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A finales de los años 80, Santander contaba con un asesino en serie entre sus vecinos. José Antonio Rodríguez Vega, que así se llamaba, sembró el pánico en la localidad durante un año (entre abril de 1987 y abril de 1988) en el que violó y asesinó a un total de 16 mujeres de edades comprendidas entre 61 y 93 años. Sus macabros crímenes le sirvieron para ganarse el apodo del 'Mataviejas'.
José Antonio Rodríguez Vega ha sido uno de los asesinos en serie más despiadados de España, un criminal que ha pasado a la historia ya no sólo por su modus operandi, sino por tener un 'museo de los horrores', un lugar plagado de rojo en su casa donde guardaba los «trofeos fetiches» de sus víctimas, lo que fue robando a la personas que asesinó.
Antonio Ferrándiz. Alrededor de un asesino en serie
Su intención era violar y asesinar a mujeres que le recordaban a su madre. El motivo lo explicó el propio detenido en el juicio: «Cuando recordaba a mi madre y a mi suegra me entraba una especie de excitación, de vergüenza inconsciente, de agresividad, pensando en lo que me habían hecho. Tenía un temblor y escalofríos y me sentía llevado», llegó a decir.
Todo comenzó en 1974, cuando solo tenía 17 años. Desde pequeño era muy agresivo, llegando a maltratar a su madre y hermana, tirando a su padre, en silla de ruedas, por las escaleras de la casa. En 1978, es detenido acusado de ser 'el violador de la Vespa', siendo acusado de 12 violaciones. Fue condenado a 17 años en la prisión de Ocaña, aunque solo llegó a cumplir ocho.
Tras este ingreso en prisión, José Antonio Rodríguez Vega logró salir y empezó a trabajar como albañil, a todas luces, parecía que se había reinsertado en la sociedad. Sin embargo, comenzó a cometer los crímenes que harían de él uno de los asesinos más recordados de la historia de la crónica negra de nuestro país.
José Rodríguez localizaba a sus víctimas, todas ellas ancianas solitarias, y las embaucaba ofreciéndoles servicios como albañil, fontanero o, simplemente, recadero. Primero las observaba y estudiaba sus costumbres, y una vez tenía todos los datos sobre su forma de vida, las abordaba. Se ofrecía a hacerles reformas o reparaciones y, una vez dentro, las asaltaba sexualmente y las mataba tapándoles las vías respiratorias.
Así lo explicó él mismo en el juicio: las señoras que le habían caído bien durante las obras, pasaba a visitarlas con el tiempo con cualquier pretexto. Todas le recibían con agrado y mantenían largas conversaciones con él, hasta que las hacía proposiciones sexuales y, al ser rechazado, furioso, las atacaba hasta asfixiarlas. Así, hasta en 16 ocasiones. Causa de la muerte: «enfisema pulmonar y paro cardiaco».
El jueves, 19 de mayo de 1988, José Rodríguez fue detenido. En un primer lugar, confesó a la Policía haber asesinado a nueve mujeres, pero en días posteriores el número se elevó hasta llegar a las 16. Además, cuando los agentes procedieron al registro domiciliario de su casa hallaron las pruebas que sentenciaron su culpabilidad. Y es que, en su casa la Policía descubrió un cuarto decorado en rojo en el que tenía expuesta su colección de fetiches pertenecientes a sus víctimas: rosarios, joyas, alianzas, flores de plástico, muñecas. Todo lo guardaba por su recuerdo morboso. Acorralado por las evidencias, el 'mataviejas' confesó y fue condenado a 440 años de cárcel.
Rodríguez Vega cumplió los primeros 14 años de su condena en 10 cárceles diferentes de nuestro país. En 2022 fue trasladado desde la cárcel de Dueñas hasta el centro penitenciario salmantino de Topas, donde acostumbraba a presumir de sus crímenes frente a otros reclusos.
Pero su estancia en esta prisión no duró mucho: dos días después de pisar la cárcel el 'mataviejas' fue brutalmente asesinado por otros dos presos, González del Valle y Rodríguez Obelleiro.
Armados con un objeto afilado que pretendía ser un cuchillo, le asestaron a Rodríguez Vega un total de 113 puñaladas.
González del Valle y Rodríguez Obelleiro fueron condenados a 13 años de prisión, que fueron sumados a las condenas que ya cumplían, sin embargo, poco después, fueron anuladas.
El móvil del crimen nunca se llegó a esclarecer, pero González del Valle entró en la sala del juicio gritando: «¡He matado al Mataviejas!».
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