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A la unidad de mama del Hospital La Fe de Valencia se puede llegar por varios caminos, pero todos llevan a un escenario común: la sala de espera de la cuarta planta del centro sanitario de referencia de la Comunitat. No hace falta que ... sea el Día Mundial contra el Cáncer de mama, que se celebra cada 19 de octubre. Hay tránsito todo el año. En sus frías sillas, a espaldas de un gran ventanal desde el que se divisa la zona de juegos para los más pequeños, en una terraza exterior, se sientan cada año miles de mujeres y algunos pocos hombres. De ellas, unas 250 reciben anualmente el diagnóstico más temido. Tienen cáncer de mama, el tumor más diagnosticado en el mundo, según el último informe de la sociedad médica de oncología médica. Pero cada vez se curan más, porque la tasa de supervivencia en esta enfermedad, con un pronóstico temprano, supera ya el 90%. La medicina avanza de manera imparable en todos sus prismas. Y todos ellos están pulidos en esta unidad especializada, con un equipo multidisciplinar de más de treinta profesionales, que coordina la oncóloga Ana Santaballa. «Es de las unidades más organizadas del sistema por nuestra transversalidad», explica. Nuestra prioridad es detectar con rapidez y lanzar un mensaje claro. «Si bajáramos el riesgo de desarrollar la enfermedad, en el que influyen el alcohol, el tabaco y el sobrepeso, reduciríamos en un 40% los diagnósticos», explica la doctora, que señala que en el departamento ya se trabaja en un programa para implementar el ejercicio físico como prevención. «Si invertimos en eso, no habrá que gastar en otro tratamientos que son más caros».
A esta sala de espera, donde cada día acuden decenas de pacientes, se va principalmente por dos motivos: porque esa persona se ha notado un bulto en una mama y se lo ha contado a su médico de cabecera. O porque se ha sometido a una de las mamografías del cribado de cáncer de mama que lleva a cabo la Conselleria de Sanidad en mujeres de entre 45 y 70 años. De manera puntual, también pueden ser casos que se han descubierto en otro tipo de revisión para otra patología. Pero en todos ellos, la unidad de mama los cita menos de 48 horas después de haber descubierto esas sospecha. Desde ese momento, el servicio especializado en enfermedades de pecho se pone en marcha y despliega una asistencia horizontal para que los pacientes se sientan acompañados en ese viaje que inician hacia lo desconocido. «La paciente siempre tiene que estar en el centro de atención».
Con ese susto en el cuerpo, ante un bulto en la mama o axila, se llega a las consultas de la unidad de mama. Allí, un equipo humano coge de la mano a las pacientes y las acompaña en la búsqueda del diagnóstico y tratamiento si es necesario. Ahí nos reciben la doctora Santaballa, que ejerce de anfitriona, y nos presenta con orgullo al dcotro Francisco Ripoll, que ese día pasa consulta. Pero también a Francisca Ballester y a Paula Rubio, axiliares administrativo y de enfermería respectivamente, que son la voz al otro lado de las líneas telefónicas de este departamento. Tan necesarias como el resto para que todo siga su curso.
Porque llegar a la unidad de mama es un shock para la paciente. Todo es incertidumbre y miedo. A la enfermedad, a lo desconocido, al tratamiento y al sufrimiento, por lo que el acompañamiento y la información son fundamentales. Pero también la empatía. En todo este recorrido hay una figura que desde el departamento destacan con mucha importancia, porque está muy valorada tanto entre los profesionales médicos como entre las pacientes: se llama Concha Molins y es la enfermera gestora de casos. Ella se convierte en el contacto directo con el hospital mediante el teléfono. A Concha la pueden llamar las enfermas ante cualquier duda propia de un mundo desconocido para ellas. Desde la pregunta más absurda a la confusión con una cita o los consejos para llevar mejor determinado tratamiento. Ellas será su guía a lo largo de la enfermedad. Su labor es tan necesaria que la unidad de mama ha incorporado a una segunda profesional.
El primer paso ante cualquier sospecha, tras pasar por consulta, siempre pasa por el servicio de radiología, donde existe una sala específica con ecógrafos, mamógrafos y consultas especializadas en patología mamaria. Allí trabajan cinco radiólogos de mama, familiarizados con la más pequeña de las sospechas. Pocas cosas escapan a estos ojos entrenados, a pesar de que han estado a punto de perder la doble lectura de las pruebas, que siempre se hace para contrastar resultados. Cuatro o seis ojos siempre ven más que sólo dos. Ellos complementan el trabajo de las unidades de prevención, ubicadas en numerosos puntos de atención sanitaria para realizar las pruebas de cribado, o son directamente la primera cara visible de un proceso que no siempre tiene el final deseado. Junto a ellos, técnicos de rayos, personal de enfermería y auxiliares. Todos son piezas clave para detectar con antelación un cáncer. En ese servicio llega la primera prueba. Una mamografía, una ecografía o, en algunos casos, una biopsia de mama para salir de dudas sin las pruebas iniciales son dudosas.
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En radiología pasamos un rato con las doctoras Rosario Pérez, Rosa García y Rosa Viguer, que examinan con minuciosidad el revelado de algunas mamografías o resonancias desde una sala llena de monitores. Ellas son las primeras cazatumores del proceso. «Intentamos tratar a las pacientes como nos gustaría que nos trataran a nosotras en un momento delicado como este», explican con humildad. A partir de ahí, si ha hecho falta un análisis para tomar una muestra de tejidos, éstos pasan a los anatomopatólogos. En La Fe hay un equipo de tres personas dedicadas en exclusiva a las dolencias de mama. Y también cuentan con los especialistas de medicina nuclear, donde hay una persona especializada en marcajes.
Con el resultado de las pruebas, las pacientes pasan a consulta, donde la unidad tiene especialistas de distinto tipo para tratar la enfermedad desde sus distintas vertientes. Pero ese primer paso se dará con una oncóloga de las cuatro que tiene el departamento. Ellas son las encargadas de pautar el tratamiento y establecer el protocolo. Si hay que aplicar quimioterapia, de qué tipo y con qué duración. Pero también si hay que usar radioterapia o pasar por quirófano para extirpar un tumor, ganglios o hacer mastectomía. De ahí, si se require cirugía, la unidad de mama tiene un equipo de cirujanos generales y especializados en ginecología que se encargan de extirpar los tumores. Pero también hay un cirujano plástico adscrito específicamente al departamento para valorar e intervenir en la futura reconstrucción de la o las mamas desde el primer instante.
Una vez pasada la intervención quirúrgica, si es necesaria, el circuito continúa con atenciones complementarias que siguen siendo parte del tratamiento. Ahí entran en escena los oncólogos radioterápicos (hay dos dedicados sólo para cáncer de mama) que se encargan de pautar las sesiones de radio.
De ahí, vuelta de manera periódica a las consultas de la cuarta planta, donde la unidad de mama cuenta con servicios complementarios para afrontar algunas de las secuelas menos conocidas que la enfermedad deja en las mujeres. Entre ellas, el consejo genético, la ginecología reproductiva, los rehabilitadores, el gabinete de micropigmentación y hasta psicólogos. Ahí radica parte del prestigio de esta unidad, dentro del hospital de referencia en la Comunitat, en su transversalidad.
El consejo genético, por ejemplo, se implementó en el año 2005, para diagnosticar todos aquellos cánceres que tienen una predisposición hereditaria. Se trata de adelantarse a la enfermedad para poder anticiparse en su diagnóstico e intervención y poder atajarlo en una fase curable. Aproximadamente entre 5 y el 10% de todos los cánceres son hereditarios. En el consejo genético hacen un estudio para determinar si una paciente está más expuesta a la enfermedad por ser portadora de algún gen o mutación. Una especie de árbol genealógico del cáncer con el que mantienen la vigilancia sobre pacientes más expuestas. Colaboran de manera muy estrecha con la unidad de mama, pero también con el diagnóstico de otros cánceres como el de colon.
Otro de los servicios menos conocidos en el tratamiento contra el cáncer es el de los rehabilitadores. La Fe cuenta con personal adscrito para tratar de recuperar la movilidad y paliar los efectos de las cirugías mamarias. Como también el de los ginecólogos centrados en la atención a la sintomatología derivada de los tratamientos contra el cáncer, que pueden derivar en menopausias precoces y problemas de fertilidad. Con ellos, casi cuando la convaleciente ni siquiera ha tenido de pensar en el futuro más inmediato se aborda, por ejemplo, la congelación de óvulos para poder tener hijos después de la enfermedad. Del mismo modo que se aborda la parte estética, porque la imagen de una mujer mastectomizada delante de un espejo es muy dura. Con la reconstrucción, un equipo especializado en micropigmentación puede incluso volver a dibujar la aureola para dar más realismo a una mama reconstruida. Y por último, la atención psicológica, de la que se encarga la Asociación Española contra el Cáncer, que presta el servicio porque el hospital no tiene psicólogos clínicos.
Todos ellos forman parte de un circuito dedicado a prevenir, diagnosticar, tratar, curar o acompañar a quienes se enfrentana diario a una enfermedad cada día más común, pero cada vez más esperanza: el cáncer de mama.
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