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La doctora Elena Sancho asiste a Salvador, un paciente que se contagió con el Covid, en el Hospital La Fe de Valencia. Txema Rodríguez
CINCO AÑOS DE LA PANDEMIA EN VALENCIA (II) | Los sanitarios

Muerte, riesgo, desprotección... «Era como ir a la guerra»

El conseller de Sanidad afrontó el virus como internista en La Fe: «El Gobierno dejó a las regiones en un desamparo total». El doctor Andarias se contagió, acabó en la UCI y abandonó su vocación. La médico Trini Izquierdo luchaba por los pacientes con cinco hijos a su cargo y dos enfermeras gestaron su amistad entre del desastre de las residencias. La huella de la pandemia en primera línea, entre batas blancas

Lunes, 3 de marzo 2025, 00:25

«El lunes 16 de marzo las calles estaban desiertas. Nos convocaron a una reunión en el Hospital General. Habría 60 médicos, enfermeras, auxiliares… La ... tensión se palpaba». Las enfermeras Maggie Campi y Carmen Collado escucharon entonces el mensaje: «La situación en las residenciales es muy grave. Los trabajadores y mayores están contagiados. Que levante la mano quien tenga miedo o problemas de salud». Unas 15 personas se marcharon. Ellas se quedaron.

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El recuerdo es sólo un ejemplo de lo que vivieron los profesionales de la salud en casi todos los escenarios: residencias, hospitales, centros de salud, ambulancias… «Era como si fuéramos a la guerra». Había un enemigo, el virus. Había muertes a diario. Había un enorme riesgo y escasos equipos que apenas protegían ante lo desconocido.

Al doctor Marciano Gómez, hoy conseller de Sanidad, la irrupción del coronavirus le sorprendió como internista en el Hospital La Fe. Para él tampoco fue fácil: su mujer, también médica, trabajaba en el Hospital General y su hija, en un centro de salud. Su hijo estaba recién operado.

Además, Gómez pertenecía al grupo de riesgo por ser mayor de 60 años y haber sufrido alguna enfermedad que lo hacía vulnerable en caso de infección. También fue de los que se entregó contra la pandemia en los hospitales. «Ejercía como jefe de servicio en la Unidad Médica de Corta Estancia», recuerda. «Por mi condición no visitaba a los pacientes contagiados, pero sí pasé muchas horas en el hospital, con el cometido de cuidar al cuidador», es decir, «organizar personal e intentar resolver problemas para que mis compañeros no enfermaran».

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Recuerda Gómez esa carga «de gran responsabilidad ante algo desconocido y de gran transmisión», con «híper preocupación, sin equipos de protección adecuados y con protocolos confusos, poco concluyentes». Al hoy conseller le saltaban lágrimas «por la impotencia cuando se disparaban las muertes de pacientes pluripatológicos». También por «la emoción de asistir al esfuerzo de tantos compañeros». El personal sanitario «se jugaba la vida y dio la talla con creces».

Análisis de la gestión

«Hubo una absoluta falta de coordinación del Gobierno e interfirió en la gestión el modelo del Botánico, con medio equipo de un partido y medio de otro»

Marciano Gómez

Conseller de Sanidad e internista en La Fe en pandemia

Desde el inicio, el internista apreció «grandes deficiencias del Gobierno central, con una absoluta falta de coordinación y dejando casi todo en manos de las autonomías, un desamparo total». A pesar de que los primeros contagios llegaron a finales de febrero, «se obviaban medidas de protección ante multitudes, como sucedió con la manifestación del 8 de marzo». Y tras el confinamiento «cada región debía arreglárselas como pudiera con las mascarillas y la protección. Fue un error y es la sensación de los médicos que trabajamos en esa época».

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Según Gómez, «el modelo del Botánico interfirió en la gestión, con medio equipo de un partido, medio equipo del otro…». Según destaca, «Vanaclocha asesoraba con más gente a Puig y la directora general no estaba. Hoy eso sería impensable». Tampoco comprende que se priorizara con las vacunas en la sanidad pública respecto a la privada. «Hay momentos en los que la sanidad es única», zanja. «Todas las manos y mentes trabajaban para curar al ciudadano. Todos asumían el mismo riesgo». Otro fallo «de bulto fueron los hospitales de campaña. No se usaron y no produjeron el beneficio que se esperaba».

Los contagios se llevaron vidas de sanitarios o los abocaron a la UCI. El doctor Rafael Andarias fue uno de ellos. Hoy tiene 69 años, se contagió en marzo de 2020 y pasó 23 días en Intensivos. Se infectó en el mismo centro en el que ha ayudado y asistido a miles de pacientes: el Hospital de Dénia. «En mi trabajo, y con una carga viral muy alta», describe.

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El Viernes Santo la muerte le rondaba. Supo mucho después lo que un colega del hospital le dijo a Paqui, su esposa: «Sólo un milagro puede hacer que salga adelante». Ella quiso despedirse. Grabó un audio de voz con el móvil, lo mandó a una auxiliar, se reenvió a un enfermero «y el Domingo de Pascua llegó a mi oído». En ese instante, «entreabro los ojos, parpadeo, sonrío y muerdo el tubo de guedel, como me contaron después». Empezó a mejorar «de forma inexplicable».

El momento en el que el médico contagiado es trasladado a planta entre aplausos de sus compañeros. LP

A su salida del hospital siguieron meses de rehabilitación para recuperar masa muscular y fuerza. «Estuve de baja más de año y medio». Ya en octubre de 2021, le dieron el alta, «pero no me vi en condiciones. Sentía cansancio y fatiga. No podía jugármela con jornadas de 12 horas en urgencias». Decidió prolongar su ausencia con las vacaciones que le correspondían. Y tras consumirlas, llegó la cepa de Omicron. «No podía arriesgarme a trabajar, más cuando no estaban seguros de si la vacunación iba a ser efectiva contra la variante».

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No volvió al hospital. Un nuevo contagio en urgencias le aterrorizaba. «Yo hubiera querido trabajar hasta los 73 o hasta que el cuerpo aguantara pero no podía arriesgarme y decidí jubilarme». En 2022 aún luchó con constantes ejercicios de fisioterapia respiratoria, soplando el aparato de bolas en casa a diario, caminando, entre revisiones… El premio es haber recuperado la funcionalidad pulmonar.

«No abrazaba a mi familia. No quería que se acercaran»

El pulmón. El órgano diana del virus es el que marcaba el pronóstico del paciente. Es la especialidad de la doctora Cruz González, neumóloga en el Clínico y al frente de la Sociedad Valenciana de Neumología. Ella luchó por sanar a infectados. Al inicio fue desconcertante: «Desconocíamos todo sobre el comportamiento del virus. No estaba claro cómo se transmitía. Y sin tratamiento, vacuna o medidas de protección adecuadas».

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¿Qué hicieron? «Valentía, pese al miedo. Sabiendo que nadie nos podía sustituir y tomando decisiones con lo aprendido de otras pandemias, sin la certeza de que funcionara». Y con cautela extrema: «Yo no abrazaba a mi familia por miedo. No quería que se acercaran. Eso es muy duro». En la visita a su primer paciente con Covid, «tenía una enfermera revisando cada paso para vestirme en orden correcto. Media hora después, me esperaba para desvestirme en orden similar. La supervivencia de uno era la supervivencia de todos».

González fue (y es) crítica ante la falta de protección «pero comprendo que fue una situación inesperada y abrumadora para todos». Le duele que a los sanitarios «no se nos ha reconocido el papel que tuvimos en esa crisis y seguimos en una situación laboral bastante precaria».

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La doctora Trini Izquierdo se enfrentó a una doble lucha: ser coordinadora de un centro de salud y madre de cinco hijos que en marzo de 2020 tenían entre 7 y 18 años. «Justo cuando arrancaba el estado de alarma, la mayor, Marta, había quedado con amigos para dormir fuera de casa. Tuvimos una discusión y no logramos convencerle. Decía que a todos les dejaban. Al final, regresó, como el resto». La juventud quería vivir la vida, socializar y eso generó tensiones en los hogares.

Fuera de casa , Trini se vio rodeada «por una marea de nuevos cometidos y cambios constantes de instrucciones y protocolos. Todo novedoso. Impredecible. Y con el temor de la falta de equipos de protección y el miedo de contagiar a mi familia. Pero sentí más estrés por el caos sanitario que por llevar el virus a casa», resume.

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Factura personal

«Me sentí culpable por desatender a mi familia. Pasé ansiedad. Me despertaba y ya no dormía. Me volví más irritable y me han tenido que aguantar bastante»

Trini Izquierdo

Médico de familia en Paterna

La médico describe una época «terrible» en la que «toda la atención del centro de salud estaba centrada en el coronavirus y muchos pacientes se perdieron por la desatención a sus problemas crónicos ajenos al virus», lamenta. A Trini todavía le reconcome «no haber logrado convencer a un paciente contagiado de que debía ir al hospital para intentar curarse. Él pensaba que iba a morir y prefirió quedarse en casa, donde falleció. ¿Habría ido si le hubiera insistido más? Igual se hubiera salvado...».

En muchos momentos «sentí culpa por desatender a mi familia. Tras la sucesión de olas y al ver que no salíamos del problema pasé ansiedad. Me despertaba a las cuatro y ya no me dormía. Le daba vueltas al todo. Me volví más irritable y me han tenido que aguantar bastante», confiesa. El premio fue «lo fuertes y autónomos que fueron mis hijos pese a la dificultad. Y lo unidos que hemos salido después como familia».

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El conseller Gómez adjetiva de «encomiable, el abordaje y control de las residencias que se hizo por parte de las unidades de hospitalización domiciliaria». Gracias a estos equipos «ingresaron muchísimos menos pacientes en hospitales y se evitó un colapso». En ese espinoso frente, el de los brotes en centros de mayores, fueron cruciales enfermeras de refuerzo como Maggie Campi y Carmen Collado.

Su primer destino fue Santa Elena, en Torrent. El 17 de marzo había allí 51 contagios, de los que 19 eran trabajadores. Entre el 25 de marzo y el 2 de abril fallecieron nueve personas. «¿Miedo? Todo el del mundo. Pero si en una guerra los soldados se marcharan todo estaría perdido». Esta fue su filosofía, alimentada con un constante apoyo mutuo.

«Al llegar, eso era el caos. Descontrol total en antecedentes sanitarios, medicación caducada...», describen. «Nos daban un EPI para toda la semana y una mascarilla para todo el mes. No había más», revelan las enfermeras. «Los mayores contagiados se ahogaban y sentíamos impotencia. No podían ir a hospitales porque estaban saturados, las familias tampoco podían visitarlos...».

El cartel con el símbolo de la esperanza en pandemia, en la entrada de la residencia de Santa Elena. EFE

Maggie asistió a varios en su hora final: «Me rompía el alma que ni siquiera podían ver mi sonrisa por la mascarilla. Les daba la mano enguantada, les hablaba o les decía una mentira piadosa: 'Tú descansa, ahora vendrán tus hijos'. No quedaba otra». Carmen comía «muy poco por miedo a quitarme la mascarilla y que el virus estuviera en el aire». Cada día salían con el mismo convencimiento taladrando su cabeza: «Hoy seguro que nos hemos infectado».

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Pero la suerte les sonrió en Santa Elena y en otra residencia donde después las destinaron. Esquivaron al virus, hasta que en diciembre acabaron en el centro de salud de Picassent. Y ahí sí, entre colas para pruebas de PCR de pacientes con síntomas, Maggie acabó infectada y con serias complicaciones. «Pasé 13 días hospitalizada con neumonía bilateral». Sabía que este diagnóstico era, en muchos casos, el camino hacia el final. Mientras, su madre en La Fe con Covid. Y su hermana y su padre, también contagiados, en casa. «Toqué fondo. Ansiedad, dolor, llorando en el baño... Sentí el pánico a acabar en la UCI, a morir como los que yo había visto en la residencia, sin posibilidad de despedirme».

Fue la «situación límite». El doctor Rafael Andarias puede contarlo. La enfermera Maggie Campi puede contarlo. Otros sanitarios contagiados se quedaron por el camino. Sólo hasta mediados de mayo de 2020 seis sanitarios habían fallecido a causa del coronavirus en la Comunitat y medio centenar en toda España. El doctor Javier Marco en el Hospital General, el médico de SAMU Vicente Sánchez, la cardióloga Gracia Tormo...

Los contagios actuales y el Covid persistente

¿Cómo son los contagios actuales? Cinco años después, los cuadros por Covid que ven neumólogos como González «son mucho más leves porque hemos desarrollado mecanismos de defensa, en especial con la vacunación». Quizá la asignatura pendiente sea mirar con lupa al llamado Covid persistente.

Según el conseller Gómez, «pasa como con cualquier otra enfermedad. Es una patología crónica que debe ser tratada igual que cualquier otra». El doctor Andarias considera que «existe y necesita una respuesta adecuada». Hay un tipo de variante, detalla, «que no es la más mortal y ha dejado secuelas importantes. Una sanitaria que conozco dejó de caminar bien, otra compañera ha dejado de oler…». Reivindica el galeno «cambios normativos para apoyar mejor» a estos pacientes en el plano laboral. González anota que el Covid persistente «está en estudio y sigue sin estar claro por qué algunos lo desarrollan y otros no». Considera necesario «un estudio adecuado y objetivo de cada caso».

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«Hoy responderíamos con mayor seguridad»

Marciano Gómez Conseller de Sanidad e internista en La Fe en pandemia

«Hoy responderíamos con mayor seguridad»

El doctor Marciano Gómez (Cuenca, 1959) se convirtió en conseller de Sanidad en el verano de 2023. De su dura etapa en La Fe en pandemia conserva un alivio: «No lamentamos muertes en mi equipo médico, pero hubo quien acabó en la UCI». Buscó ánimos «con paseos o escribiendo reflexiones». Y ensalza el apoyo de «grandes compañeros» como el ya jubilado doctor López Aldeguer, «jefe de Medicina Interna en la Fe, mi tutor como residente y uno de los mejores infectólogos de la Comunitat».

Pese a sus críticas al Gobierno por la gestión, reconoce que en la Comunitat «hubo grandes profesionales como Herme Vanaclocha o los excelentes expertos de Salud Pública». Gómez cree que en las consejerías de Sanidad «debe haber personal sanitario asistencial con experiencia para abordar cualquier situación no previsible». En la anterior conselleria «había muy poco en altos cargos. Hoy ha cambiado y todos los que estamos aquí hemos visto enfermos». Más ciencia que política en la cúpula de decisión.

-¿Estamos mejor preparados en la Comunitat ante una nueva pandemia?

-Responderíamos con mayor seguridad. Con la emergencia de la dana teníamos millones de mascarillas almacenadas en Valencia que se pusieron a disposición de los afectados. A los servicios de medicina preventiva se les ha dado la importancia que tienen. También a los de riesgos laborales. Nuestro equipo de Salud Pública de vigilancia epidemiológica es de los mejores de España. Pero aún con toda la prevención y control, hay mucha movilidad de personas. Una pandemia puede estallar en cuestión de semanas.

-¿Qué huella personal y colectiva ha dejado la pandemia?

-Señalaría la vulnerabilidad. A nivel profesional, la necesidad de humanidad, servicio y sacrificio. A nivel global, la solidaridad y el agradecimiento. Pero hay algo que parece haberse olvidado pronto. Pasamos de los aplausos a las ocho al aumento de agresiones al personal sanitario, hasta el punto de tener que activar una campaña divulgativa.

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«Planifiques lo que planifiques, la muerte llega»

Rafael Andarias Médico jubilado superviviente a un grave contagio

«Planifiques lo que planifiques, la muerte llega»

El doctor Rafael Andarias tiene hoy 69 años y es padre de dos hijos, uno de ellos el reconocido regatista de Xàbia. Cuando el virus le cambió la vida, llevaba más de una década en urgencias del Hospital de Dénia. Un año después del contagio que casi le mata llegó su segundo positivo en Covid. «Otra vez, muy cansado, el catarro… Me preocupé. Pero en dos o tres días mejoré. Si no me hubiera vacunado hubiera sido mucho más fuerte. Y ya no ha habido más contagios desde entonces», recuerda.

El médico de Xàbia no vivió el confinamiento de marzo y abril porque estaba en la UCI. «Pero hablando con quienes sí lo hicieron, veo que lo perciben como una pesadilla, como un tiempo encapsulado que la gente tiende a olvidar», describe. Como a tantos, la pandemia le ha cambiado. «Vi las llaves de San Pedro y tuve que aparcar para siempre una vida laboral activa que quería prolongar». Pero tener más tiempo, contrapone, «deja disfrutar más de la familia, te abre las puertas a uno mismo, a leer, a escribir, pasear, el ajedrez…». En el plano vital, la lección es clara: «Planifiques lo que planifiques, la muerte te puede sorprender en cualquier momento. Por eso conviene vivir el instante».

«No podía salir a recibir aplausos»

Cruz González Presidenta de la Sociedad Valenciana de Neumología

«No podía salir a recibir aplausos»

El Hospital Clínico, como en pandemia, es hoy el lugar de trabajo de Cruz González Villaescusa. La neumóloga de Almansa, casada y con dos hijos, sintió intensamente el temor ante «la posibilidad real de contagiarnos, llevar el virus a nuestras casas e infectar también a nuestras familias». En los momentos más difíciles «lloraba o sufría desvelos».

Y resume una sensación agridulce: «No sé muy bien por qué, no podía salir a recibir los aplausos de la gente. Me costaba mucho. Mis hijos me llevaban al balcón y me decían: 'Esos aplausos son para ti, mamá, son por ti, tienes que salir a escucharlos'». Ella se emocionaba al ver a sus hijos mirarla y aplaudir, «pero la verdad es que yo sentía que llevaba una vida paralela a la de los demás, que ellos estaban en casa seguros, con los suyos, y yo cada día exponía a los míos. Se me hacía difícil de llevar, aunque era reconfortante». Lo que más le preocupa de cara al futuro «es que otra pandemia se repita».

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Con cinco en casa y bajo el asedio del virus

Trini Izquierdo Médico de familia y madre de cinco hijos

Con cinco en casa y bajo el asedio del virus

La doctora Trini Izquierdo tiene hoy 48 años y ejerce como médico de familia en Paterna. Pese a estar en primera línea «no tengo noción de haberme contagiado» del Covid. «Igual lo pasé la primera, pero soy asintomática... No podemos saber por qué unos se contagian y otros no». Su familia numerosa suma doce positivos al virus en estos cinco años y su marido se ha infectado en cinco ocasiones, «una de ellas con mucho malestar, antes de llegar la vacuna», expone.

Marta, su hija mayor, resume así lo vivido: «Fue una mezcla de orgullo y preocupación por mi madre. No sólo porque pudiera contagiarse, sino porque veía el agotamiento en su mirada. Tuvo muchísima fuerza y dedicación». En lo personal, pasar la pandemia encerrada con cuatro hermanos pequeños «fue una locura», con momentos de «caos total por la convivencia y otros muy especiales». Esta situación «me ayudó a enamorarme de mi familia de forma diferente, a aprender a disfrutar de ellos». A veces se sintió «encerrada y frustrada, pero encontré escapatoria en videollamadas o paseos a mi perra 'Queca'».

La amistad que nació del sufrimiento

Maggie Campi y Carmen Collado Enfermeras de refuerzo en las residencias

La amistad que nació del sufrimiento

Su amistad, como la pandemia, cumple un lustro. Maggie Campi, de 37 años, y Carmen Collado, de 29, se conocieron al ser enviadas de refuerzo a la crisis de contagios en dos residencias valencianas. Sus caminos laborales han ido a la par desde entonces y hoy ambas trabajan juntas en urgencias del Hospital de Llíria. Atrás quedan los días de infancia en los que una disfrutaba con la serie 'Emergencia' de la televisión ecuatoriana y otra se empapaba de los capítulos de 'Hospital Central'.

«Desde el principio sintonizamos bien. Nos apoyamos mucho en la pesadilla de la pandemia y todo lo vivido afianzó nuestra amistad», valoran. «El virus casi me mata, pero también me ha dado una gran amiga», bromea Maggie. La adversidad une. «Otros dos compañeros sanitarios del grupo que reforzó con ellas Santa Elena, enfermero y enfermera, se han casado», detallan. Les queda un convencimiento: «Es en los momentos más complicados cuando sale lo mejor de la gente».

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