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El protocolo de actuación para atajar y tratar la pandemia del coronavirus ha sido una camino de medidas y de contradicciones. En ocasiones, las decisiones del Gobierno de España chocaban de frente con las recomendaciones de la OMS. Desde la identificación de los casos hasta el uso de mascarillas. Lo que ayer era imprescindible, hoy es prioritario para salvar vidas. Hasta ahora los modelos matemáticos han sido más fiables que los datos oficiales. El fin del confinamiento pasa por más pruebas y más mascarillas.
Asintomáticos
De vida normal al aislamiento en las «arcas de Noé»
El Gobierno y las comunidades han llenado sus estadísticas de enfermos, no de contagiados. España no ha sido Corea de Sur, un ejemplo en la detección de positivos. «Los asintomáticos, vida normal», era el mantra que se repetía a finales de febrero y principios de marzo desde Salud Pública en función de las directrices marcadas por la OMS, que pronto cambió su discurso para poner la lupa sobre aquellos pacientes leves o indetectables. Desde este fin de semana, el objetivo del Gobierno es crear «arcas de Noé» para aislar a los positivos asintomáticos. Estas instalaciones tiene un doble uso: recluir a los infectados antes de que desarrollen síntomas y permitir a los que están en la última fase esperar el negativo en un recinto cerrado en lugar de volver a casa. El 16 de marzo, la revista Science, publicó un artículo en el que desveló que el 79% de los infectados en China venía de una cadena de asintomáticos: «Se necesitaría un aumento radical en la identificación y aislamiento de las infecciones no documentadas para atajar el Covid-19».
El médico alemán Clemens Wendtner realizó una estudio –publicado en Nature– sobre nueve de los contagiados en la empresa Webasto –fueron infectados por una compañera china–. El Covid-19 se multiplica mil veces más en la garganta que el SARS. Un dato que hace que los asintomáticos sean bombas de relojería. El Gobierno va ahora a la captura de enfermos a los que habían minusvalorado al inicio. Además, los quiere aislar para romper las cadenas de contagio. Hasta hace unos días, la recomendación era quedarse en casa.
La reclusión, bien sea al inicio de la enfermedad o una vez superados los síntomas, choca con el protocolo del alta hospitalaria –que no médica– a aquellos positivos a los que se enviaba al domicilio para terminar de recuperarse. La falta de espacio en los hospitales obligaba a tomar medidas extremas. Los matemáticos han demostrado que los estimaciones reales multiplican los datos oficiales. El Imperial College de Londres apuntaba que en España hay siete millones de positivos. La Politècnica catalana estima que el primer día del estado de alarma, los españoles infectados eran 1,2 millones. Con esta proyección, hoy en día el total se situaría por encima de los tres millones en España.
Pruebas
La reprimenda de Tedros Adhamon: «test, test, test»
El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias, Fernando Simón, anunció el 15 de marzo que el Gobierno iba a dejar de hacer pruebas a personas con síntomas leves por coronavirus. La razón, más que científica, la falta de material para realizar un seguimiento a la población. Las palabras de Simón, un médico reputado, chirriaron al inicio de estado de alarma.
El director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, sólo tardó unas horas en destrozar el nuevo protocolo marcado por España. Lo resumió en tres palabras: «test, test, test». Decenas de miles de posibles infectados han esperado en sus domicilios una prueba. En muchos casos han pasado la enfermedad sin una visita médica. Ahora, el Gobierno de Sánchez trata de localizar a todos los casos posibles con pruebas rápidas y tratar también de identificar con test de anticuerpos a aquellos que hayan pasado la enfermedad. La inmunidad es el mejor aval para cualquier país y la administración parece que va a centrarse ahora en conocer quién ha pasado el coronavirus.
Mascarillas
De innecesarias a esenciales para volver a salir a la calle.
La mascarilla ha sido el gran dilema de la pandemia. En los países asiáticos forma parte ya de la indumentaria diaria pero en Europa se le ha dado una importancia relativa. La OMS, hasta hace unos días, sólo recomendaba el uso de mascarillas a los positivos por coronavirus y a quien tuviera tos y fiebre. El protocolo ha cambiado y en el horizonte, como señaló el ministro de Sanidad, Salvador Illa, apuntó se baraja recomendar su utilización «aunque no podemos exigir lo que no se pueda cumplir». Para evitar los contagios, la mascarilla adecuada es la quirúrgica –la de color verde– que protege de dentro hacia afuera. Esta permite que las personas no infecten a otras. Las FFP2 y FFP3, que son blancas y gruesas, se recomienda para el personal sanitario, para evitar que se contagien de los enfermos.
Recuperados
Un descontrol para certificar la eliminación del Covid-19
A finales de febrero era inamovible la condición de tener dos negativos en 48 horas para estar recuperado del coronavirus. La seguridad dio paso a la necesidad y el 11 de marzo, ante el aumento de casos y la falta de personal, el Ministerio de Sanidad redactó un protocolo nuevo por el que un infectado leve sería dado de alta con una sola prueba negativa. La normativa se ha relajado de tal manera que ahora incluso se plantea que un enfermo que encadene dos semanas sin síntomas se puede dar por curado. España es el segundo país del mundo en casos positivos, muertos y recuperado. Hay pacientes que, en el epicentro del caos, hasta se han tenido que hacer las pruebas ellos.
Además, en un principio con los dos negativos la recomendación de Salud Pública era que el paciente podía hacer vida normal y volver reunirse con su familia pero, coincidiendo con el inicio del estado de alarma a mediados de marzo, la nueva orden fue que el paciente recuperado tendría que estar al menos una semana más aislado como medida de prevención para evitar nuevos contagios en el seno familiar. La realidad es que casa recuperado ha vivido su vuelta a la normalidad de una manera diferente.
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