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Sandra Paniagua
Sábado, 19 de octubre 2024, 00:44
«Fue durante la pandemia. Encontré un bulto en el pecho por casualidad, pero pensé que era normal. No podíamos salir de casa, y no le di importancia hasta un mes después. Al ver que no desaparecía, consulté al médico». Así comenzó su relato Almudena Puchades, quien fuera diagnosticada de cáncer de mama con 43 años, recordando el momento en que su vida cambió. La noticia fue dura: un tumor grande y con afectación ganglionar. Sin embargo, Almudena encontró una pequeña luz al saber que su sistema inmunológico ya había comenzado a actuar. «Respondí bien a la quimioterapia antes de la operación, lo que permitió que la intervención fuera lo menos agresivo posible. Conservé la mama y solo me quitaron tres ganglios, algo importante para evitar secuelas».
Como muchas mujeres que enfrentan esta enfermedad, Almudena Puchades se aferró a pequeñas metas. «Durante el tratamiento, me ayudaba a visualizar pequeños hitos, como la operación o terminar la quimio. Me centraba en esas metas cercanas, lo que me ayudaba a mantenerme con energía y esperanza. El ejercicio físico también fue clave para soportar los efectos secundarios y sentir que estaba haciendo algo por mí misma».
El cáncer de mama, del que hoy se conmemora el Día Mundial, sigue siendo un reto tanto para los pacientes como para la comunidad médica. De hecho, según los últimos datos recogidos por la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), este 2024 se diagnosticarán 36.395 nuevos casos de cáncer de mama, siendo este tipo de tumor más frecuente entre las mujeres españolas por delante del cáncer colorrectal, de pulmón, cuerpo uterino, tiroides y páncreas, siendo también el más diagnosticado a nivel mundial. En España, aproximadamente el 30% de los cánceres diagnosticados en mujeres se originan en la mama.
Cabe señalar que en cuanto a la tasa de incidencia, se estiman 132 casos por cada 100.000 habitantes. La probabilidad estimada de desarrollar cáncer de mama siendo mujer es de 1 de cada 8 y la franja de edad de mayor incidencia es la de los 45-65 años, al ser el momento en el que se producen los cambios hormonales en los períodos de peri y post menopausia.
El tratamiento al que fue sometida Almudena Puchades es un ejemplo del progreso que la oncología ha experimentado en los últimos años. El doctor Joaquín Gavilá, jefe del Servicio de Oncología Médica del Instituto Valenciano de Oncología (IVO), señaló que cada vez se buscan tratamientos «menos agresivos, pero iguales de efectivos». En su caso, el medicamento utilizado contra una proteína específica se administra de forma subcutánea, impidiendo el uso de la vía intravenosa, lo que mejora la calidad de vida del paciente.
«El tratamiento antes de la cirugía no solo permite reducir el tamaño del tumor, sino que a veces evita intervenciones más invasivas. Al reducir el tamaño tumoral evitamos cirugías más agresivas, el marcador pronóstico es la respuesta completa, es decir conseguir que el tumor desaparezca por completo tras el tratamiento previo», explicó el doctor Gavilá.
Por su parte, Francisco Ripoll, jefe de la Sección de Cirugía del Hospital Universitari i Politècnic La Fe, añadió que la personalización del tratamiento es clave. «Cada paciente es evaluado en un comité multidisciplinar donde participan oncólogos, cirujanos y radioterapeutas. Esto permite ajustar cada caso de manera individual, buscando siempre la opción menos agresiva. En muchos casos, las cirugías sobre la axila se han reducido, y en unos años, es posible que ni siquiera sean necesarios».
Este enfoque multidisciplinar también fue resaltado por la doctora Begoña Bermejo, oncóloga del Grupo de Investigación en Biología del cáncer de Mama del Hospital Clínico de Valencia. «No se trata solo de curar el cáncer, sino de hacerlo preservando la calidad de vida del paciente. Nuestra prioridad es que puedan seguir con su vida normal, minimizando las secuelas del tratamiento».
Sin embargo, una de las mayores preocupaciones sigue siendo la prevención y la detección precoz del cáncer de mama. Las cifras en España reflejan una realidad alarmante: 36.395 nuevos casos al año, y aunque la tasa de supervivencia es alta (85% globalmente y hasta 95% cuando se detecta a tiempo), aún hay un 5% de casos metastásicos, que tienen pronósticos mucho más complicados. «La adherencia a los programas de cribado es fundamental», insiste el doctor Gavilá y añade que «muchas pacientes llegan sin haber hecho ninguna revisión, lo que reduce las posibilidades de un diagnóstico temprano».
Ejemplo de ello es la misma Almudena que vivió este desajuste. «Me diagnosticaron a los 43 años, y fue este año, a los 45, cuando recibí la carta para hacerme la mamografía. Es una carta que llegó demasiado tarde», reflexionó.
La necesidad de reforzar las campañas de prevención, sobre todo en mujeres jóvenes y aquellas en edad avanzada, es algo que los especialistas consideran prioritario. La doctora Begoña Bermejo destacó que «el envejecimiento de la población está incrementando los casos de cáncer de mama, y por eso debemos adaptar nuestras campañas de cribado. Además, en mujeres jóvenes, las mamografías no siempre son eficaces, por lo que debemos encontrar nuevas formas de detectar la enfermedad en este grupo».
El doctor Joaquín Gavilá añadió que, junto con la detección precoz, es esencial promover hábitos de vida saludables. «El cáncer de mama está relacionado con muchos factores de riesgo, como la obesidad, y debemos trabajar en reducirlos a través de la alimentación y el ejercicio físico. Controlar la obesidad podría reducir la incidencia de tumores en un 30-40%».
Más allá del diagnóstico y el tratamiento físico, el cáncer de mama tiene un profundo impacto en la vida emocional y psicológica de los pacientes. Para mucho, el impacto va mucho más allá de las cicatrices físicas. Zahira Pérez, trabajadora social de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), explicó que «el diagnóstico de cáncer de mama es devastador, no solo para la paciente, sino también para su entorno familiar». Muchas mujeres, al recibir la noticia, sienten que pierden el control de su vida. «El miedo, la ansiedad y el estrés son emociones muy comunes, sobre todo al principio. La mayoría de las mujeres necesitan apoyo psicológico para poder gestionar todas estas emociones».
Pérez recuerda que el impacto psicológico de la enfermedad es diverso. «Aparte del miedo al tratamiento y la posible recaída, muchos pacientes deben enfrentarse a las alteraciones de su imagen corporal, lo cual afecta gravemente a su autoestima. La caída del cabello, las cicatrices y los cambios en el cuerpo pueden hacer que las mujeres no se reconozcan a sí mismas. Mirarse al espejo puede ser muy duro para ellas». Este proceso de transformación física puede desencadenar una pérdida de identidad, algo que Zahira Pérez y su equipo trabajan desde el primer momento.
Para afrontar estos retos, la AECC ofrece una amplia gama de recursos de apoyo emocional, tanto a nivel individual como grupal. Zahira Pérez destacó la importancia de los talleres y sesiones de terapia, donde los pacientes pueden compartir sus miedos y experiencias. «Es fundamental que no se sientan solas. En estos espacios, las mujeres encuentran un lugar seguro donde pueden expresar lo que sienten y recibir el apoyo».
Además de la atención psicológica, Zahira Pérez subraya la importancia de trabajar con los pacientes en su reinserción social y laboral tras la enfermedad. «Muchas mujeres que sufren cáncer de mama están en una situación de vulnerabilidad incluso antes del diagnóstico. Muchas han perdido su empleo o tienen dificultades económicas, lo que agrava aún más la situación. Desde la AECC ofrecemos talleres de empleabilidad para ayudarles a reincorporarse al mundo laboral, y también brindamos asesoramiento sobre cuestiones prácticas, como la solicitud de ayudas o la adaptación de sus hogares».
Este apoyo integral es crucial para que las mujeres no solo superen la enfermedad, sino que también puedan retomar su vida con la mayor normalidad posible. «La fase de supervivencia también es complicada, ya que, aunque estén libres de enfermedad, las secuelas físicas y psicológicas pueden perdurar. En ocasiones, la sociedad espera que el paciente vuelva a la normalidad una vez finalizado el tratamiento, pero esto no siempre es fácil. Muchas sienten miedo a la caída, o se enfrentan a nuevas limitaciones físicas que no tenían antes del cáncer», señala Pérez.
Este miedo a la recaída, tan común entre los supervivientes de cáncer de mama, es un aspecto en el que el equipo de la AECC trabaja especialmente. «Aunque pase el tiempo y el tratamiento haya sido exitoso, muchas mujeres viven con la sombra del miedo a que el cáncer vuelva. Este miedo es adaptativo y normal, pero es importante que no domine sus vidas», comenta Pérez.
Para Almudena, el apoyo psicológico tras el diagnóstico y el tratamiento fue fundamental. «El impacto emocional del diagnóstico fue muy fuerte. Durante las primeras consultas, apenas recuerdo las palabras, solo las emociones. Estaba paralizada y llena de miedo». Sin embargo, con el tiempo, fue aprendiendo a gestionar ese miedo, y asegura que, «aunque el temor a la recaída nunca desaparece del todo, cada vez ocupa un espacio más pequeño en mi mente, y trato de no dejar que domine mi vida».
Por ello, Zahira Pérez concluyó que la atención psicológica y social debe formar parte integral del tratamiento del cáncer de mama, tanto durante como después del proceso médico. «La enfermedad no solo afecta al cuerpo, sino también al alma. Nuestra labor es acompañar a las mujeres y darles las herramientas para que puedan recuperar su vida y su confianza. Es una lucha emocional y física, pero con el apoyo adecuado, es posible salir adelante».
El futuro del cáncer de mamá pasa por la investigación y por la mejora de los recursos disponibles. Tanto el doctor Gavilá como la doctora Bermejo insisten en que la investigación es clave para seguir avanzando en los tratamientos. «No toda la investigación puede depender de fondos privados, necesitamos más apoyo público», afirmó el doctor Gavilá. «El cáncer de mama es un área donde los avances han sido impresionantes, pero para seguir mejorando la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes, necesitamos invertir más».
Además, ambos destacaron la importancia de garantizar que los tratamientos más innovadores estén disponibles en todos los hospitales, asegurando la equidad en la atención médica. Almudena Puchades concluyó con un mensaje de esperanza: «Gracias a la investigación, hoy el cáncer de mama tiene uno de los mejores pronósticos. Hace años, esto no era posible. Pero aún hay camino por recorrer».
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