Incluso las historias de emprendimiento, los casos de éxito empresarial que menudean en una tierra tan creativa como la valenciana, admiten un relato inspirado en ... las viejas reglas de la narrativa contada a los niños: érase una vez… Érase una vez una empresa formada por una familia de Ontiyent, con larga y provechosa experiencia en el ámbito del mercado textil (rama hogar), que decide embarcarse en un proyecto que se aleja algo de su trayectoria clásica para alimentar un intangible. Un sueño. El sueño que alumbraron los Gisbert, padre e hijo, luego de que el pequeño Joan, de 22 años, volviera de una experiencia de Erasmus en Breda mientras estudiaba en la EDEM y compartiera con su progenitor, Juan, esa idea todavía entonces en estado precoz. «En los Países Bajos vi que era muy habitual que se recolectaran pieles de naranjas de bares, hoteles y supermercados donde hacen zumo con ellas para que darles una nueva vida y me di cuenta de que quería hacer algo en esa línea», explica Joan, de visita en Valencia, donde madura el lanzamiento de su primer catálogo de muebles elaborado con material reciclado: vaqueros, sábanas, textil de automoción, cuero, microfibras, entre otro... Tejidos desperdiciados que en su proyecto sustituyen a las pieles de naranja de Breda.
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En su auxilio acudió, en aquel primer momento de exploración, su padre, que dispone de una larga experiencia en el sector. También él hizo suyo el mandato de construir un nuevo proyecto que declinara el concepto de moda (la palabra sostenibilidad) y orientó los pasos de su hijo a través de un TFG donde ya estaba sembrada la semilla de su criatura recién nacida, no por casualidad llamada Creavalo: la fusión entre crear y valor, una marca cuyo nombre se emparenta de modo natural con la idea de creatividad. Entre ambos cayeron en la cuenta de que ofrecer una nueva vida al ingente aluvión de desperdicios que genera nuestra sociedad, a escala global, dotaba de un sentido adicional a su aventura empresarial. Y puesto que la trayectoria de la empresa estaba vinculada al sector textil, dirigieron su mirada hacia ese rincón específico del derroche que distingue a nuestra civilización: las toneladas y toneladas de materiales que enviamos a la basura.
«Ahí nace la idea», recuerdan ambos: una fusión entre el aprendizaje universitario, la tradición manufacturera en tejidos de Ontiyent y una especie de Eureka que Juan Gisbert, de 54 años, entonó para sí mismo de visita en la feria de Francfort, la más importante del gremio. «Me di cuenta de que las nuevas tendencias apostaban por propuestas que tenían como denominador común la idea de cómo reutilizar los desperdicios», señala. Palabra clave, reciclar. Bajo ese espíritu, Joan se puso a redactar su TFG: estamos a finales del año 2022, su trabajo se presenta en Lanzadera, presenta Creavalo como startup y el proyecto recibe el aliento reflexivo de su padre, que había aprovechado el parón de la pandemia para dedicar su tiempo a conjugar el verbo pensar. El resultado de ese proceso reflexivo se puso al servicio de Creavalo, que para febrero del año pasado ya es algo más que una idea: «Vimos que el textil valenciano tenía una gran tradición y que competía en un mercado que de repente se había sofisticado: las marcas de renombre apuntan a un nuevo horizonte y nosotros pensamos que podíamos hacer eso mismo desde Ontiyent, a nuestra escala. Fusionar lo local y lo global. Nuestra tradición textil con las nuevas tendencias que se basan en cómo reutilizar materiales como el tejido vaquero».
Creavalo vino entonces al mundo basado en el aprovechamiento del material textil (vale cualquiera, pero la marca se interesa sobre todo por la ropa vaquera), que resucita como una apuesta muy original en otro sector empresarial muy caro al ADN valenciano, el mobiliario. Los Gisbert habían investigado a fondo para garantizar la buena salud de su recién nacido y luego de observar (y de estremecerse, como toda alma sensible) las montañas de ropa que se acumulan en rincones del planeta como ciertos países africanos o el desierto chileno de Atacama, decidieron acometer su proyecto: de esos tejidos desperdiciados nace una colección de muebles en alianza con Punt Mobles, una empresa radicada en Paterna, que se beneficia de otros acuerdos con distintos emprendedores también de la Comunitat: desde el aliento estético que asegura el equipo de diseño Odosdesign, hasta la acabada producción que Creavalo pone en manos de una factoría de Elda, pasando por la asesoría que en materia de aprovechamiento de residuos presta Alfonso Morant, un experto en este ámbito.
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Gracias a su tutela supieron que en Europa generamos al año 12,6 millones de toneladas de desperdicio textil. Pura basura que en su empresa adopta ahora la forma de taburetes, mesas, jarrones, bandejas… «Producimos un material mobiliario que es textil en el 90% del total, con apenas el 10% de aglutinante», subrayan. «Para producir una bandeja, por ejemplo, necesitamos unos cuantos vaqueros», añaden. Son piezas, por cierto, de elevado atractivo, porque el proyecto de Creavalo apuesta por una clase de mobiliario «que aporte valor». Muebles pensados para zonas nobles de hoteles, hogares con esa misma ambición, grandes superficies donde este singular mobiliario resucite en su primera versión: concluida su vida útil, se pude triturar de nuevo la borra resultante, para que vuelva a nacer otro producto y todo el proceso entre en bucle.
Un bucle de constante reciclado, «que consume cero agua», como advierte la familia Gisbert, que se inclinaron por el vaquero porque precisamente es un tejido que genera mucho desperdicio y que está a punto de presentar en sociedad el resultado de aquellos desvelos iniciales, de esa intuición original que nació en el joven Joan y desarrolló luego bajo la orientación paterna: en abril acuden a la feria de Milan con su primera colección, llamada Nuvol, que se comercializará en marzo a través de la web de Punt Mobles. Final feliz. Se disponen los protagonistas de esta historia a comer perdices, mientras de propina dejan esta moraleja: su pretensión de que Creavalo vea la luz mediante una apuesta por la sostenibilidad que «busca hacer partícipe al cliente». «Es nuestro granito de arena para solucionar un problema global», concluyen.
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