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Imagen de un vertedero
Imagen de un vertedero LP

Qué pasa con tu basura

Generar desperdicios es inevitable, pero contribuir a reducirlos o amortiguar su impacto medioambiental, social y económico no es solo una responsabilidad institucional y empresarial: también está en nuestras manos con pequeños gestos.

Alejandro Ricós

Valencia

Lunes, 10 de julio 2023

El incesante aumento de la población, los actuales hábitos de consumo desmedido y normalizado de productos de un solo uso, con una vida muy efímera o con envases innecesarios, provocan a diario una cantidad de basura que termina siendo un verdadero quebradero de cabeza para cualquier sociedad. La llamada gestión de residuos, es decir, su recogida, transporte y tratamiento, es una de las partidas más importantes en cualquier presupuesto municipal. Pero más allá de este aspecto económico resulta más preocupante el impacto que tiene sobre el medio ambiente. Nuestro planeta no es capaz de asimilar, de un modo sostenible y sin un potencial perjuicio para nuestra salud, todos los residuos y vertidos que liberamos en él.

¿Qué encontrarán sobre nuestra época los arqueólogos de dentro de cientos de años si es que todavía hay presencia humana en este planeta? Seguramente un gran surtido de productos no perecederos elaborados con materiales de difícil descomposición y que en su día cualquiera de nosotros no depositó en un contenedor para su reciclaje o destrucción.

A la problemática del volumen de la basura que generamos desde nuestros propios hogares hay que añadir una cantidad no menor de deshechos surgidos desde otros ámbitos de nuestra sociedad que irremediablemente también hay que recoger y tratar de un modo, incluso de un modo más específico y costoso.

Entre los distintos modos de gestionar los residuos es evidente el beneficio que a todos los niveles supone el reciclaje de aquellos que lo permiten. Además de reducir el volumen de basura que acabaría en un vertedero logra su transformación en materia prima reutilizable para fabricar nuevos productos.

En este proceso resulta fundamental la separación de los residuos en nuestros hogares. Pero ser partícipes activos como buenos ciudadanos en la fase inicial del proceso de reciclar no es tarea fácil. Hace falta espacio para reproducir las islas de contenedores que vemos en la calles en nuestras propias casas, con distintos cubos de basura, y, además, que todos sus habitantes cojan el hábito de la selección a la hora de tirar las sobras.

Ejemplo de disposición de cubos para seleccionar la basura en casa A. R.

Posteriormente, para que nuestro esfuerzo no resulte inútil habrá que depositar nuestras bolsas en los contenedores correspondientes. ¿Pero tenemos claro dónde hemos de tirar cada tipo de basura para que su destrucción se gestione del mejor modo posible?

A partir de ahí lo que pase con los residuos ya pasará a ser responsabilidad de las administraciones públicas que tendrán que recogerlos y trasladarlos a sus distintas plantas de tratamiento.

A continuación se detalla, a modo de ejemplo, el camino que siguen los envases que depositamos en un contenedor amarillo.

El coste de no reciclar

Sin embargo, aunque las calles de nuestras localidades estén pobladas de todos estos coloridos contenedores, y desde los medios e instituciones nos repitan sin cesar mensajes que reiteran la necesidad de reciclar y sus bondades para el bien común y medioambiental, seguimos sin reciclar lo suficiente. Somos un país puntero en muchos ámbitos solidarios sociales y sanitarios, pero aquí todavía tenemos una asignatura pendiente.

El pasado mes de marzo 26 entidades denunciaban a nuestro país ante la Comisión Europea por «incumplir el objetivo comunitario europeo de reutilización y reciclaje» en 2020, porque los datos del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico señalan que la tasa de reciclaje de residuos municipales ese año fue del 40,5 por ciento, lejos del objetivo del 50 por ciento que marca la normativa Europea.

Cada español genera casi media tonelada de residuos urbanos de todo tipo a lo largo de un año de los cuales la mayoría todavía son arrojados mezclados al contenedor gris de basuras donde las empresas que gestionan el reciclaje no entran y el sobrecoste de su gestión termina recayendo aún más en los ayuntamientos.

Pero tampoco es justo dejar caer todo el peso de la responsabilidad sobre la ciudadanía por no separar los residuos, consumir sin control y usar en exceso productos y envases innecesarios. Administraciones y empresas tienen gran responsabilidad en la perpetuación de este modelo de gestión que sigue incentivando el consumo excesivo y descontrolado de envases de usar y tirar o de productos de vida útil muy corta haciéndonos confiar en su futuro e hipotético reciclaje como única panacea.

De hecho, son las mismas empresas que producen estos materiales las que forman parte de las organizaciones que, teóricamente sin ánimo de lucro, organizan y controlan la gestión y tratamiento de estos mismos residuos que deberían volver a convertirse en producto a través del reciclaje.

Así, cuantos más envases de usar y tirar se consumen, más beneficio directo e indirecto se obtiene por su producción, recogida, tratamiento y venta de la materia prima transformada. Con esta fórmula el interés por reducir el uso de estos materiales y su consumo resulta evidentemente escaso, porque además el coste de lo no reciclado por no haber pasado por los contenedores de colores no recae en estas empresas sino en las administraciones públicas.

Una playa de India plagada de plásticos. EFE

Nadie cuestiona que el reciclaje es un proceso muy positivo para la gestión de residuos pero resulta evidente la necesidad de poner en marcha otras políticas encaminadas hacia la reducción del uso y consumo de productos de difícil reciclado o tratamiento y evitar el uso insicriminado e innecesario de envases de usar y tirar potenciando, por ejemplo, los reutilizables.

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