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María José Calderón, rodeada del equipo médico.

Quince horas en quirófano para cambiar un esófago y una aorta por un pericardio bovino

Médicos de la Fundación Jiménez Díaz operan con éxito, por primera vez en España, a una paciente con fístula aorto-esofágica

Daniel Roldán

Miércoles, 25 de febrero 2015, 14:09

Nunca pensé que iba a morir. María José Calderón intenta articular más de una frase seguida. Pero la emoción convierte sus palabras en silencios y sus ojos en lluvia. A sus 44 años, ha pasado todo un calvario desde que sufriera un accidente en 2002. Fue tratada, pero se le detectó una fístula aorto-esofágica, una comunicación anómala que se produce por aneurismas (dilataciones localizadas y permanentes) de la aorta torácica, lesiones de esófago o por las prótesis alojadas en esta aorta, como fue el caso de María José.

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Esta patología es muy infrecuente. En los últimos diez años apenas se han detectado 45 casos en Europa. En España, se han documentado tres casos en Valladolid con pacientes entre los 15 y los 44 años. A dos se les realizó una cirugía y al otro un tratamiento conservador. Lamentablemente, todos ellos fallecieron a los pocos días o en el postoperatorio, ha explicado Cesar Aparicio, jefe asociado de Angiología y Cirugía Vascular de la Fundación Jiménez Díaz (FJD) de Madrid. Ante esta situación, el equipo de este departamento, junto al de cirugía general y al de cardiaca, se planteó la posibilidad de extirpar la aorta y el esófago. María José estaba de acuerdo. Nunca tuve miedo. Estaba confiada, ha asegurado.

No se equivocó. El equipo de la Fundación Jiménez Díaz logró operar con éxito, por primera vez en España, a una paciente con esta patología. Una operación que se tuvo que realizar por capítulos: una primera parte, de diez horas, y una segunda de cinco. En la primera, se produjo la extirpación de la aorta. Pero sin la aorta, el cuerpo humano no puede vivir, ha explicado Gonzalo Aldámiz-Echevarría, jefe del servicio de Cirugía Cardiaca. La única opción era realizar una circulación extracorpórea con hipotermia moderada. Es decir, congelar el cuerpo para que el corazón y los pulmones no tuvieran que trabajar y reducir la actividad del cerebro a la mínima expresión. Es similar a una muerte cerebral. Eso nos da entre veinte y treinta minutos para operar, ha añadido el doctor Aldámiz durante la presentación de los resultados.

En ese tiempo, se extirpo la aorta torácica descendiente y se sustituyó por un tubo de pericardio bovino. Es un material más resistente a la reinfección que las prótesis convencionales y que no produce rechazo, ha apuntado el doctor Peter Vorwald. En la intervención, realizada en marzo de 2014, se abocó en el cuello y se colocó una sonda para alimentar a la paciente.

En agosto se realizó la segunda parte de la operación: colocar una parte nueva de esófago, en este caso una plastia tubular gástrica. Un tubo de unos 30 centímetros de largo que se une al esófago en el cuello desde el estómago. Esto ha permitido a María José llevar una vida normal y comer de casi todo. Me encuentro muy bien, añade sin poder contener las lágrimas. Lágrimas de felicidad.

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