Urgente Última hora del temporal de lluvias en la Comunitat

El Museo que guarda la memoria de cuando Ontinyent arropaba a España

Las instalaciones acometen su ampliación con la inminente apertura de la segunda fase, casi dos años después de su inauguración: una recomendable visita por la historia de la moda, la industria textil y la cultura de la Comunitat

Jorge Alacid

Valencia

Jueves, 25 de julio 2024, 00:47

Cuenta Marta Berlanga, responsable del Museo del Textil de la Comunitat que se aloja en Ontinyent, que cuando guía a los grupos de jóvenes que ... se interesan por conocer esta apasionante veta de la historia de su municipio, y del conjunto de la Comunitat, se suelen detener fascinados ante uno de los telares donde les saluda una suerte de iniciación a la informática: son una serie de dispositivos taladrados donde habita el lenguaje del Jacquard, el venerable método de confección de naturaleza artesanal, que se valía del ingenio de aquellos pioneros en el arte de tejer. Una suerte de programadores informáticos de primerísima generación y raíz artesanal, que se ayudaban de este mecanismo para facturar mantas, colchas y otros elementos textiles, mientras de paso rendían tributo a una tradición que se remonta a nuestro pasado árabe, cruza los siglos y desemboca en el fecundo momento que hace unos cien años vivió desde luego Ontinyent pero también toda su comarca.

Publicidad

Alcoy, Bocairent y alguna otra localidad del entorno se beneficiaron de la expansión de una industria que alimentó a miles de hogares y, de paso, profundizó en el arraigo en la identidad valencia de una clase de cultura muy vinculada a nuestro pasado: imposible entender la Comunitat sin la contribución de la seda y los maestros sederos. Imposible también interpretar nuestra hora presente sin darse una vuelta por este Museo que estos días se asoma a una etapa clave: en unas semanas concluirá las obras de la segunda fase, que proporcionará un impulso adicional a una interesante entidad nacida hace un par de años.

A finales del 2022 abría sus salas este Museo ubicado sobre la antigua fábrica de mantas de la familia Revert, uno de tantos pulmones industriales que en su día hicieron de Ontinyentun emporio textil a nivel nacional. Subraya Marta Berlanga que todavía hoy, lejanos aquellos años de gloria mayúscula, la localidad puede presumir de ser el municipio de España que cuenta con más empleados del sector, como se evidencia dando un paseo por sus calles y escuchando a quienes apuntan cómo, por ejemplo, justo enfrente de donde se sitúa el Museo se alzó antaño otra de sus factorías más célebres, la de Paduana, que en la jerga local incluso da nombre al puente sobre el río Clariano por donde se accede a Ontinyent.

Manterol, Torró, Gandía Blasco… La sucesión de bien conocidas marcas es abrumadora y tiene su reflejo en la colección permanente del Museo, a punto de trasladarse a la ampliación del edificio donde ahora se ultiman los preparativos que dotarán de una nueva vida a la entidad. Entre esos fondos, además de los telares que tanto llaman la atención al sector más joven de los visitantes, se agrupan en las vitrinas otros fondos de gran valor, que llegaron hasta aquí fruto de adquisiciones y también de donaciones. El legado de la memoria fabril que hoy cristaliza en la puntual llegada de libros contables, catálogos y otros bienes que los hijos más venerables de la población depositan en manos de Berlanga, a la espera de contar en el edificio con sus propias estancias dedicadas a biblioteca y servicio de documentación.

Publicidad

Hasta que llegue ese día, la visita transcurre mediante un hilo conductor que bien pudiera encarnarse en las delicadas joyas que el artista Vicente Enguidanos, el último velluter de Valencia, dejó para la posteridad en estas salas. Hay también revistas y fotografías, material cedido por los grandes emblemas del Ontinyent textil, como los citados Revert, Manterol o Paduana, piezas que se atesoran como las reliquias que en realidad son y que nos devuelven al tiempo en que bullía la actividad industrial por la ciudad entera. Lo atestiguan también otros edificios aledaños, como el molino que bebe del cercano Clariano y hace frontera con la fábrica de Revert, pared con pared con la fábrica de hielo cuyos huesos aún resisten. Una gestión compartida entre el Ayuntamiento y la Fundación que puso en marcha el Museo asegura que esta memoria colectiva también sobreviva y se interese por ella la nueva generación de vecinos del lugar, que tal vez se pregunten por esa misteriosa chimenea alzada junto al Museo, testigo igualmente del tiempo en que la actividad textil disponía de un dinamismo superior: el que procuraba el carácter intrépido de todas aquellas sagas de empresarios, como los Terol por ejemplo, que protagonizaron el siglo pasado un ejemplar alarde de innovación y audacia, aseguraron que no faltara el pan en ninguna mesa.

Los miembros de aquella dinastía del empresariado del siglo XX fueron capaces de traer hasta este rincón de la Comunitat los principales avances científicos: maquinaria de última generación, experimentos en tejidos que contaron con el apoyo del gigante alemán Bayern y otras admirables proezas que ahora son carne de museo. De este museo que además da idea cabal del enorme sacrificio que suponía en los tiempos de nuestros abuelos sacar adelante un oficio muy exigente, con una considerable carga de trabajo, condiciones laborales muy de la época (a la maquinaria que operaba con borra le llamaban por ejemplo el diable, porque era habitual sufrir algún percance en su manejo) y un horizonte que entonces era en blanco y negro: aquella España de mediados que abrazó la modernidad en Ontinyent a bordo de algunas marcas (y hay que citar de nuevo a Paduana o Manterol) que son un emblema de nuestra cultura. De la valenciana y de la España entera.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€

Publicidad