

Secciones
Servicios
Destacamos
Reyes Magos hay tres, pero cada persona tiene su propia historia ligada a la festividad. Como curtidos pajes, a lo Peter Pan, hemos entrado por sus ventanas para espiar la infancia de doce niños valencianos. Jugaron, soñaron, crecieron y se han convertido en portero del Valencia, presentadora del telediario, representante de España en Eurovisión, actor en 'La Casa de Papel', directora de orquesta, empresaria de juguetes, 'youtuber'...
Hoy descubrimos cómo vivían su tradición y cuáles fueron sus juegos, libros o juguetes. Mosito siempre ha acompañado a la escritora Ana Campoy. Jaume Doménech, guardameta valencianista, anhelaba una portería portátil que nunca llegó. Por eso volaba sobre su sofá para ensayar 'paradones'.
Enrique Arce era vaquero con caballo de madera mientras el gran chef valenciano Kiko Moya aniquilaba a carreras sus cochecitos. Pero han sobrevivido y ahora los estrella su hijo. Muchos lidiaron con el disgusto de no ver el Scalextric al despertar.
La pequeña Beatriz exploró los sonidos del viejo 'Casio PT10' y hoy es una reconocida directora de orquesta. Como remarca Blanca Paloma, eran otros tiempos. No había tanto y, quizá por eso, fueron muy felices. «Fue una fortuna no haber nacido rodeada de pantallas». Eso, razona nuestra eurovisiva artista, «nos daba más margen para imaginar aventuras. Aquella caja de cartón no era una caja, era un barco».
La ilicitana Blanca Paloma puso a la infancia en la temática de su 'Eaea', la canción con la que representó a España en el pasado festival de Eurovisión. Acaba de lanzar 'Jaleo', anticipo de su primer álbum. Aquella niña que creció en El Altet es hoy una cantante, compositora y escenógrafa de 34 años repleta de música, arte y sueños.
Unos taconcitos de flamenca, un maletín de pinturas y un libro de poemas de Gloria Fuertes marcaron su niñez en diferentes etapas. La artista se considera «afortunada de no haber nacido rodeada de pantallas». Eso «nos daba más margen para imaginar aventuras. Aquella caja de cartón no era una caja, era un barco», rememora.
Blanca Paloma conserva tesoros de infancia: un maillot azul de terciopelo y las primeras punteras de gimnasia rítmica. «Me remiten a la dedicación y la diversión al mismo tiempo», describe.
En su casa había un cuarto de la música «donde mi padre nos ponía casettes o vinilos y tocaba la guitarra mientras bailábamos y cantábamos». El patio de su abuela, en El Altet, es otro portal a su infancia: «Allí jugué, celebré mis primeros cumpleaños y nos juntamos con roscón y chocolate a la taza».
La niña Blanca soñaba dedicarse al arte. Y esa ilusión sigue intacta. En su carta, un único deseo: «A los Reyes Magos, y a la vida en general, les pido paz en el mundo».
Jugar con un balón es un peligro. Uno empieza parándolos en un sofá y acaba en un gran estadio, transformado en 'gato' y convertido en cromo de álbum de la Liga. Es lo que le sucedió a Jaume Doménech, el portero de Valencia CF.
Sus recuerdos viajan a Almenara, donde nació, creció y aguardó, año tras año, el barco pirata de Playmobil. «Sería con 6 o 7 años… Llevaba tiempo detrás de él. Cada Navidad se lo pedía a mis padres y, al final, llegó. ¡Por fin! Jugaba todos los días. A toda hora. Inventaba historias y disfrutaba mucho». También le encantaba disfrazarse de vaquero. «Mi abuelo veía muchas películas y series y eso me influyó».
Jaume anheló una portería portátil para practicar en casa. «Pero el piso era pequeño y mis padres no querían». Y lo suplió con el sofá. «Me tiraba para parar un balón porque estaba blando y no me hacía daño. Ya me sentía entonces un portero importante», confiesa.
Su barco pirata no ha naufragado. «Mi hijo Jaume aún juega con él. Le gusta igual que a mí». Su memoria de los Reyes está anclada a «esos paseos con mis padres por la Plaza del Ayuntamiento y sus alrededores para ver las luces, el ambiente navideño y, sobre todo, comer castañas».
Desde muy niño soñaba con ser portero de Primera División. Y del Valencia CF. «Soy un privilegiado y deseo jugar muchos más años en este equipo, defenderlo con todas mis fuerzas y luchar por un nuevo título». Sus deseos de Reyes son «que mis hijos tengan salud y que puedan crecer felices en familia. Les ayudaré siempre para que consigan sus metas y peleen por ellas, igual que hicieron mis padres conmigo».
Ser el rostro de un telediario suele ser quimera de niños que se sueñan periodistas. Ya no digamos llegar a presentar el histórico 'Informe Semanal' de TVE… Eso, y mucho más, ha logrado una niña que nació y creció en El Grao de Gandia.
La pequeña Lara ya ponía a prueba su memoria con el imperecedero Simón, «con sus cuatro botones grandes, cada uno de un color». Y cada paso, más complejo. «Primero un botón, después dos, después tres, cuatro... y más rápido. Una competición adrenalínica contra mí misma. Me gustaba muchísimo».
Quiso Scalextric, pero no pudo ser. «Por espacio, porque hasta los más sencillos ocupaban un montón de sitio, y también porque se consideraba juguete de chicos. Cosas de los sexismos naturalizados», reflexiona.
Tras una vida de mudanzas queda poco en el baúl. Se ha salvado, milagrosamente, «una muñequita de trapo con cara de porcelana que representa a una brujita volando en su escoba». La escoba se perdió, «pero la brujita siempre ha colgado de algún rincón en mis casas».
La infancia de Lara está íntimamente ligada al Grau, «donde nació mi madre y pasé tantas navidades en casa de mi abuela». Los Reyes Magos «llegan allí en barca, con sus pajes y sus regalos».
De niña soñaba con ser bailarina. «Se me daba genial, pero no pudo ser. Hoy quiero seguir aprendiendo y, después de tantos telediarios, tal vez salir del estudio, empezar a viajar y centrarme en la información internacional». En su carta de Reyes, una voluntad: «que los míos sigan sanos. No hay, en realidad, nada más que importe».
El niño de 7 años de la foto es Arturo Román en la exitosa serie 'La Casa de Papel'. Actor y escritor. De niño se sentía como un vaquero en su caballo balancín y de mayor acabó trabajando con Woody Allen, Arnold Schwarzenegger o Mel Gibson. Y de su amor por las letras nació 'La grandeza de las cosas sin nombre', su debut en la novela.
«Las cosas importantes de la vida no tienen nombre, son las que nos hacen sentir sin encontrar la palabra que se ajusta a ese momento», reza la sinopsis. Son chispas de eternidad, como cuando el tiempo se detiene entre juguetes. El suyo, el predilecto y deseado, fue ese caballo de madera de sus primeros años en el Cabanyal. «Y no recuerdo por qué. Quizás porque dentro escondía objetos secretos que recogía por ahí».
También anheló Scalextric. «Lo pedí como cinco años seguidos y nunca me lo trajeron. Probablemente, con buen criterio, los Reyes pensaron que era demasiado caro para lo que me iba a durar», estima Arce.
Hoy no conserva ninguno de esos juegos que le han acompañado en su infancia. Sí muchos recuerdos de la calle Remonta, en el Cabanyal, en el piso familiar «donde me levantaba a las seis con mi hermana a ver los regalos». O de la antigua sede de Kodak, «en Porta de la Mar, donde trabajaba mi tío Vicente y desde donde veíamos la cabalgata».
De niño soñó con ser delantero del Valencia. Hoy sueña «con conservar a mis padres, sanos y lúcidos, hasta los 100». A los Reyes «sólo se les puede pedir una cosa: que obren su magia y pongan paz y cordura en este terrible conflicto que nos tiene con el corazón en vilo y está sucediendo cerca de su lugar de procedencia y justo en su zona de influencia».
La mujer que dio vida a 'Pepa Guindilla', 'Familia a la fuga' o 'Las aventuras de Alfred & Agatha' sigue siendo una niña de 44 años que escribe para otros niños y jóvenes. Ana Campoy, premiada escritora de literatura infantil y juvenil, revive los días en los que se emperró con los Juegos Reunidos Geyper.
«Lo tenía una vecina y pasábamos unas tardes tan divertidas…». Era «berrinche y obsesión» lo que sentía por el célebre producto. «En mi cumpleaños, poco antes de Navidad, tampoco me lo regalaron y me llevé un gran disgusto». Y cuando al final apareció en Reyes… «No recuerdo alegría mayor. ¡Es que eran muchos juegos en uno! ¡Eso era un chollo!».
También anheló una casa de muñecas «de esas inmensas, victorianas…». Pero aquello era «para gente de mucho dinero. Nunca he tenido nada que se le acercara, como mucho la casita de Pin y Pon». En cualquier caso, «habría sido un gran error y ahora no sabría donde ponerla».
El paso de los años no ha roto el vínculo de la escritora con Mosito, un muñeco que llegó a su madre con la revista 'Ser Padres' y al que le une «un apego desde que nací». La criatura ha sufrido los estragos del tiempo. «Ya está muy mostoso, pero yo le tengo mucho cariño. En noches complicadas siempre se portó bien conmigo«, ensalza Campoy.
La escritora halla en el Parque Gulliver el mayor símbolo de la infancia en Valencia. El gigante hasta se coló como protagonista en su libro 'Fantasmada'. «De niña soñaba con explotar creativamente: viajar, descubrir el mundo y creo que algo he conservado. Conservar ese entusiasmo de la infancia es vital para ser feliz», sentencia.
En su carta a los Reyes de este año, nada material. «No necesito más. Salud, lo más importante, y paz, buena voluntad y sensatez en el mundo. Que paren las barbaridades que vemos últimamente».
Aquel chaval delgadito de Foios empezó acumulando balones. Y tanto chutó que se convirtió, años después, en delantero del Barça y de la selección española de fútbol.
«Nunca he sido mucho de juguetes. Con un balón era feliz», confiesa Torres. Pero «con 7 u 8 años» los Reyes le trajeron algo muy deseado: la bici BMX. «Me hizo mucha ilusión, aunque sólo la utilicé una vez. El primer día me caí con ella y me abrí la barbilla». El deportista conserva varios pares botas de fútbol, que atesora con cariño «como recuerdo de mis primeros años en el fútbol».
Su recuerdo de Reyes está en Foios, con su familia, en la alquería de sus abuelos. «Allí celebrábamos también el cumpleaños de mi padre, el 5 de enero, y los niños nos divertíamos pillando renacuajos», recuerda.
De pequeño soñaba con «disfrutar del fútbol o ser fisioterapeuta». Hoy, «con vivir tranquilo, rodeado de mi gente». En su carta de este año ha pedido dos banderas cosidas entre sí, una de la Comunitat y otra de España «porque deseo ganar la Eurocopa y llevar esas banderas en la celebración«. En un futuro anhela »poder pasar más ratos y fechas señaladas con los míos«.
Si los Reyes son magos, las Fallas también son magia. Y ella es la reina de la fiesta. Ser fallera mayor de Valencia es un gran regalo que vive este año nuestra fallera mayor, María Estela Arlandis.
La joven de 22 años, estudiante de Derecho, sabe mucho de infancia. Es la quinta de cinco hermanos y su juguete predilecto… «¡Siempre Barbie o todo lo que tenga que ver con princesas Disney! Soy muy presumida desde pequeña y no me iba a ningún lado sin mis barbies y princesas bien arregladas ¡y perfectas!», revela.
Y de su infancia lo conserva todo. «Siempre he sido muy cuidadosa y tengo muchas muñecas de cuando era pequeña». En la familia de María Estela hay una tradición en Reyes: »Cenamos juntos, vemos 'La Gran Familia' y ponemos los zapatos debajo del árbol«.
Pero su gran regalo se ha adelantado: «Ser Fallera Mayor de Valencia… ¿Quién me lo iba a decir? El siguiente es ser madre». Este año no hay caprichos en su carta, «sólo mucha salud para toda mi familia y que sean unas Fallas 2024 de libro… ¡Ah, y que no llueva!».
Las cocinitas llenan habitaciones en la infancia. Kiko Moya es hoy el jefe de una gran cocina, l'Escaleta, en su Cocentaina natal. Dos estrellas Michelín y tres soles Repsol rubrican la grandeza de aquel niño enamorado de su tierra que se coló en los fogones a los 14 años.
Al niño Kiko se le pasaban las horas con sus Playmobil. «El barco pirata, el fuerte…» Entre carreras con sus coches Majorette o Hot Weels en el mejor circuito: «El pasillo de mi casa o por la alfombra». Luego llegó Tente, aquel extinto y ochentero juego de construcción. «Pocos o ningún video juego pero mucha imaginación», resume.
Kiko sólo apunta un anhelo incumplido: el Castillo Medieval de Playmobil, «una pieza imponente». El reputado cocinero es de los que guardan y sus cochecitos ya han vivido dos generaciones. «Mi hijo Gerard es un apasionado del motor». Antes, reflexiona, «un juguete era más valioso. Sólo llegaban en Reyes y Cumpleaños. Ahora, sin embargo, cualquier ocasión es válida».
En las montañas alicantinas hay fervor por los Reyes Magos y en su recuerdo perviven las cabalgatas del paseo de Cocentaina. «Sabíamos que después de pasar» sus majestades «los regalos nos esperaban en casa. En l'Escaleta y los abríamos junto con mis primos y mis tíos».
Él no se veía cocinero. Más bien, piloto de carreras. Hoy sueña con ver crecer su proyecto profesional alrededor del restaurante. En definitiva, «seguir compartiendo cosas a través de nuestra gastronomía». Kiko Moya confía en que, si algún rey o paje lee este reportaje, le caiga la cámara Go Pro 360º, pues ama la imagen y la fotografía. Pero lo que espera con más fuerza es «que todos demos siempre la mejor versión de nosotros mismos para tener un mundo mejor».
De niña pulsaba entusiasmada el mítico Casio PT-10 y de mayor ha tomado la batuta. Entre muchos logros musicales, es la directora de la Orquesta Filarmónica de la Universitat de Valencia y en 2022 logró el tercer premio en el prestigioso concurso internacional de directoras 'La Maestra'.
Con 12 años su padre le fabricó una guitarra. «Era ebanista. Moldeó la forma del instrumento sin cuerdas ni caja de resonancia y con ella pasé largos ratos imaginándome melodías», rememora.
Beatriz no tiene deseos incumplidos en lo que a juguetes se refiere. Era de «sopar sobaquero al carrer», balón, cuerda elástica y sambori. Conserva con cariño el pequeño piano eléctrico y un ordenador («o al menos eso pensaba yo») que le trajeron los Reyes. «Insistí e insistí y llegó. Supongo que me porté muy bien aquel año». El Casio PT-10 «fue muy útil en mis primeras lecciones de solfeo».
No olvida los trayectos de Paiporta a Valencia, con sus padres y su hermana, para ver a los Reyes en la cabalgata, con «el amor familiar que mis padres me transmitían en ese corto viaje mágico». Hoy «me empeño cada año en volver con mi marido a revivir lo que tanto me dio en mis años de niñez».
De pequeña, no tardó en apuntarse a Música. Después quiso ser profesora de clarinete, su instrumento predilecto, «y el sueño se hizo realidad». Guió a niños y pequeños en el arte musical y sus deseos actuales se resumen en dos frases: «ser mejor que ayer» y «conservar, descubrir y potenciar los valores en los que creo». En una pregunta: «¿Qué puedo aportar para que el mundo cambie?».
Tres Reyes Magos, los tres mosqueteros, los tres cerditos… 'Tri'. Tres. Es el concepto numérico que inspiró la falla infantil con la que el artista fallero José Gallego (Gandia, 1980) triunfó en Sección Especial el año pasado para gloria de Convento Jerusalén.
Junto a su casca de Reyes, José encontró lápices de colores y alguna pastilla de plastilina, herramientas para dibujar, pintar y modelar. «Era lo que más deseaba y no me hacía falta más». Sus tres majestades, no se acordaron de traerle el barco pirata de Playmobil, «pero de mayor me lo compré y me di cuenta de que tampoco era para tanto».
Conserva un Súper Cinexin que hoy disfruta con sus hijos. «Antes de irnos a dormir, mamá y papá, a oscuras, poníamos voz a los personajes de nuestra niñez mientras proyectábamos la película en la pared», recuerda.
Hoy se retrotrae a la avenida del Raval de Gandia, esperando la Cabalgata, sentado en el bordillo. «!Ya se oyen las sirenas , ya se ven luces al fondo ! Me pongo nervioso sólo de pensarlo...».
A los 8 años lo tuvo claro: artista fallero. Dibujo tras dibujo, así fue. «Quiero conservar mucho tiempo lo bueno que tengo, mi familia , mis amigos , mi oficio y que nada me cambie a mí. Lo más valioso son los seres queridos, compartir la vida. Todos lo sabemos pero nos dejamos turbar por lo material con demasiada frecuencia».
Cuenta la leyenda que una niña de Dénia creció entre juguetes. Y tanto los amaba que se convirtió en directora de la juguetera Cayro y vicepresidenta de la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ). Así de mágica es la historia de Rosario Carrió.
Durante muchas navidades, anheló una muñeca de dos caras tapada por un gorro. «Cuando la girabas o reía o lloraba. Llegaba en una caja grande con muchos complementos». Los Reyes «me la hicieron sudar mucho y cuando llegó sentí mucha alegría y que desaparecía un pesar grande».
Otros años pidió en la carta una bici y un patín de ruedas, pero no llegaron. Acabó heredándolos de su hermana mayor. «Es lo que tiene ser la pequeña de las chicas». Como buena juguetera, mantiene con cariño un buen tesoro de infancia: los famosos patines de mi hermana, una muñeca de fieltro que era un guarda pijama, un costurero y la muñeca de la foto que conserva con su caja original y sus complementos.
Su Dénia natal fue, como Ibi y Onil, cuna del juguete durante su infancia. «Se vivía con mucho rigor la celebración de los Reyes Magos. Nos traían juguetes de otras fábricas de Dénia y, a algunos amigos, también de la nuestra».
Cuando Rosario era niña «todas queríamos ser peluqueras». Ya adolescente, supo que quería trabajar en la fábrica de juguetes de su padre. »Hoy sueño con pasar el testigo a nuestros hijos, orgullosa de ser la tercera generación y de encaminar la cuarta«. También con tener mucha salud para cuando me jubile hacer muchas cosas que no he podido por mi trabajo». En su carta de Reyes encontramos colonia, cremas y un bolso. Y, de manera muy especial, «salud, amor y unión».
Si hay un valenciano pionero en la galaxia 'youtuber' ese es Carles Caparrós. Creador de contenidos, guionista y actor de doblaje, se ha labrado más de dos millones de suscriptores en el Canal de Korah con sus divertidos vídeos en los que dobla todo tipo de escenas y personajes.
Su juguete más deseado y disfrutado fue el barco pirata de Playmobil, icono de la infancia ochentera. Pero se le atascó el caro Scalextric. «Me hubiera gustado tener uno bien guapo», destaca.
Carles conserva como un tesoro 'El Manual de la Bruixa'. «Era mi libro favorito. Recuerdo hojearlo y releerlo una y otra vez y hacer los pasteles y manualidades… Era muy bonito. Especial», ensalza.
Sus recuerdos de Reyes van unidos a Nuevo Centro. «Diría que era el único centro comercial de mi infancia». También «al olor de los puestos de mazorcas de maíz y castañas asadas».
De niño decía, «no muy convencido», que quería ser actor. O futbolista. «Pero cuando toqué un balón y vi que no se me daba muy bien se me pasó». El 'youtuber' cambió su gran regalo de Reyes por un viaje a París. Y por eso este año le cae sólo «alguna cosita sin importancia».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Iker Cortés | Madrid
Sara I. Belled y Leticia Aróstegui
Patricia Cabezuelo | Valencia
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.