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El fotógrafo Steve McCurry ante su mítico retrato de la refugiada Sharbat Gula. Óscar Chamorro
Una mirada curiosa y apasionada

Una mirada curiosa y apasionada

Steve McCurry. El legendario fotógrafo expone en España un centenar de imágenes junto al retrato de la joven afgana que convirtió en un icono universal

MIGUEL LORENCI

Jueves, 18 de noviembre 2021, 00:44

«Sólo sigo mi curiosidad y mi pasión. Es lo que me ha movido desde crío y lo que aún me mueve». Lo asegura risueño Steve McCurry (Darby, EE UU, 71 años), una controvertida leyenda de la fotografía y autor de un icono universal, el retrato de la niña afgana Sharbat Gula, la más conocida del millón de fotos que conforman el monumental archivo del fotógrafo estadounidense. Es una de las cien imágenes de 'Icons', la completa retrospectiva sobre la carrera de McCurry que recala hasta febrero en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM).

El retrato de Sharbat, realizado en 1984 en un campo de refugiados de Pakistán y portada de 'National Geographic' en 1985, va camino de ser a la fotografía lo que 'La Gioconda' es a la pintura. Su popularidad es tal que oscurece el resto de la vasta obra de McCurry, que lleva cuatro décadas recorriendo el mundo y mirando a sus gentes a través del objetivo de su cámara.

«Agradezco lo que me ha dado esta imagen y que millones de personas se identifiquen con Sabrat y a través de ella con la tragedia de Afganistán. Creo que la foto fue beneficiosa para el país y para ella, y da prueba de la resiliencia y la fuerza del pueblo afgano», señala el fotógrafo. Casi veinte años después retrató de nuevo a la refugiada cuando ya era madre de tres hijos, pero ahora no tiene noticia de su paradero. «Ojalá esté bien. Estoy horrorizado por lo que pasa en Afganistán. Mi esperanza es que el país tenga un futuro mejor para sus niños y sus mujeres, que son las grandes víctimas de la situación. Es terrible ver como han perdido las libertades que habían conquistado y nadie sabe qué les deparará el futuro», dice.

Polémicos retoques

Tímido y afable, McCurry mantiene su semiatrofiada mano derecha en el bolsillo del pantalón. Desde que cayera por una escalera con cinco años, tiene limitada su funcionalidad. Eso no le ha impedido recorrer los cinco continentes, Leica en ristre, para formar un fabuloso y cuestionado corpus fotográfico. Y es que hace unos años se reveló que en algunas de sus fotos hay retoques, algo que McCurry no reconoció inicialmente. El diario 'The New York Times' denunció lo que para muchos es un fraude: poner o quitar elementos en una foto con herramientas digitales o el burdo corta-pega, práctica prohibida por muchas agencias y publicaciones. El crítico Teju Cole dijo que sus fotos eran «perfectas y aburridas» y que tal perfección «solo se consigue orquestando la imagen».

«Aquella polémica no ha cambiado mi manera de trabajar», dice hoy McCurry con gesto adusto. Pero vuelve al tono cordial para decir que «todos cometemos errores tanto en la vida personal como en la profesional». Unos errores que quizá le hayan distanciado de la mítica agencia Magnum, para la que no trabaja desde 1989. «Hago un trabajo más personal. Realizo autoencargos, como la serie de retratos de niños, sobre el budismo o sobre muros de todo el mundo que tengo en marcha», explica.

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