Quique Camps
Sábado, 9 de marzo 2024, 00:59
Los que me conocen saben de mi pasión por todo lo que rodea al mundo de las fallas; desde pequeño he sido fallero, y he ... podido comprobar la evolución de la indumentaria valenciana, sobre todo en los hombres. Recuerdo cuando vestíamos con aquella chaquetilla negra de cuello mao, debajo camisa blanca con pechera, aquel pantalón negro y el fajín con escudo de la falla. Según el rango, era morado, verde y rojo, el color que llevaba el presidente con sus borlas correspondientes cayendo en cascada sobre la pierna derecha. Lucíamos insignias intercambiadas con otras fallas en la solapa de la chaqueta tipo torera de raso. Entonces le llamaban el 'traje de cucaracha', íbamos de uniforme. A mí nunca me gustó, sobre todo porque había visto a los falleros de la falla King-Kong, que en aquella época vestían con la indumentaria tradicional valenciana, negándose a ir vestidos como íbamos nosotros. Los admiraba, siempre pensé que algún día yo también me vestiría como ellos.
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Afortunadamente, esa moda quedó obsoleta, y los hombres en la actualidad vestimos de saragüell o torrentí, lo que permite mostrar, al igual que la mujer, toda la riqueza de nuestra indumentaria.
Esta mañana fui al Cabanyal, a la tienda Vicemar de mi amiga Pepa Salvador. Es una experta en indumentaria que junto a sus hermanos Vicente y Mariló llevan desde 1960 vistiendo al hombre. Una empresa familiar, donde trabajan un gran equipo de profesionales, que cuidan al máximo todos los detalles a la hora de realizar el traje de fallero.
Al entrar al taller, veo colgados de la pared los patrones, de fondo el sonido de las máquinas de coser, los rollos de tejidos en las estanterías. Llama mi atención el colorido de las telas, el blanco de las camisas y un maniquí de sastre al fondo, con un chupetín de flores en color marrón; observo cómo los trajes van tomando forma y las modistas dan sus últimas puntadas. Es la magia de las fallas, se respira en el ambiente y de repente, en ese preciso instante, me invade el sentimiento fallero. Es difícil de explicar, no puedo contener la emoción; porque todo lo que me rodea, me recuerda que 'ja estem en Falles'.
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Al ver a Pepa nos damos un abrazo y lo primero que me dice: «Imagínate cómo han sido estos días previos a las Fallas en los que teníamos que entregar todos los trajes para nuestros clientes, son días de mucho trabajo». Cuenta Pepa que el hombre es muy exigente a la hora de encargar un traje, y en los últimos años ha crecido su interés por recuperar la manera de vestir más tradicional. «Nos piden mucho el traje torrentí para la ofrenda por tratarse de más lujoso y que utilizaban antiguamente los labradores valencianos para ocasiones más especiales. Está compuesto de chaquetilla, chaleco, camisa, faja y pantalón ajustado por debajo de la rodilla que deja ver las medias, ligas y zapatos. En la cabeza, el hombre suele llevar un mocador o una cofia o casquete hechos de ganchillo, y también pueden llevar gorros o sombreros como la rodina, el cossiol o la montera. El torrentí se confecciona en tejidos de raso y seda, en colores vivos, principalmente. No me olvido de los diferentes accesorios y complementos; los rosarios, escapularios, y relicarios lo convierten en un traje cargado de elegancia y tradición, sobre todo al hacerlo a medida y de forma artesanal.
Pero sin duda, el más demandado es el traje de saragüell. Es la vestimenta tradicional masculina valenciana, la de los labriegos; su origen es muy antiguo y se usaba sobre todo en la huerta, y entre los agricultores. Consta de camisa, calces, espardenyes, faixa, jupeti, mocador al cap, manta y el saragüell. Su estructura y patrón es básico, dos camales amplios, ceñidos a la cintura mediante una veta y una unión en la entrepierna donde se colocaba un cuadradillo. Si hace frío, o queremos ir más arreglados, se puede añadir la negrilla, de paño en color oscuro, y una chupa encima del chaleco. Además, se acompaña de las mantas, que pueden ser de varios tipos; como la morellana o la de Bocairent, y que se llevan en el hombro.
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También están los blusones falleros, una prenda muy tradicional, que representa el arraigo a la cultura valenciana, y que usamos mucho en el casal, para hacer las paellas y jugar nuestras partidas de truc o dominó. Lo combinamos con pantalones de pana y faja, es un traje de huertano. Era de uso cotidiano por nuestros antepasados -¿habéis visto la variedad de trajes que tenemos los hombres?-. La indumentaria valenciana y la moda cobran un papel muy importante en la historia de las Fallas.
En estos días, Valencia se transforma en una ciudad llena de luz y color, de música y tradición. Ya huele a pólvora, a buñuelos de calabaza y a chocolate. Con la llegada de marzo damos la bienvenida a las Fallas, la millor festa del món. Así que vamos a disfrutarlas y vivirlas intensamente.
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