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Cuando la risa no tiene gracia

Cuando la risa no tiene gracia

Los doctores José Miguel Láinez y Belén Moliner explican en qué consisten el síndrome pseudobulbar, la labilidad emocional y el trastorno de desinhibición

Viernes, 5 de mayo 2023, 18:44

La risa no tiene sólo una cara. No siempre es sinónimo de diversión o humor. Hay ocasiones en que nada tiene que ver con la gracia. Y es que, detrás de esas impulsivas expresiones, puede esconderse alguna enfermedad neurológica. Se trata de casos poco reconocidos, aunque la película 'Joker', estrenada en 2019 y basada en el complejo personaje de Arthur Fleck, puso este asunto en el escaparate. El síndrome pseudobulbar, la labilidad emocional o el trastorno de desinhibición pueden estar relacionados con esta afectación, que cobra especial relevancia en el Día Internacional de la Risa. Los doctores José Miguel Láinez y Belén Moliner lo explican.

«Cuando hablamos de síndrome es porque no es atribuible a una enfermedad concreta sino a una lesión en un área concreta y la pueden producir diversas enfermedades. El síndrome pseudobulbar surge cuando se produce una desconexión entre las neuronas motoras del córtex y las neuronas motoras de los nervios craneales, que son responsables de la mímica facial, de comer, de tragar... Este es el origen del problema. Y esto lo pueden producir muchas enfermedades, con más frecuencia probablemente los ictus. A veces no son ictus grandes, sino la suma de ictus pequeños y repetidos que a veces no dan manifestaciones marcadas. Puede aparecer con alguna enfermedad neurodegenerativa como la ELA y en algunos casos el Parkinson y la esclerosis múltiple», comenta José Miguel Láinez, presidente de la Sociedad Española de Neurología y jefe del servicio de Neurología del Hospital Clínico Universitario de Valencia.

A partir de ahí, llegan los extremos. «Se produce una reacción exagerada de risa o llanto. Y a veces incluso la paradoja de risa incontrolada en circunstancias más tristes. Normalmente suele ser corta. En ocasiones hay un cambio de la carcajada al llanto de un modo rápido. Puede acompañarse de otro tipo de síntomas como trastornos de la mímica facial, trastorno de la voz, disartria (mala pronunciación de algunas palabras) y trastornos de la deglución (dificultad para tragar, sobre todo líquidos). Y alguna vez, deterioro cognitivo», añade Láinez, quien profundiza en la labilidad emocional.

«La labilidad emocional es una reacción exagerada, hay una especial sensibilidad a cosas muy ligeras en relación con llanto, con cambios de la carcajada al llanto... Y si es muy exagerado, algunas personas lo pasan mal porque se dan cuenta de que reaccionan exageradamente. Es un síntoma más del síndrome pseudobulbar. Pero la labilidad emocional no es exclusiva del síndrome pseudobulbar. En la depresión hay labilidad emocional, pero no en el sentido de la risa, sino en el sentido del lloro y la tristeza», apunta.

Desde fuera, algunas personas confunden este comportamiento con la bipolaridad: «Normalmente son expresiones cortas de llanto o risa, pero a veces no es fácil entenderlo para alguien que no conoce a la persona. Y le puede molestar si tiene una reacción de risa ante una situación preocupante o triste. Cuando estás contando una cosa que a ti te preocupa y el otro tiene una reacción de risa, no le divierte al que lo cuenta. Si lo explicas, normalmente la gente lo lleva bien, pero a veces es complicado. Es importante informar y que la gente sepa cómo es la cuestión».

El tratamiento tiene diversas patas: «Lo más importante es prevenirlo. Prevenir el ictus y todas estas enfermedades que se puedan prevenir. Hay un tratamiento farmacológico, Nuedexta, que funciona moderadamente y que está aprobado en Estados Unidos, pero aquí todavía no. Aquí se puede intentar mejorar un poco la situación y, si es muy exagerado, darle algún pequeño tratamiento farmacológico, pero lo más importante es reeducar al paciente en el grado que puedas. Reeducar no es nada sencillo. Hay que intentar lograr que el paciente sea consciente de que le pasa esto e intente controlarlo, pero es incontrolable. Con terapia psicológica, a veces se puede ayudar un poco». El diagnóstico del síndrome suele provocar desconcierto: «Cuando ves a los pacientes, la gente se sorprende. La mayoría de los pacientes y las familias no conocían la existencia del problema».

Por su parte, Belén Moliner, directora médico de Irenea, Instituto de Rehabilitación Neurológica de Vithas, ahonda en el trastorno de desinhibición a partir de la investigación que llevó a cabo para su tesis doctoral. Gira alrededor del daño cerebral y sus diferentes tipos de secuelas.

«Siempre que hay un daño cerebral hay tres tipos de secuelas: físicas, cognitivas y neuroconductuales o alteraciones de conducta. A nivel motor, los traumatismos craneoencefálicos suelen ir en general muy bien, todos acaban caminando. A nivel cognitivo, un paciente puede llegar a mejorar mucho. Pero a lo mejor no es capaz de integrarse a nivel social por estas alteraciones de conducta. Mi tesis iba sobre esto. ¿Por qué un paciente que a nivel motor y cognitivo estaba súper bien rehabilitado y tenía un gran nivel de funcionalidad no era capaz de integrarse a nivel social y laboral? Desarrollamos un estudio en 2020. Hasta un 80 por ciento de los pacientes tienen alteraciones de conducta. Y dentro de este 80 por ciento, un 68 por ciento eran pacientes desinhibidos, con una alteración de conducta de tipo desinhibido. Normalmente la causa siempre está en el lóbulo prefrontal. Concretamente, una lesión en el área orbitofrontal, que hace de filtro para regular las emociones», apunta la doctora.

Belén Moliner expone las diferentes vertientes. «Con filtro nos referimos a que puedo estar pensando algo de alguien pero sé que socialmente eso no es correcto y por tanto no lo digo. Hay dos tipos de desinhibición: la social y la sexual. La social son comentarios inapropiados, contarlo todo... Las familias muchas veces dicen: 'Él no era así para nada, era más serio, y ahora a cualquier que se encuentra por la calle le cuenta todo'. Luego son pacientes que a lo mejor se ríen de todo. Y luego está la desinhibición sexual, la otra cara de la moneda, que son pacientes que cambian su objetivo de preferencia sexual de forma totalmente inapropiada. Hay familias que lo sufren mucho», explica la doctora, quien se detiene en el descontrol de la risa en estos casos.

«El paciente no puede parar de reírse, no tiene esa regulación emocional. Tiene dañada esa zona. Son pacientes que no pueden parar. Y muchas veces esa alteración de conducta, esa risa, les limita la evolución en la rehabilitación y les limita que puedan hacer una actividad social normal. Es como si fueran niños pequeños», agrega.

Belén Moliner aborda la rehabilitación desde dos perspectivas: «Por un lado está el tratamiento médico. Vamos a intentar ponerles un filtro farmacológicamente. Lo podemos hacer con fármacos depresores del sistema nervioso central. Y a nivel neuropsicológico, consiste en hacerles tomar conciencia de enfermedad. Implica que el paciente sea consciente de todos los déficits que tiene y la repercusión que tienen en su entorno». José Miguel Láinez se despide con una conclusión: «A veces la risa no es divertida».

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