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FERNANDO ITURRIBARRÍA
Viernes, 7 de septiembre 2018, 01:05
Esteban Morillo nació el 4 de diciembre de 1992 en Cádiz, de padre español y madre francesa. De niño se afincó con su familia en la región de Picardía (norte de Francia), donde comenzó a frecuentar grupos neonazis. Desde el martes es jugado en París por la muerte a golpes de un activista antifascista en una pelea callejera en 2013. Se arriesga a una condena de 20 años de prisión por homicidio involuntario agravado. Ante el tribunal y el jurado se ha mostrado profundamente arrepentido. «He cambiado y no quiero que se acuerden de mí como era antes», implora.
Entre el antes y el después está Clément Méric. Militante antifascista, antirracista, antiespecista y antihomofobia. Estudiante brillante, había salido de su Bretaña natal para cursar Ciencias Políticas en París. Tenía 18 años y aspecto frágil, secuela de una leucemia. El 5 de junio de 2013 murió desnucado ante la iglesia San Luis de Antin, en pleno centro de la capital francesa.
En una pelea con un grupo de 'skinheads' recibió varios puñetazos, cayó hacia atrás y se golpeó la cabeza con un bolardo. La acusación sostiene que el agresor principal fue Morillo, que pertenecía a las Juventudes Nacionalistas Revolucionarias. Era el violento servicio de orden de Tercera Vía, grupúsculo ultraderechista que fue disuelto por el Gobierno tras el trágico suceso.
Morillo comparece en el juicio trajeado y repeinado. Tiene 35 kilos más que los 75 que pesaba hace cinco años. Se ha quitado los tatuajes fachas que lucía entonces. Ya no lleva en el brazo las iniciales de 'Trabajo, Familia, Patria', lema del régimen de Vichy colaboracionista con el ocupante nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Poco se parece a aquel cabeza rapada de cráneo afeitado, chupa de cuero, botas militares y camiseta estampada '100% pura raza'. Pecados de juventud descarriada. «He cambiado».
«Nací en Cádiz en 1992, en España. Llegué a Francia muy joven. Mi madre es francesa, mi padre español. Tengo una hermana y un hermano mayores», se presentó. «En casa siempre hubo buen ambiente. Se hablaba de todo excepto de política, dinero y religión», relató antes de resumir su biografía. Niño un poco soñador, alumno aislado y deportista, malas notas, aprendiz de panadero, prácticas con un comerciante que lo acosa moralmente, reciclaje en el sector de la seguridad... Nada dijo de su trauma infantil, una agresión sexual sufrida a los diez años.
Su madre se lo contó luego a los jueces. «Fue víctima de un violador en serie que enseñaba judo y fue condenado a 19 años de prisión», testimonió. La mujer alegó que su hijo cometió «errores de juicio, como todos los adolescentes». «Cuando se marchó de casa a los 18 años y se fue a vivir a París, seguro que hizo malas amistades», opinó.
Con fuerte acento español, el padre lo definió como «buen chaval de buen corazón» al que abroncaba por los tatuajes. «¿Qué quieren que les diga? Es duro para un padre», musitó.
Morillo explicó que entró en el mundillo ultra para hacer amigos. Los tatuajes eran «para impresionar a los colegas y que me aceptaran», pero sin conocer su significado. «No sé nada de política», aseveró. En su página de Facebook, ya cerrada, el único libro mencionado era 'Mein Kampf', de Adolf Hitler, prohibido en Francia. «No me acuerdo y no lo he leído», juró.
Lamentó aquellas frecuentaciones que «no me han aportado más que problemas y es algo que llevaré pegado a la piel hasta el fin de mis días». «Salir de la extrema derecha es difícil, no se hace de un día a otro. Ahora soy más reflexivo, menos influenciable», argumentó.
El neonazi arrepentido pasó quince meses en prisión preventiva. Al salir de la cárcel colaboró con Traperos de Emaús hasta que su cara salió en televisión y la asociación filantrópica le pidió que se marchara. Lo mismo le ocurrió en un trabajo de seguridad contra incendios y en una agencia de limpieza. Ha rehecho su vida con una joven a la que conoció hace tres años y con la que en diciembre último compró una casa. «Con mi mujer tengo la intención de abrir un refugio para animales maltratados», anunció.
Su abogado, el cotizado penalista Patrick Maisonneuve, aseguró que «desde su encarcelación no tiene ningún vínculo con la extrema derecha». «Reconoce haber propinado dos golpes a Méric pero niega haberlo hecho con un puño americano», señaló. Dos de estos utensilios metálicos fueron descubiertos en el registro domiciliario. La sentencia se conocerá el próximo viernes, último día del juicio.
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