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En un cajón de su dormitorio, José guarda una colección de tapones para los oídos. Tiene un amplísimo repertorio. «Los he probado todos. Y estos son los mejores», afirma sonriendo y en todo jocoso. Pero realmente, ni él ni los vecinos de la zona están para bromas. Para ellos, vivir junto al paso a nivel de Alfafar se ha convertido en una pesadilla. Los pitidos del tren se han intensificado de una forma insoportable para muchos de los residentes, que han creado una plataforma con tal de exigir el soterramiento de las vías. El ruido y el peligro que representan son los argumentos que ponen encima de la mesa.
Ansiedad, taquicardias… José habla sobre la severidad de las consecuencias de la contaminación acústica sufrida junto a la estación de Alfafar-Benetússer. «Evidentemente, los maquinistas no tienen la culpa. Ellos tienen que hacer su trabajo. Hay una señal de que tienen que pitar porque hay un paso a nivel que está matando a gente. Siento mucha impotencia y mucha rabia de que no se estén poniendo soluciones», lamenta el afectado, quien está encabezando la movilización vecinal.
Justo antes de atravesar la pasarela, José se cruza con Carmina Guerola, directora del colegio María Inmaculada. En el centro educativo, a escasísimos metros de las vías ferroviarias, también se tiran de los pelos. «Lo que más nos afecta son los trenes de mercancías. Cuando pasa un tren de mercancías la duración de paso es muy elevada y entonces los profesores tenemos que dejar de hablar durante unos minutos porque no se nos escucha. Paralizamos un poco la explicación de la clase que estemos dando hasta que el tren de mercancías deja de pasar y sobre todo deja de pitar, porque pita desde bastante lejos. Es una barbaridad», afirma la docente. Pero hay más: «A veces, el mercancías mueve el colegio. Se nota la vibración en algunos lugares».
Al otro lado de las vías, un ambulatorio, una escuela de adultos… «Esto es tercermundista ya en el 2023», lamenta José, quien se aferra a los datos: «Sobrepasa todo derecho. Han venido a medir y son más de 100 decibelios. Eso es ilegal. Son bocinas de barco. Sobre todo las mercancías tienen una bocina que es una bestialidad». Y la frecuencia, en horas punta, puede ser «de dos trenes cada cinco minutos». Sin embargo, para José, los momentos críticos llegan cuando toca meterse en la cama: «Los cercanías dejan de pasar a las 11:30 de la noche, pero siguen pasando mercancías. Están pitando a la una de la madrugada, a las cuatro de la madrugada… Y a las cinco y a las seis empiezan ya a pitar otra vez los cercanías. Hay gente que se despiertan a las cuatro sobresaltada. Que piten por la noche es lamentable».
Un entorno que pasa factura a los residentes: «Está afectando sobre todo a nuestra salud. Esto afecta de forma que la gente está cogiendo ansiedad, depresión». El día a día de José se ve condicionado: «Aparte de que me genera insomnio, en las actividades que hago no me puedo concentrar porque de repente suena un pitido y me saca de la actividad. Pierdes calidad de vida». Incluso hay un vecino ingresado en el hospital por problemas mentales: «Él tiene otra enfermedad, pero a causa de cogerse la baja se obsesionó con los pitidos y ha cogido una enfermedad psiquiátrica. Cada cinco minutos, un tren. Es continuo. Es todo el día. 24 horas pitidos».
Al margen de los tapones para dormir, José ha tomado otras medidas: «Para aislarnos, he cambiado todas las ventanas. Pero el pitido es imposible de anular. Y cuando podemos, nos vamos los fines de semana. Nos vamos cuando tenemos un hueco, nos vamos de aquí porque esto es un estrés y una barbaridad. Fui al psicólogo y me mandó mindfulness, relajación, yoga... Pero es imposible porque tienes que estar concentrado. No sirven las terapias».
José lidera una movilización desde el pasado verano y los vecinos afectados esperan constituirse en asociación próximamente para poder presentar una denuncia ante la Comisión Europea: «Esto en 2023 es intolerable». Hasta ahora, las quejas trasladadas por el Ayuntamiento de Alfafar a la Generalitat Valenciana y al Ministerio de Transportes han resultado infructuosas. Toca apuntar más alto.
«A partir de la muerte del último chico, que fue en junio del 2022, empezaron a pitar más los maquinistas. En vez de poner una solución real, la única solución que han dado es pitar más. Y eso no es una solución. Este paso a nivel lleva arrastrando más de 70 muertes durante 30 años. Cada cinco años como mucho hay una muerte. Eso es una auténtica vergüenza para este país. Y tiene que haber responsables», advierte. Además, en cuestión de semanas, las barreras se han averiado en dos ocasiones, obligando a la Policía Local a intervenir para dirigir la circulación de vehículos y peatones.
José se muestra tajante: «Lo que hay que hacer es quitar este paso a nivel, sea de la forma que sea, y soterrar las vías. Que soterren Valencia me parece perfecto, pero estamos a un kilómetro de Valencia y esto se puede soterrar. Se van a gastar 500 millones. Esto vale 50 millones. Es viable totalmente». De momento, Adif ha planteado al alcalde de Alfafar, Juan Ramón Adsuara, una alternativa: «Ha propuesto hacer una pasarela ciclopeatonal y eliminar el paso a nivel. Eso sería una medida provisional. Quitaría los pitidos, evidentemente, que es un paso muy grande. Quitaría muertes, que es importantísimo, pero seguiría siendo insuficiente». Paso firme en una reivindicación histórica.
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