En España, cada año más de 1.500 personas pierden la vida a causa del cáncer de pulmón inducido por el gas radón, un gas radiactivo invisible que se forma de manera natural en el subsuelo por la descomposición de minerales como el uranio, torio o radio. Este gas, clasificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como carcinógeno del grupo 1 desde hace más de tres décadas, representa la segunda causa principal de cáncer de pulmón, después del tabaquismo. Su amenaza es particularmente relevante para quienes no fuman, ya que puede afectar severamente a quienes se exponen a él en ambientes cerrados.
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El radón se libera desde el suelo y, al acumularse en espacios interiores, como sótanos y cimientos de viviendas, aumenta significativamente el riesgo de cáncer pulmonar. Las comunidades más afectadas por sus concentraciones son Galicia, Extremadura y la Sierra de Madrid, debido a las características geológicas de estas zonas. También en la Comunitat Valenciana se han detectado niveles preocupantes en municipios como Puçol, Gilet, Torrent y Chera, donde el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ha indicado que las concentraciones de radón superan los 200 Bq/m³, el límite de referencia seguro para la normativa europea.
Frente a esta situación, la Unión Europea exige a sus estados miembros, a través de la Directiva 59/2013/EURATOM, adoptar medidas para medir y controlar la exposición al radón en viviendas, colegios, edificios públicos y centros de trabajo. Además, insta a las administraciones a informar a la ciudadanía sobre los riesgos de salud asociados a la exposición en espacios cerrados y sobre las medidas preventivas disponibles. Aunque la OMS recomienda una concentración de radón residencial inferior a 100 Bq/m³, el Código Técnico de la Edificación en España establece un límite superior de 300 Bq/m³, lo que algunos expertos consideran insuficiente para proteger la salud de quienes pasan largas horas en ambientes interiores.
En Galicia, la Consellería de Sanidade ha desarrollado el plan Reduce Radón, un programa de salud pública que tiene como objetivo combatir los efectos de este gas mediante cinco ejes de actuación: mediciones de radón en centros educativos y sanitarios, vigilancia epidemiológica para una prevención más efectiva, gestión del conocimiento sobre sus efectos en la salud, campañas informativas para la ciudadanía y el establecimiento de una Oficina Técnica de Control del Radón. Esta oficina coordinará políticas públicas específicas y evaluará el riesgo en los edificios más antiguos para implementar medidas que disminuyan la concentración de radón.
Para conocer el nivel de radón en cada hogar, la medición directa es el método más fiable. Los expertos recomiendan a los ciudadanos adquirir medidores específicos de radón, especialmente en las áreas donde su concentración tiende a ser elevada.
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Reducir la exposición al radón es crucial para prevenir el riesgo de cáncer de pulmón, y existen soluciones prácticas para minimizar su impacto en los espacios cerrados, como mejorar la ventilación y sellar las grietas en los cimientos.
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