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José Antonio Guerrero
Martes, 8 de abril 2025, 12:41
La Fundación BBVA ha concedido este martes el Premio Fronteras del Conocimiento en la categoría de Humanidades al filósofo británico-estadounidense Philip Kitcher (Londres, 78 años) por abordar un amplio espectro de los temas centrales de nuestro tiempo, desde la filosofía de las matemáticas y los orígenes de la ética, a la educación y el cambio climático, que a su juicio es «uno de los mayores desafíos que enfrenta hoy la humanidad».
El jurado define a Kitcher como un "intelectual humanista", lo considera «uno de los filósofos vivos más influyentes» y destaca sus contribuciones a la filosofía de la ciencia «y en particular a la filosofía de la biología, demostrando la relevancia de las ciencias de la vida en las humanidades, y viceversa».
El galardón, dotado con 400.000 euros, será entregado en Bilbao el próximo 19 de junio en una ceremonia a la que asistirán los ocho premios Fronteras de este año.
Kitcher, titular emérito de la cátedra John Dewey de Filosofía de la Universidad de Columbia y doctorado en Historia y Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Princeton, ha desarrollado su larga trayectoria académica (más de 40 años) en Estados Unidos, donde fue presidente de la American Philosophical Association entre 1996 y 1997. Es también doctor honoris causa por la Universidad Erasmus de Róterdam y de la Universidad de Estudios Humanísticos de Utretch.
La curiosidad intelectual del profesor Kitcher le ha llevado incluso a diseccionar las enseñanzas éticas y filosóficas que encierran las obras de grandes figuras de la literatura como James Joyce y Thomas Mann, así como la música de Richard Wagner.
«Lo que distingue la obra de Kitcher es su inmensa amplitud, abarcando e interrelacionando la filosofía de la ciencia con la ética, la política, la educación, la literatura y las artes, siempre con el objetivo de mejorar la sociedad e impulsar su progreso», ha afirmado el presidente del jurado John Dupré, catedrático de Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Exeter (Reino Unido).
«Su libro 'El avance de la ciencia', publicado hace poco más de 30 años, es una obra pionera que defiende la importancia de la racionalidad en la ciencia. Es, además, antesala de otro de sus libros más famosos, 'Ciencia, Verdad y Democracia', donde el profesor Kitcher profundiza en que el progreso científico debe dictarse por principios de justicia y equidad social, así como de responsabilidad ética», ha resaltado por su parte la secretaria del jurado Atocha Aliseda, catedrática de Filosofía en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (México).
«Kitcher nos ha hecho ver a los filósofos de la ciencia que debemos salir de nuestra torre de marfil y del virtuosismo técnico para fijarnos en los problemas centrales que preocupan a la sociedad respecto a las implicaciones del avance científico y tecnológico», ha señalado Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga y nominador del galardonado, elegido entre 28 aspirantes al premio.
«En su trabajo pone énfasis en la gobernanza democrática de la ciencia –la ciencia bien ordenada–, que implica que la agenda de los investigadores se decida por procedimientos democráticos, teniendo en cuenta también los intereses de los más desfavorecidos. Esto aplicado a biomedicina supone, por ejemplo, que no se investiguen solo las enfermedades frecuentes en los países ricos, como las cardiovasculares, que implican negocio, sino también otras como la malaria», apunta Diéguez.
El propio galardonado define la filosofía como un proyecto intelectual de síntesis, cuyo objetivo es «integrar el conocimiento disperso de todas las disciplinas científicas y humanísticas, uniendo muchas cosas aparentemente desconectadas para forjar un todo coherente» que nos permita «progresar moralmente y mejorar el mundo».
El camino de Philip Kitcher hacia la filosofía comenzó en la Universidad de Cambridge, donde estudiaba Matemáticas, pero –gracias a la sugerencia de un profesor– acabó decantándose por la historia y la filosofía de la ciencia. Sus primeras investigaciones durante el doctorado en la Universidad de Princeton se centraron en la historia y la filosofía de las matemáticas, hasta que, motivado por las preguntas de sus estudiantes, se interesó por la biología. Pasó un año formándose en la Universidad de Harvard, en el Museo de Zoología Comparada, y posteriormente propuso argumentos en contra de la teoría de la sociobiología que, según el galardonado, se basaba en el comportamiento social de insectos como las hormigas y extrapolaba a los humanos el comportamiento social de los insectos. Kitcher postuló que «en humanos hay que tener en cuenta que su entorno es mucho más complejo y las fuerzas culturales tienen un efecto sobre la evolución humana».
A mediados de los años 1990, Kitcher analizó las implicaciones éticas del Proyecto Genoma Humano en un informe para Biblioteca del Congreso estadounidense, que acabó convirtiendo en el libro 'The Lives to Come' (1996). Hablando con asesores de los congresistas, se dio cuenta de que la motivación política para embarcarse en el Proyecto Genoma Humano era muy diferente de la que tenía la comunidad científica: lejos de la ambición de curar, o al menos diagnosticar, todo tipo de enfermedades, el objetivo del Congreso era obtener una ventaja científica competitiva respecto a Japón, que destacaba en el ámbito tecnológico.
Esta disparidad llevó al filósofo a plantearse cómo es, y cómo debería ser, la relación entre ciencia y las sociedades que la financian y en las que esta ciencia se aplica. Reflejó sus conclusiones en el libro 'Ciencia, Verdad y Democracia', en el que sostiene que “el objetivo último de la ciencia es beneficiar a la humanidad”.
El acta del jurado también destaca los trabajos del profesor Kitcher sobre el cambio climático. En estas investigaciones hace un repaso de los que considera son los principales problemas del desafío climático y concluye que, sin una profunda cooperación, en este caso entre países, el desafío climático no tiene fácil solución: «La crisis climática es un problema ético y político», afirma.
En una conexión en directo con su residencia en Estados Unidos, Kitcher dijo que gran parte de su trabajo trata de defender la ciencia y que le horrorizaba ver las críticas que reciben hoy los científicos. “Estoy preocupado por la enseñanza universitaria de la ciencia”, señaló en relación con el contexto actual que la ciencia está viviendo en Estados Unidos, su país de adopción, “Tengo que confesar mi pena por mi país de adopción por el régimen de Trump. Trump tiene tintes autoritarios, aunque hay que reconocer que hay gente a la que le gusta Trump porque ha sabido vender la promesa de que con él se va a vivir mejor, y hasta que no se demuestre que eso no es verdad va a seguir». También apuntó que los políticos de hoy “tienen miras muy cortas y solo quieren perpetuarse en el poder y esto es catastrófico”. Además, lamentó que «la ciencia y la educación estén en el centro de la crisis" y opinó que "estamos en el peor momento que he podido experimentar en mi vida”.
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