![«Es un ruido que te invade. No te acabas de acostumbrar nunca»](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/04/05/armero-R6ER2ETGiEEJXjBOoO8AxSL-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
![«Es un ruido que te invade. No te acabas de acostumbrar nunca»](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/04/05/armero-R6ER2ETGiEEJXjBOoO8AxSL-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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El Barrio del Cristo es singular. Y no sólo por repartir su territorio entre dos municipios colindantes: Quart de Poblet y Aldaia. Hay algo más. Su proximidad con el aeropuerto de Manises da lugar a un particular escenario que tiene su máximo exponente en la calle donde reside Juan Armero. Pared con pared, residen vecinos que pertenecen a una finca que sí entra en la denominada huella del ruido dibujada por Aena, que se hace cargo del aislamiento de las viviendas teóricamente afectadas por la contaminación acústica relacionada con los vuelos. En cambio, él y sus compañeros de patio se quedan fuera de esa imaginaria área de influencia. Pese a formar un mismo bloque de edificios, el operador ha intervenido de forma diferente en cada caso. Una situación curiosa que representa la batalla de toda una asociación.
Juan Armero es uno de los directivos de la Asociación de Vecinos del Barrio del Cristo y el representante de este colectivo a la hora de establecer conversaciones con Aena. «El ruido que provocan los aviones por vivir cerca del aeropuerto es algo que te invade. Tienes que volver a repetir algo si estás hablando con alguien. Altera la concentración, el sueño… Es muy molesto y al final es algo que te que te puede. No puedes poner remedio. Y es un sentimiento bastante difícil de llevar. Es algo que te enerva. Te sube la tensión diaria del día a día. No te acabas de acostumbrar nunca», lamenta.
Juan habla de estridencia: «Si tuviera que describirlo, sería un ruido de temblor. O sea, es un ruido que se acompaña con un temblor. Es algo como que en un momento va a estallar. Y cuando se aleja te queda esa tranquilidad de que ya se ha ido». Condiciona su día a día: «El peor momento es por la noche o muy temprano. Y también está el problema de la reparación de motores en el aeropuerto. En lugar de utilizar el foso, muchas veces prueban los motores a pie de pista. Y después está el tráfico de los helicópteros, ya que efectúan un vuelo manual, a discreción, en ocasiones por encima de toda la población, a cualquier hora del día o ya entrada la noche».
Pone el foco en ciertas maniobras de los aviones: «El aeropuerto y las compañías aéreas deberían cumplir cierta normativa que no están cumpliendo, volar a la altura que tienen que volar y utilizar las vías que tienen que utilizar para salir, por ejemplo, en dirección oeste y no en dirección este como lo están haciendo por encima de las poblaciones de Alaquàs, Aldaia, Xirivella, Quart de Poblet, Manises... Si saliesen en dirección Madrid no molestarían prácticamente a ninguna población. Argumentan que es por el motivo del aire, que el sentido del aire tiene mucho que ver con el despegue de las aeronaves. Pero aquí en Valencia no sufrimos de ventisca. Y luego hay empresas low cost que son las que más molestan. Salen mucho más bajo en el despegue para evitar quemar más queroseno y giran mucho antes».
Como solución, hace varios años, Juan instaló en su domicilio ventanas con doble cristal y cámara de aire: «La medida que como vecinos nos toca adoptar para evitar este ruido es aislar. Pero deberían ser herméticas como las que pone Aena en el proceso de la huella del ruido, que es una de las peleas que tenemos en la asociación de vecinos». Y ahí llega el curioso caso de su finca y la adyacente.
«No es que mi vecino viva en la acera de enfrente, ni dos calles más allá. Nos separa un tabique. Aena reconoce que su vivienda está afectada por los ruidos, según los medidores que tiene. Y a mí, que estoy a un palmo de su cabecero a mí no me molesta. Nos están tomando el pelo. Es de chiste. O sea, mientras que la huella del ruido no sea seria y no se amplíe, la vivienda no puede estar dotada con ese acondicionamiento que es primordial, que es un sellado bien hecho, con un PVC, con una cámara de aire en condiciones. Y eso digamos que paliaría, no es que lo evitaría al cien por cien», comenta. Una intervención con un valor de entre 6.000 y 8.000 euros: «El barrio está afectado casi en su totalidad».
Juan explica que el argumento ofrecido por Aena consiste en que el acceso a su finca se encuentra en la calle perpendicular. Ahora permanece a la espera de la ampliación de la huella de ruido que, según le han transmitido desde el operador aeroportuario, se va a producir a lo largo de 2023. Reclama que se coloquen los medidores dentro de la población en lugar de en los polígonos industriales.
«Nos dijeron que los detectores de ruido iban a cambiar su ubicación para detectar y fijar una huella de ruido más exacta de la que hay actualmente, porque cada dos años aproximadamente se va ampliando esa huella en teoría. Nos están vendiendo la historia de que el aeropuerto genera un ruido, pero luego hay un cuello de botella que es donde está el barrio. O sea, que el ruido es muy ancho en la pista de despegue pero cuando llega el Barrio del Cristo ya es un embudo. Ahí ya no hay ruido», lamenta.
Su finca fue construida en los años 70: «Cuando decidimos tener aquí el domicilio, el aeropuerto ya existía. Pero no pensábamos que esto iba a ir a más. La cantidad de vuelos que había entonces, en los años 70, 80 y 90, no son los vuelos de hoy. Hoy el avión lo utilizamos todos. Ahora hay muchísimos más vuelos». De ahí que Juan y su esposa se hayan planteado en varias ocasiones cambiar de casa. Sólo les frena la cuestión económica.
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