde su ciudad natal, Ksar el-Kebir, hasta la costa andaluza, más concretamente, hasta Tarifa. Un camión, una patera y muchas horas de angustia para cruzar el Mediterráneo, y no precisamente para aprovechar unas vacaciones al sol sino para llevar dinero a casa. Desde entonces, ha trabajado de todo: desde agricultura, hostelería y jardinería hasta obrero o pintor. « También tengo el permiso para conducir gruas», confiesa Sam entre risas. La cantidad de profesiones casi iguala al número de las comunidades autónomas en las que ha trabajado: Andalucía, Cataluña y la Comunitat, son sólo algunas de ellas.
La elegida para quedarse ha sido Dénia, donde se ha decantado por el mantenimiento de barcos, una actividad fundamental en los puertos de la costa alicantina. ¿El motivo? Le encanta el mar. «Es lo mejor de cada día, el mar es como mi mejor amigo», explica Sam con una sonrisa. Su historia con el agua comenzó en su infancia: «Mi casa estaba al lado de un lago y siempre íbamos a nadar allí cuando vivía en Marruecos», recuerda. Desde que llegó a España, solo ha vivido cerca del mar, y este oficio le ha acercado aún más al gran azul.
Al principio, solo lo realizaba los fines de semana para ganar un dinero extra pero con el tiempo, la mujer con la que trabajaba lo dejó, y Sam tomó su puesto. «He aprendido del cero al todo», explica orgulloso. Y añade: «Antes no sabía nada, fuí aprendiendo poco a poco y ahora soy un profesional de la náutica». Con años de experiencia, Sam ha aprendido que cada barco es una historia y cada reparación, una aventura. Y aunque le encanta el mar, no es de los que salen a navegar. «Me han pedido que salga con ellos para ir de marinero pero tengo clientes fijos todo el año y lo prefiero», explica.
No obstante, la temporada alta de su trabajo se centra entre marzo y julio, los meses previos al agosto, cuando los amantes del océano emprenden sus viajes. En agosto se dedica principalmente a la limpieza y en septiembre toca recogerlo todo. Pulir, limpiar, lijar o imprimar son algunas de las tareas que realiza en su día a día, de 5:30 de la mañana a cinco de la tarde. Aproximadamente limpia unos cuatro o cinco barcos al día, algunos de hasta 22 metros. «Me gusta mi trabajo y lo hago bien», confiesa.
Aunque lo que más le gusta es que los clientes salgan contentos. «Muchas veces vienen con el barco destrozado y cuando lo limpias se quedan flipando», explica Sam. «¡Madre mía, el barco ha quedado como nuevo!», le dicen algunos sorprendidos. Y clientes, tiene como barcos, de todo tipo, pero todos quieren lo mismo: que su barco este listo para soltar amarras y zarpar rumbo a las islas. Aguas cristalinas, calas escondidas y mucha fiesta. Eso es lo que le espera algunos en los meses más calurosos del año y por ello, en esta época, Sam no tiene vacaciones y le toca estar disponible las 24 horas del día por si surge algún imprevisto.
«La mayoría de las veces me hablan de un día para otro: 'Mañana me voy a Ibiza y necesito el barco limpio'» Y allí está Sam, siempre dispuesto para que la gente disfrute de sus vacaciones mientras él espera a diciembre para que empiecen las suyas. Durante ese mes, siempre regresa a su país natal, Marruecos. «Mi madre y mis hermanos siguen viviendo allí», explica. Aún así, Sam ha encontrado en Dénia su hogar permanente. «Dénia ya se ha convertido en mi casa, aquí vivo con mi mujer y mi hijo y estoy muy feliz», concluye.
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