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Miércoles, 3 de marzo 2021, 21:25
Actualmente se inoculan en España varios tipos de vacunas contra el coronavirus, entre ellas las vacunas de Pfizer-BioNtech y Moderna, que utilizan la tecología de ARN mensajero, o ARNm.
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Esta tecnología lleva empleándose en ensayos preclínicos y clínicos desde hace décadas contra el VIH, la gripe, la rabia, el zika y distintos tipos de cáncer. Para ello se utiliza el ARN, que conforma el material genético de múltiples virus.
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La vacuna de ARNm se basa en el genoma del coronavirus, en concreto en el gen que codifica para la proteína S (la glicoproteína de la envoltura del virus que actúa como la llave que se une al receptor de la célula).
Pero esa molécula no es un trozo del ARN del virus sin más. Esa secuencia se ha modificado para aumentar su estabilidad y facilitar que la célula sea capaz de leerla, traducirla y sintetizar la proteína viral. Como solo se utiliza un fragmento de ARN, este tipo de vacunas no pueden causar la enfermedad.
Estas vacunas se inyectan por vía intramuscular, y no intravenosa. Las nanopartículas se fusionan con la membrana de las células musculares y liberan las cadenas de ARNm en el interior de la célula, en el citoplasma. Estas son reconocidas por los ribosomas y por toda la maquinaria enzimática de la célula y sintetizan la proteína S del virus. Es como si a la célula le hubiéramos dado el «libro de instrucciones» (ARNm) para que ella misma sintetizara la proteína del virus.
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LP.ES afp
Se ha dicho que estas vacunas basadas en ARNm pueden modificar las funciones en nuestro genoma y causar daños desconocidos e irreparables. Sin embargo, lo cierto es que no hay ningun dato que sugiera que este tipo de vacunas puede alterar nuestro ADN.
La infección natural con coronavirus también produce millones de ARNm y no supone ningún resgo para nuestro ADN. De hecho, jamás se ha detectado un gen de un coronavirus insertado en nuestro genoma.
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Además, el ARN no llega a encontrarse con ADN: el ADN se encuentra en el núcleo de la célula, mientras que el ARNm está en el citoplasma.
Si bien es cierto que todavía se desconocen los posibles efectos a largo plazo de la vaacuna, puesto que no ha dado tiempo a comprobarlos, ahora comienza lo que se denomina la fase IV de farmacovigilancia en la que se sigue evaluando a seguridad y la efectividad de estas vacunas.
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