-¿Qué es lo mejor de trabajar en esta época del año?
Publicidad
-Que conoces a gente extraordinaria.
-¿Y lo peor?
-Todos están de vacaciones, en especial los amigos. Y yo no.
«Mi pasión es hacer sonreír. Busco contagiar alegría». Es la ... declaración de intenciones de Beatriz Luján, de 47 años y nacida en Valencia, otra profesional para la que el verano es no parar. Su hábitat natural en esta época son las fiestas, salas de baile o piscinas de hoteles de la Costa Blanca. Está al frente de su empresa, Animación Benidorm, y suma tres décadas de animadora, coordinadora y jefa de animación en muchos hoteles de esta zona del litoral alicantino.
«Yo empecé en esto por casualidad», confiesa. «Con 17 años, hice un curso de animación para pagarme la carrera de protésico dental, pero me enamoré de esta profesión y aquí sigo». Cambió aparatos bucales por 'churros', disfraces, 'pintacaras'... Se casó, se mudó a La Nucía y hoy es madre de una hija de 18 años que sigue sus pasos mientras cursa Educación Infantil. «¡Por primera vez va a cantar este año en un hotel!».
El verano es la época dorada para el sector. También la más sacrificada. Estima en un 80% la actividad que se concentra en estos meses y en Semana Santa. Además de animar, Beatriz coordina a otros ocho profesionales de su empresa. Y, por supuesto, es de las que pospone sus vacaciones. «Ya estoy acostumbrada. Llevo muchos años haciéndolo», asegura resignada.
Publicidad
Su jornada en este agosto arranca a las 10 horas en La Nucía. Y, a partir de ahí, torbellino animador. A mediodía, 'aquadance', waterpolo, dardos o bolos en un hotel de Benidorm. Media hora para comer a las 14. A las 15 horas, manualidades, clases de baile o golf. A las 17, rumbo a Alfàs del Pi a otro hotel de l'Albir para formar a otra animadora hasta las 23.30. «Al menos, nos dan comida y cena en los establecimientos», se consuela. De vuelta en casa «sigo montando carteles o programaciones».
En realidad, ningún miembro de su familia está de vacaciones: madre animadora, hija animadora y padre en una empresa de servicios. «Él también comparte mi profesión. ¡Nos conocimos animando!» Sueñan con una escapada a Cancún o un viaje en caravana «en octubre o noviembre». Pero aún queda lejos. Ahora toca lidiar con el estrés diario.
Publicidad
Lo de animar y cobrar por ello parece 'la vie on rose'. Pero tiene su estrés y dificultades. Para Beatriz el desafío diario es «empezar a la hora prevista» y eso, en Benidorm, es complicado. «Hay tráfico, problemas para aparcar... Y cuando logro llegar, algún cliente me para para charlar. Claro, están de vacaciones, relajados y no lo piensan. Pero yo tengo que empezar mis sesiones, con gente esperando que se puede mosquear».
Con 20 años, Beatriz tuvo claro que lo de animar tiene sustos y tropiezos. «Era el típico juego. Yo, disfrazada de bebé, y una señora mayor persiguiéndome para darme el biberón. No me pillas, no me pillas... Y plof. Se cayó y se abrió la cabeza. Acabé con ella en el hospital», recuerda.
Publicidad
Tampoco es fácil cuando los excesos de alcohol convierten a un huésped en un dicharachero tambaleante y eufórico a la caza de micro para entonar la canción de su vida. O lo que salga. «Ahí tienes que intentar poner límites sin dejar de sonreir», apunta Beatriz. «Simpática, pero firme». En otra ocasión le picó una avispa en la mano en pleno 'aquadance'. Se puso a gritar y los de la piscina imitaban sus quejidos y movimientos sin reparar en que ya no era un juego, sino una persona en apuros.
«Otro día fue aún peor. Un cliente me empujó al agua por hacer una gracia y me rompí un tobillo». Acabó lesionada en plena temporada alta de trabajo por la ingenua tontería del huésped bromista.
Por no hablar de «algunos niños malcriados, no todos, de los que sus padres se desentienden por completo en los hoteles. Cuando no tienen algo lloran como si fuera el fin del mundo».
Publicidad
La infancia «ha cambiado mucho», reflexiona. «Los pequeños aún mantienen su inocencia, pero a partir de los 13 o 14 ya no quieren bailar ni jugar. Se quedan en la hamaca con el móvil». El tiro con arco «aún les llama algo, pero de las manualidades pasan bastante». A Beatriz le hace «muy feliz conseguir arrancar a los chavales de esas pantallas y que las familias hagan juntas cualquier actividad». Lo vive casi como un logro personal, un bien para la sociedad.
De tanto tratar con turistas a lo largo de los años, Beatriz domina inglés, francés y hasta algo de holandés. Y en el lado positivo «encuentras a gente relajada, de buen rollo, y puedes hacer excelentes amistades. Tengo amigos en Noruega o Inglaterra. ¡Hasta me invitan a sus casas!».
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.