Alcohol y mujer: una adicción en soledad
El alcoholismo entre las mujeres ha crecido en los últimos años. La sobrecarga de trabajo y el estrés pueden estar detrás de muchas situaciones que habitualmente se viven en silencio.
SUPLEMENTOS
Valencia
Jueves, 20 de diciembre 2018, 01:21
En los últimos 15 años se ha disparado las cifras de mujeres con adicción a alcohol hasta el punto de que se está produciendo una homogeneización del alcoholismo de género, tradicionalmente liderado por los hombres. De hecho, la situación es tal que la previsión que es que en los próximos años los porcentajes se igualen y se llegue a la proporción del 50 % para ambos sexos.
Más allá de las diferencias biológicas entre ellos, los patrones que siguen los hombres y mujeres a la hora de convertir un consumo de alcohol en una verdadera adicción son muy distintos. En el caso del género masculino se trata de un comportamiento que habitualmente se realiza de manera social –en compañía– y puede acompañarse de conductas violentas. «Se podría decir que el hombre expresa su alcoholismo hacia el exterior, hacia su entorno, mientras que la mujer hace todo lo contrario y lo expresa hacia dentro porque lo usual es que beba en soledad y de manera inapreciable para los demás hasta que ya se ha despertado una auténtica adicción», explica el doctor Augusto Zafra, psiquiatra director de IVANE SALUD y responsable de la Unidad de Salud Mental y Psiquiatría Hospitalaria en el Hospital Vithas Nisa Valencia al Mar y de la Unidad de Desintoxicación y Patología Dual en el Hospital Vithas Nisa Aguas Vivas.

«La mujer debe luchar, además, contra el rol de género y el estigma que supone el alcoholismo para el sexo femenino, mucho peor visto socialmente que en el masculino, lo que la lleva a esconder aún más su problema y a que no sea tan evidente como en el hombre», detalla el especialista. De hecho, cuando una mujer es diagnosticada de alcoholismo «lo habitual es que su caso sea mucho más grave que en el hombre porque, para cuando piden ayuda, el problema está mucho más evolucionado».
Los expertos achacan estos diferentes comportamientos al actual cambio de roles. La incorporación de la mujer al mercado laboral es un hecho objetivo que, sin embargo, no ha estado acompañado de una modificación de su papel en el ámbito familiar, donde se le sigue exigiendo que sea la máxima responsable del cuidado del hogar, de los hijos o de los mayores. Esto habitualmente le supone una sobrecarga de trabajo y un estrés añadido. No obstante, también es posible que la situación se dé justo en el lado contrario: el del ama de casa. Para muchas mujeres, el rol de esposa y madre puede suponer una tela de araña en la que quedan atrapadas sin desearlo y que les obliga a renunciar a su proyecto vital y a tomar un camino no deseado.
En ambos casos, el consumo de alcohol se suele dar como vía de escape de una situación dominada por la ansiedad, la depresión y la frustración: es una forma de anestesiar los sentimientos de frustración y una manera rápida y eficaz de calmar ese desasosiego y esa angustia inicial. El problema surge cuando ese consumo se convierte en un comportamiento repetitivo, sin control y evoluciona en el tiempo, habitualmente en completa soledad y de manera casi imperceptible para su entorno, hasta que aparece la enfermedad adictiva.

Las señales de alarma, tal y como destaca el doctor Zafra, son varias. «Hay que preocuparse y buscar ayuda cuando existe una necesidad real de beber y se pierde la libertad de hacer cualquier otra cosa porque lo más importante buscar el momento para anestesiar las emociones con la bebida», señala.
La importancia del tratamiento dual
Dado que el alcoholismo en la mujer suele estar muy ligado a la ansiedad, el estrés y depresión, es imprescindible tratar todos estos problemas en conjunto para conseguir resultados satisfactorios. «Son enfermedades diferentes pero que están íntimamente unidas, tanto que, si no se tratan de forma integral, existe un peor pronóstico y una mayor tasa de recaída », advierte el doctor Zafra.
La Clínica de Adicción y Patología Dual de Hospital Vithas Nisa Aguas Vivas y la Unidad de Salud Mental y Psiquiatría Hospitalaria de Hospital Vithas Nisa Valencia al Mar ofrece precisamente eso: un tratamiento conjunto y personalizado que da respuesta tanto a la enfermedad de alcoholismo como a la depresión que suele ir asociada a él. Y es que «no se trata sólo de desintoxicar del alcoholismo -detalla el especialista-, sino también de atajar el problema psiquiátrico que ha podido ser causa o bien consecuencia de la adicción» porque, si no se aborda en conjunto, «las recaídas se disparan y se observa una peor adherencia al abordaje terapéutico, algo que, al final, desemboca en una recuperación parcial y en un peor pronóstico».
En los hospitales Vithas Nisa, tanto en el de Aguas Vivas como en el de Valencia al Mar, se pone a disposición de los pacientes un tratamiento intensivo y personalizado durante un período de tiempo suficiente y que supone el inicio del cambio. «Es un programa de 21 días en los que se trabaja la modificación de hábitos y no sólo el consumo del alcohol mediante psicoterapia individual y grupal», aclara el doctor Zafra. El tratamiento incluye la desintoxicación y la pre-deshabituación del alcohol, pero también lleva a modificar los comportamientos del adicto para evitar todas aquellas situaciones relacionadas con su consumo y sustituirlas por hábitos de vida saludables, así como a abordar los problemas de depresión, estrés o ansiedad del paciente.
Tras la primera fase, llega la deshabituación, la rehabilitación y la reinserción. «Tras los primeros 21 días, que sirven para tratar la desintoxicación y abordar el inicio de la deshabituación, el primer año es fundamental para conseguir modificar los hábitos del paciente y para empezar a encarar los posibles cambios en sus expectativas vitales. Debe tomar decisiones y elegir un presente y un futuro que la aparte de la angustia que la abocó a la bebida», señala el doctor Zafra. Conforme el proceso terapéutico se mantiene en el tiempo, el objetivo es mantener la ausencia de incidencias y recaídas en el consumo terapéutico y conseguir distanciar las intervenciones con los profesionales hasta que, finalmente, cuando se lleva a los 24 meses de tratamiento se pasa a una supervisión esporádica. Es entonces cuando se puede hablar de verdadero éxito, cuando la vida del paciente «deja por completo de estar mediatizada por el alcohol y vuelve a ser libre para tomar sus propias decisiones».
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