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La misionera y desinsectadora Azahara Hilario actúa con su instrumental en el lavabo de una vivienda de Valencia. J. L. Bort
Los oficios del verano

La misionera más temida por las cucarachas

Los insectos quieren conquistar el verano pero ella los aniquila. «Me dan asco y disfruto matándolos». La secretaria de una iglesia evangélica de Valencia es además una controladora de plagas que destina beneficios a misiones humanitarias

Miércoles, 28 de agosto 2024

-¿Qué es lo mejor de trabajar en esta época del año?

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-Luego hay vacaciones más baratas.

-¿Y lo peor?

-Que no ... puedo estar con mis hijos.

A Azahara Hilario el verano le pilla en una época dura de narices: ruptura de pareja, dos hijos adolescentes a su cargo y con el cometido diario de recorrer bares, restaurantes o casas de toda la provincia de Valencia para exterminar plagas de insectos. ¿Se lo pueden imaginar?

Pero esta vecina de Paterna de 40 años es más dura que algunas de las plagas que combate. Y halla una fuerza descomunal en su fe, «en que parte de lo que hago será para el prójimo». La razón es que destina a misiones en países desfavorecidos una porción de los beneficios de su empresa, AZeta Plagas 3D, una firma centrada en la sanidad ambiental y control de plagas. Ya saben, el séquito de bichos que tanto nos complica la vida en verano y que van desde las chinches, las avispas y sus avisperos, las gigantescas y pululantes cucarachas o el incansable mosquito tigre.

¿Cómo se ha gestado esta extraña relación entre los insectos y el altruismo? Azahara es hija de un controlador de plagas por cuenta ajena y una ama de casa. Estudió Administración y Finanzas en su momento, pero se dio cuenta de algo importante: «¡Es que los despachos me deprimen!». Fue dependienta y ejerce también como secretaria de una iglesia evangélica de Valencia, su otro empleo. Hace ya tres veranos, decidió crear su propia empresa de sanidad ambiental.

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«Con un sueldo mileurista y con la necesidad vital de ayudar al prójimo me pregunté: ¿Y si me hago autónoma y además ayudo a misiones de mi iglesia?». Dicho y hecho. Por eso destina una cuarta parte de lo que gana con el control de plagas a «poblaciones muy necesitadas en dos de nuestras misiones» en Santa Rosa (Perú) y Guajira (Venezuela).

«Con el calor esto se dispara»

¿Vacaciones? «Nada de nada. Mi plan es irme ya en febrero o marzo del año que viene a una misión a Brasil. Allí apoyaré a niños que sufren abuso, familias que se mueren de hambre. Ayudar sin parar». Su último periodo de descanso centrado en el disfrute personal «fue en 2021, con una semanita por Sevilla y Córdoba con mi familia».

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En su mochila acumula una decena de viajes humanitarios a Perú, Brasil, Venezuela, Colombia, Israel, Cuba, Angola… «Mi ilusión es que un día mis hijos me acompañen cuando sean más mayores», expresa la misionera desinsectadora. Pero hasta entonces hay que currarse el verano a muerte. La que encuentran a su paso mosquitos tigre, avispas, cucarachas, chinches, pulgas, garrapatas… «Con el calor esto se dispara. Son unas cuatro desinfecciones al día», describe durante su regreso de un exterminio de los pequeños 'okupas' en tres restaurantes de Cullera.

Azahara Hilario sonríe mientras muestra sus instrumentos de trabajo. José Luis Bort

En esta época el servicio estrella son los combates «contra cucarachas en locales de hostelería». O las casas que sufren asedios intermitentes de insectos. «En algunas, la cucaracha sube hasta el octavo piso. Me dan mucho asco, por eso me alegro cuando las mato». En su memoria laboral, un bar «con un panorama terrible. Estaban por cortinas, paredes, techos… Fue en abril del año pasado. ¡Infectadísimo!».

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Su horario estival es muy variable. «A veces voy cuando cierra el local sobre las once, por la toxicidad de los productos. Con las avispas hay que ir también cuando se pone el sol, por mayor seguridad. O con muy poca luz, a primera hora de la madrugada». Su palmarés es exitoso. «En tres años, ni una picadura». Y eso que cada verano neutraliza «cuatro o cinco avisperos».

«El vaso de mi vida está siempre medio lleno. No tener vacaciones importa poco cuando ves cosas tan duras por el mundo»

La desinsectadora se protege con una mascarilla con filtros especiales, guantes «y unas zapatillas de trabajo que nunca subo a casa por si me llevo crías o huevos. Las dejo en la furgoneta». Pese a su desagradable y caluroso verano (más si cabe con el equipo de trabajo), tiene sus momentos de consuelo. «Al ser autónoma, marco mis tiempos. A veces cae un bañito por las tardes con los niños en la piscina de mis padres y también dedico un tiempo al trabajo administrativo de la iglesia».

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Conclusión estival de Azahara: «Ser misionera me ayuda a llevar mejor cualquier sufrimiento. A ver el lado bueno de las cosas. El vaso de mi vida está siempre medio lleno, aunque no tenga vacaciones. Cuando has visto cosas tan duras por el mundo importa poco trabajar en verano o estar rodeada de insectos».

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