Concentración. La sesión se inicia con ejercicios de control de la respiración. TXEMA RODRÍGUEZ

Meditación contra los traumas

El personal sanitario cuenta con atención psicológica ante la previsible avalancha de daños emocionales

Txema Rodríguez

Valencia

Viernes, 24 de abril 2020, 01:25

Un día acabará la pandemia o, al menos, pasará a una fase en la que las vidas vuelvan a aquello que antes conocíamos como normalidad. Tal vez sea parecida al recuerdo que tenemos de esos momentos o se quede en una versión reducida. Pero en ese momento saldrán a flote los daños emocionales que el Covid 19 está causando en las mentes del personal sanitario. Las muertes, el dolor, la frustración y el miedo que han vivido; todo lo que se han llevado a casa cada día y, aún sin procesar, han seguido acumulando jornada tras jornada hasta formar una nube oscura que acabará siendo un trauma. Pueden revivir el miedo, sufrir pesadillas, alteraciones del sueño, ira, culpa o remordimientos. A lo mejor tener pensamientos negativos o dejar de sentir interés por cosas o actividades con las que antes experimentaban placer. Pero todo eso será en el futuro. Ahora estamos en una sala que se utiliza, entre otras muchas cosas, para hacer el relevo de los equipos de Urgencias. Los que entran a trabajar reciben la información de los que dejan su turno en ese momento. También se emplea para meditar. Eso que llaman mindfulness. Una técnica que consiste en prestar atención desapasionada a los pensamientos, las emociones, las sensaciones corporales y al entorno, sin juzgar. Se trata de estar presente.

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La psicóloga Sara Pla cree que es pronto para ver los daños y que «el pico se producirá cuando ya no haya tanto trabajo»

Se hace un silencio tras el barullo de sillas de la reunión. Sara Pla, residente de Psicología Clínica, ocupa la silla frente a un pequeño grupo de mujeres. Inicia la sesión. Su voz es suave y cálida. Da instrucciones sobre la respiración, la percepción del propio cuerpo, el pensamiento. Dice que es como la meditación budista pero sin la parte espiritual, «se centra en la conciencia, en lo físico, en los procesos mediante los que podemos regular la inestabilidad emocional, en llegar a un contacto con el sufrimiento», dice. Los psicólogos del hospital tienen ahora un trabajo adicional, tendrán más en un futuro, atendiendo a los trabajadores, cuidan de sus tensiones, dolores emocionales y crisis de ansiedad. Hay un teléfono al que pueden llamar en cualquier momento y desde el que se les atiende; aunque es pronto, dice Sara, porque «el estrés del trabajo no les deja ahora pensar y todavía no han establecido un contacto con esas emociones, el pico se producirá cuando ya no haya tanto trabajo, será cuando más necesiten nuestra ayuda, cuando aflore todo ese sufrimiento de no poder ayudar a personas que mueren o el miedo al contagio o a contagiar a tus familiares».

Al acabar la sesión Sara pregunta a sus compañeras si quieren decir algo. Ahora hablar es importante porque el virus ha impuesto un nuevo modelo de comunicación en el que la palabra ha pasado al primer plano ante la imposibilidad de dar salida a los sentimientos mediante el contacto corporal. Explica Sara que la palabra «tiene un potencial regulador muy importante, nos permite abordar algo fundamental que es el autocuidado, permitirse esa expresión emocional hablando con las personas cercanas, mantener el contacto». También se refiere al hecho de que en situaciones tan duras como la actual se genera «un cierto tabú, se procura no hablar de la tristeza» y considera que el hecho de que sean mayoría de mujeres las que abordan abiertamente sus problemas emocionales tiene que ver con el rol que han recibido a través de la educación. «Hay unos patrones porque en la educación se tiene en cuenta nuestro género, pero en familias en las que no llora nadie...no lloran tampoco las mujeres», dice.

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