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Cada día, desde que estalló la guerra, el Papa llama a la parroquia de la Sagrada Familia de Gaza, en el barrio de Zeitun, iglesia ... y refugio para unas 600 personas, entre ellas un grupo de ancianos y discapacitados. En la Sagrada Familia, los cristianos tienen iglesia, escuela y residencia para sacerdotes y para las hermanas del Instituto de las Servidoras del Señor y la Virgen, las Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta y el Instituto de las Hermanas del Rosario. Es un oasis cercado por altos muros dentro de la zona antigua, una parte de la Ciudad de Gaza que no se ha librado de los bombardeos, donde la voz de Francisco Bergoglio supera el bloqueo por tierra, mar y aire que ha impuesto Israel para recordar a la pequeña comunidad que el mundo reza por ellos.
En cada llamada, el Papa habla en español con el padre Gabriel Romanelli, religioso argentino del Instituto del Verbo Encarnado (IVE), que lleva más de dos décadas en Oriente Medio y está al frente de la parroquia. La guerra le sorprendió en Jerusalén, pero no descansó hasta que se abrió una ventana y pudo retornar al infierno de Gaza para vivir los duros momentos de la guerra con su comunidad. «A pesar de su hospitalización y de un apagón nos llamó dos veces anoche para agradecernos nuestra cercanía», declaró el lunes Romanelli a la Oficina de Prensa del Vaticano. Francisco llamó por videoconferencia a las siete en punto, como siempre, «escuchamos su voz. Es cierto, está más cansado. Él mismo dijo: 'Tengo que cuidarme'. Pero su voz era clara, nos escuchaba bien», apuntó Romanelli.
«El Papa, a diferencia de otros líderes occidentales, ha captado la dimensión del genocidio y se ha acordado de esta pequeña iglesia que está en medio del horror. Será recordado por gestos tan sencillos como este, por su contacto diario con esta comunidad que está al borde de la extinción», opina el analista palestino Xabier Abu Eid, amigo personal del padre Romanelli.
Tierra Santa
La presión dentro y fuera de la verja de separación ha empujado a la mayoría de los cristianos de Gaza a emigrar y el número se ha reducido de unos 3.500 en 2006 a poco más de mil. La mayoría son ortodoxos griegos, pero entre ellos hay también 134 católicos y algunos protestantes reunidos alrededor del Hospital Al Ahli, construido por misioneros bautistas a comienzos del siglo XX y administrado durante décadas por el obispado anglicano de Jerusalén.
Gaza, sin embargo, no es como Irak o Siria, otros dos países de la región con un éxodo masivo de cristianos desde la invasión de Estados Unidos en 2003 y el estallido de la guerra civil en 2011, porque «aquí no hay persecución. La vida es posible, pero es muy difícil y si las cosas no cambian entonces sí será imposible. Cuanto más tiempo pase todo irá a peor, no se puede tener a dos millones de personas encerradas. Existe el Estado de Israel y el pueblo palestino también tiene derecho a existir», confesó el padre Romanelli a este periodista en una visita a la Franja antes del ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, desde entonces Israel cierra el paso a la Franja a los informadores extranjeros. El religioso argentino siempre mide sus palabras ante los reporteros para evitar problemas y mucho más desde que los israelíes lanzaron su venganza por los ataques de Hamás, una operación que ha dejado ya más de 60.000 muertos, según el ministerio de Salud.
Esto es Tierra Santa y por Gaza pasó la Sagrada Familia camino de Egipto, recuerdan una y otra vez los fieles para reivindicar la importancia de su presencia aquí. A sólo 100 metros de la Sagrada Familia se encuentra la tumba de un Sansón quien, según el mismo Libro de los Jueces, «tomó las puertas de la ciudad con sus dos pilares y su cerrojo, se las echó al hombro, y se fue y las subió a la cumbre del monte que está delante de Hebrón». En el siglo XXI poder seguir los pasos de Sansón y superar la verja levantada por Israel es un sueño imposible en una Gaza en la que el plan de Donald Trump amenaza con borrar su milenaria historia cristiana.
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