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Son piezas artísticas, verdaderas filigranas donde se atesora la huella indeleble del talento de sus creadores, pero son también una acabada muestra de cómo ha ... ido evolucionando la historia de la moda a través de los siglos. Peines (y peinetas, que no son lo mismo pese a que la jerga popular tiende a pensar en ellos como equivalentes) que forman parte de lujosas colecciones particulares y privadas, recopiladas por un auténtico sabio en la materia: Francisco Zanón, un atento aficionado valenciano a los entresijos de la indumentaria, que ha reunido 150 de estas piezas en una exposición que puede verse en el Museo González Martí hasta el 23 de marzo.
Los peines (y algunas peinetas) lucen en unas salas situadas en el primer piso según un itinerario histórico que explica cómo ha ido cambiando la forma de facturarlos a lo largo del tiempo. También ayuda a entender su progresivo declive, vinculado a cómo las tendencias imperantes en cada momento justifican su pérdida de protagonismo: quedan lejanos los tiempos de su entronización como parte sustancia de la vestimenta valenciana, en los albores de su nacimiento. Cuando, como recuerda Zanón, «se generó en Valencia una tipología concreta»: se refiere al llamado peine valenciano, «que acabó por convertirse en el elemento más significativo del atuendo femenino valenciano». Son esa larga serie de peines que, en efecto, añaden una copiosa información a quien visite la exposición, porque aportan datos muy relevantes para entender cómo ha ido avanzando nuestra sociedad.
De las piezas que incluyen detalles decorativos de orden figurativo a las que muestran un tamaño progresivamente mayor (de acuerdo con su creciente importancia en el conjunto de la vestimenta), hasta aquellas que incorporan incluso ornamentación grabada sobre el metal, plata en la mayoría de los casos, en los años inmediatamente previos a que entren en decadencia. Es ese momento en que la peineta (que ojo: no es lo mismo, habrá que insistir) releva al peine original, tal vez porque su colocación en el remate del peinado trenzado propio de la indumentaria de valenciana resulta más sencilla.
De modo que esta exposición algo tiene de rememoración de aquellos siglos en que el peine representaba no sólo un gesto de reivindicación local, asociado a la identidad valencia que se expresaba a través de esos ejemplares que brillan en el González Martí. También es una reflexión de cómo reunía a su alrededor a un completo catálogo de actores fundamentales para entender la importancia que su confección llegó a tener; en primer lugar, los artesanos, desde luego, protagonistas indiscutibles de aquel tiempo de hegemonía de plateros y otros orfebres, maestros en el arte casi de miniatura que habita en sus criaturas, como es el caso de Tomás Rocafort, algunas de cuyas creaciones destacan en las estancias del museo.
Pero la exposición también es una muestra de la trascendencia que tuvieron aquellas familias de Valencia que impulsaron esta brillante manifestación artística, sobre todo en los primeros años del siglo XIX, cuando su uso se generaliza, según un canon que se había ido fijando en la sociedad valenciana durante el siglo interior. A esta época pertenece buena parte de los tesoros que aquí se exhiben, en unas vitrinas que rinden tributo al gremio de plateros y también a las sagas de antiguos vecinos de la ciudad que fomentaron el trabajo en los talleres donde se facturaban estas joyas, que fueron mientras se popularizó como recurso para la vestimenta algo más que un bien artístico.
La exposición presenta en este punto precisamente una reflexión en torno al papel que jugaba la mujer en el tiempo finisecular y acaba expidiendo el acta de defunción del peine, cuando la vieja sociedad agraria donde tenía más sentido se empieza a extinguir, cuando de ser un elemento típico pasan a ingresar en el territorio de lo tópico, como reza el título de la muestra. Es ese momento del siglo XX en que Valencia dice adiós al peine y hola a la peineta... que no son lo mismo. ¿En qué se diferencia? Zanón, comisario de la exposición junto a Virginia Zanón, lo explica en esta frase que sirve como conclusión: «Los peines y las peinetas son, funcionalmente, la misma pieza, destinada a »coronar« el moño (el único moño). ¿Sus diferencias¿ Son tipológicas: los peines presentan el característico perfil elevado en su centro, mientras que las peinetas son rectangulares, más pequeñas y menos pesadas. Y más baratas y más ponibles».
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