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ICÍAR OCHOA DE OLANO
Domingo, 21 de octubre 2018, 00:43
Suponga que vive en una gran ciudad; que una mañana de otoño va caminando, como otra cualquiera, presuroso y con la mente atiborrada de preocupaciones y tareas por hacer; y que en ese ir y venir autómata y a menudo desquiciado encuentra en el asfalto, bajo sus pies, este mensaje impreso en letras grandes y claras: 'Te haré el humor hasta llegar al orgasmo'. O este otro: 'Mi más sentido bésame'. O este: 'Perdona rápido, agradece lento'. O un: 'A veces reírse en lo más serio'. Esto es lo que les ocurrió a miles de madrileños y barceloneses un día de octubre de 2014, cuando decenas de pasos de peatones de ambas megalópolis aparecieron misteriosamente rotulados con pellizcos poéticos dulces, provocativos, risueños, desarmantes... Durante meses, el ceño de muchos peatones se descontrajo al cruzar la calle y las redes sociales ardieron con imágenes de ciudadanos sonrientes pisando los versos.
Algunos medios de comunicación señalaron de inmediato al colectivo madrileño Boa Mistura (buena mezcla, en portugués). Probablemente, porque dos años antes, en 2012, miembros de ese mismo grupo fueron pillados in fraganti cuando, a plena luz del día y enfundados en chalecos amarillos (como si les amparara una hipotética autorización municipal que nunca solicitaron), pintaban 'Madrid, te quiero en colores' sobre una hilera de muros grises inutilizados de la ciudad. Aquel encontronazo les costó una multa y el disgusto les retuvo durante algún tiempo a la hora de admitir su autoría sobre su nueva intervención, también ilegal.
Orígenes
En la actualidad
Esta vez aprovecharon la clandestinidad de la noche para, en un plan perfectamente organizado, abordar los pasos de cebra más estratégicos de ambas urbes -por su localización céntrica y su tránsito abultado-, colocar unas plantillas milimétricamente preparadas y rellenarlas de espray blanco para dar vida a versos extraídos de canciones del músico Leiva y del rapero Rayden, o de la obra de Amaia Crespo y de los poetas Ajo o María Leach. En todos los casos, con su bendición y complicidad.
'Te comería a versos', bautizaron al proyecto, que explicaron como «un acto de amor de artistas y poetas para humanizar nuestras ciudades». Aunque no fueron simpatías todo lo que cosecharon -sectores conservadores lo rechazaron por «vulnerar la Ley de Seguridad Vial»-, la idea ha tenido réplicas en distintos lugares de la geografía española, desde Orihuela a Vigo o Almería, hasta erigirse en política municipal. Con todas las formalidades y licencias preceptivas.
El Gobierno de Ahora Madrid, liderado por Manuela Carmena, ha comenzado estos días a ilustrar 1.100 pasos de cebra de los 21 distritos de la ciudad con frases poéticas aportadas en buena medida por los propios residentes, además de escritores reconocidos. El Ayuntamiento alentó a los ciudadanos a enviar sus propias creaciones poéticas y, entre el 6 de agosto y el 7 de septiembre, recibió cerca de 21.000 propuestas. Tras una criba efectuada por un jurado en función de la calidad, la inspiración literaria ha regresado al pavimento de la capital. Lo que empezó siendo una actuación proscrita de Boa Mistura, hoy se llama 'Versos al paso' y tiene una partida propia en los presupuestos consistoriales. «Es una feliz paradoja. En 2012, dos años antes de nuestra intervención, presentamos el proyecto al Ayuntamiento de Madrid -entonces, en manos de Ana Botella- y nos respondieron que eso no era lo que necesitaba la ciudad en ese momento. Y ahora son ellos los que han venido a buscarnos. Ha sido toda una sorpresa. Estamos muy contentos», admite a este periódico sin disimulo Pablo García Mena, un arquitecto de 36 años integrante de un colectivo que, en estos últimos años, ha crecido y roto muchas otras fronteras. Físicas e intangibles.
Integrado por diseñadores gráficos, ingenieros o licenciados en Bellas Artes, Boa Mistura ha llevado a México, Paraguay, Polonia, Argelia, China, República Dominicana o Sudáfrica su arte urbano, especializado en murales capaces de dinamizar comunidades vulnerables y barrios olvidados, y de hacer brotar sentimientos de orgullo y de pertenencia allí donde no los hay o ya no quedan. «El secreto está en incorporar a la gente en las actuaciones, tanto en la concepción como en la ejecución. La magia se crea cuando les das un brocha. Hacen el proyecto suyo y la concepción de su entorno cambia», detalla García Mena.
Uno de sus últimos trabajos se exhibe en Kibera, Nairobi, el mayor suburbio urbano de África, con un millón de personas. «Sisi ni mashujaa», reza en swahilii sobre un mural que reproduce el estampado de la tela con la que las mujeres se visten allí. Significa «somos héroes». Que no lo olviden.
Un arquitecto, un ingeniero de caminos, un publicista y dos licenciados en Bellas Artes, amigos del barrio madrileño en el que se criaron (Alameda de Osuna) y en el que estampaban sus grafitis, se agrupan en un colectivo de artistas urbanos que bautizan en portugués Boa Mistura (buena mezcla). Quieren abrirse camino interviniendo en el espacio público con diseños y mensajes positivos.
Bajo la premisa de que el arte puede transformar la calle y crear vínculos entre las personas, el grupo, ahora integrado por once personas, ha puesto su sello en Sudáfrica, Alemania, India, Brasil, Serbia, Cuba o Argelia.
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