Mátyás es el nombre de un rey húngaro muy importante de la ciudad donde nació Agnes. Alexander hace referencia al famoso líder y estratega militar. Buscábamos un nombre fuerte porque nuestros apellidos (Altman-Vari) significan, literalmente, 'hombre viejo del castillo'. Necesitábamos darle energía al pequeño hombre viejo».
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Son los motivos que han llevado a una húngara y un argentino a escoger el nombre de Matías Alexander para su primogénito. Nació a las puertas de la Navidad, con el cariño y supervisión de profesionales de La Salud. El bebé encarna, para sus padres, la esperanza en tiempos complicados por culpa de la pandemia.
La vida, a pesar de todo, se abre paso. Su padre, Darío Altman Argandoña, tiene 35 años y nació en Buenos Aires. Es el mediano de tres hermanos. Hijo de una actriz y un guionista de telenovelas. «Me inicié en el mundo audiovisual pero por vueltas de la vida terminé como comercial en una empresa con fábrica en Alzira». En 2017 se mudó a Valencia y se casó un año después con Johana Agnes Vári, Agi, arquitecta húngara de 33 años, la mayor de tres hermanos.
El amor del que nace Matías tuvo su germen en 2015. «Gracias a unos amigos en común, cuando estudiábamos en Barcelona», recuerda la pareja. Así lo revive Darío: «Salimos varias veces y un accidente me dejó en muletas por algunos meses. Ella nunca dejó de acompañarme. De las salidas a bailar y excursiones a tardes de sofá, películas, cocinar... Y, ¡Dios mío, qué bien cocina ella!». Entre platos y besos, siete años juntos. Vivieron en Estados Unidos pero se decidieron a tener un hijo al volver a Europa, «en la terreta. A pesar de la pandemia, de mudarnos o de no tener a nuestra familia cerca, es el lugar perfecto para nuestro hijo». Cuando Matías se puso en camino eligieron La Salud. «Nuestra ginecóloga, Adriana Paredes, es un ejemplo de empatía».
Sus manos extrajeron al pequeño el 16 de diciembre. Así resumía el parto la especialista: «Espectacular. Un bebé fuerte que ha tolerado muy bien el proceso y una madre que se ha esforzado al 100%». Realmente, fue un paritorio internacional: padre argentino, madre húngara, ginecóloga mexicana y matrona valenciana. Eso sí, las primeras palabras de madre a hijo fueron en húngaro.
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El pequeño Matías rompe tendencia tras un 2020 en el que el crecimiento vegetativo volvió a hundirse más aún, con casi 7.000 nacimientos menos que muertes en la Comunitat en el primer semestre.
En una época en la que la maternidad llega a edades más tardías. En un tiempo en que la juventud valenciana paga las crisis encadenadas con dificultad para independizarse, encontrar trabajo o salarios dignos para formar una familia. Sólo la inmigración logró que el año pasado la región valenciana fuera una de las cuatro de España que creció en población, junto a Murcia, Cantabria y Canarias. 14.100 inmigrantes que son presente y futuro. En ninguna otra autonomía han llegado más foráneos que en comparación con la valenciana.
Para la pareja, «a pesar de la pandemia y la dificultad de criar vemos el futuro con mirada muy positiva. Nos inspira este desafío. Creemos que la llegada de esta alma pura y en blanco transmite la esperanza de un futuro mejor, todavía por escribirse, que podemos crear todos juntos si nos lo proponemos».
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Matías Alexander encarna la esperanza, la mirada al futuro de una sociedad ansiosa por celebrar. Un niño valenciano llamado a gestar un mundo mejor.
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