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Nacho Ortega, Octavio Igea, Alba Peláez y Carlos Benito
Valencia
Miércoles, 15 de mayo 2024, 13:54
El origen del conflicto entre las monjas clarisas de Belorado y Orduña (Burgos) y la Iglesia católica se centra en la venta de un convento y en varios asuntos inmobiliarios. El lunes 13 de mayo de 2024 anunciaron en un comunicado que abandonaban la Iglesia de Roma debido a la «persecución» que sufrían y que «ha puesto palos de rueda» a su comunidad. Denunciaron estar «bloqueadas» por Roma al no otorgarles la licencia de venta del convento de Derio, fundado en 1366, y «querer quedarse» con sus propiedades.
En el escrito, firmado por la madre abadesa sor Isabel de la Trinidad, en nombre de todas las religiosas, pertenecientes a la Orden de Hermanas Pobres de Santa Clara, acusaban a Roma de no querer concederles «licencia de venta del convento de Derio (probablemente seguirá en el despacho de Mario Iceta y de la presidenta hasta el fin de los tiempos...)» y de no permitirles «cumplir con los pagos» del Monasterio de Orduña y rescindir el contrato de compraventa «sin previo aviso» después de tres años.
En el trasfondo de este terremoto religioso, por el que se atribuye a las monjas un delito canónico de cisma que puede suponer su excomunión, aparece la fallida operación inmobiliaria de Orduña. El grupo de clarisas residió varios años en un monasterio de Derio que vaciaron en 2020, cuando mostraron su interés por comprar el convento de Orduña, que llevaba dos décadas vacío.
Pertenece a la misma orden así que debía ser una negociación meramente económica. La compraventa se cifró en 1,2 millones y las clarisas 'compradoras' aportaron una entrada de 100.000 euros. Se comprometieron a abonar el resto poniendo a la venta el inmueble de Derio y a realizar un pago trimestral de 75.000 hasta completar la cantidad pactada.
El contrato fue formalizado y las clarisas empezaron a vivir a caballo entre Belorado, histórico monasterio de la congregación, y Orduña, donde se ubicó un grupo «flotante» de tres o cuatro religiosas. Hasta abril no habían realizado ninguno de los abonos pactados y, según reveló Mario Iceta, obispo de Burgos y antiguo obispo de Bilbao, nunca han pedido permiso a Roma para poner en venta el inmueble de Derio. Y esa autorización la necesitan para operaciones superiores al millón de euros.
Así las cosas la abadesa notificó en abril que contaba con un mecenas anónimo dispuesto a aportar todo el dinero para comprar Orduña y a ceder el uso al grupo de clarisas. Su reiterada negativa a revelar el nombre de benefactor, que ahora parece bastante claro, hizo que las clarisas 'vendedoras' rompieran el acuerdo.
Se trata de Pablo de Rojas Sánchez-Franco, un obispo excomulgado en 2019, fundador de la llamada Pía Unión Sancti Pauli Apostoli, de la corriente thucista, que toma su nombre del vietnamita Pierre Martin Ngo-Dinh-Thuc y se caracteriza por su rechazo radical del Concilio Vaticano II -sus misas siguen siendo en latín y con el oficiante de espaldas a los feligreses- y por negar la validez de todos los papas desde Juan XXIII. Para ellos, la sede de Roma se encuentra vacante desde aquella modernización de la Iglesia.
Junto a él está el sacerdote José, que pidió ser llamado «Don José» Ceacero pero en una vida anterior fue simplemente Fran. Y antes que 'sacerdote' de la Pía Unión de San Pablo Apostol Ceacero fue presidente de la asociación de barmans de Bizkaia. Lo dejó por la religión.
El 'obispo' Pablo de Rojas ha desembarcado en Burgos para escenificar su apoyo y unirse a las monjas de clausura que han roto con Roma. Sin embargo, la unión o parece ser total, ya que una hermana de 80 años ha abandonado el convento al no estar de acuerdo con el resto.
Las hermanas han remitido un extenso Manifiesto Católico en el que confluyen que el último Sumo Pontífice válido fue Pío XII, fallecido en 1958. También se mostraban plenamente conscientes de la gravedad de sus afirmaciones. «Nos van a denominar herejes y cismáticas, locas y muchas cosas más, muy calumniosas y desagradables. No los creáis, al menos por esta vez, que no os engañen», aseguraban.
Las clarisas han asegurado «no estar secuestradas» lejos de sus familias y han trasladado su deseo de «ser fieles a la verdad de Cristo» que han recibido, a la «fidelidad a la fe y a la doctrina católica», al tiempo que han explicado que no se van de la Iglesia, por lo que irán explicando su situación conforme avance el tiempo.
Por este motivo, las clarisas de Belorado han pedido «paciencia» a todos aquellos que estén preocupados y han adelantado que darán a conocer todo lo que han «descubierto» para «desmentir» informaciones.
La Orden de las hermanas pobres de santa Clara nace de la inspiración recibida por san Francisco de Asís del que santa Clara se consideró «su plantita»: «Nuestra Forma de Vida es ésta: guardar el Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin propio y en castidad» (Regla I,2). Santa Clara redactó la Regla, la primera compuesta por una mujer, que fue aprobada el 9 de agosto de 1253 por el Papa Inocencio IV. Clara murió con la Regla en las manos dos días después. «Nuestra vida consiste en contemplar a Nuestro Señor Jesucristo, Pobre y Crucificado, uniéndonos a Él a través de la vida de oración, fraternidad y trabajo: «Fija tu mente en el espejo de la Eternidad, fija tu alma en el esplendor de la Gloria, fija tu corazón en la figura de la Divina Sustancia, y transfórmate toda entera, por la contemplación, en imagen de su Divinidad» (3 Cta)», defienden.
En Belorado, localidad castellana de más de 2000 habitantes, situada en el límite entre tierras burgalesas y riojanas, se encuentra una comunidad de clarisas en el monasterio dedicado a Nuestra Señora de Bretonera. En el Siglo XI, convertido Belorado en un punto del camino de Santiago, sobre las ruinas de la antigua iglesia se levantó una pequeña basílica.
En 1336, el papa Benedicto XII extendió una carta de indulgencias para quienes acudieran a rezar a la misma, o fueran a ayudar en sus obras o legaren algo de sus bienes. Así nació un grupo de piadosas mujeres que junto al templo levantaron unas modestas dependencias para vivir retiradas en oración aunque sin Regla determinada. Una mañana de 1350, al abrir el torno de su beaterio, se encontraron con una imagen de María, y el pueblo convino que aquella era la antigua imagen de Nuestra Señora de Bretonera y empezaron a venerarla como patrona.
Con el deseo de una mejor entrega a Dios, las mujeres del campo de Bretonera eligieron una regla aprobada por Urbano IV para las clarisas. En 1358 Inocencio VI les concedió la facultad para erigir un convento de Santa Clara. Profesaron en manos del obispo de Burgos y dispusieron sus bienes para mejorar la iglesia y hacer habitable en convento. En 1446 se obtuvo la bula pontificia para erigir convento de la regla de Santa Clara, según señalan en su página web.
Al inicio de los 90, el monasterio contaba con ocho hermanas mayores. Sin embargo, con la llegada de cuatro contemplativas desde Lerma, no solo se logró de inmediato resurgir vocaciones, sino que se benefició el edificio. La iglesia fue reconstruida, se ha construido una hospedería y logran vivir autofinanciándose gracias a la elaboración de riquísimas trufas y otros chocolates.
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