LP.ES y EFE
Lunes, 10 de agosto 2020, 16:07
Las infecciones que llegan a nuestro cuerpo bien por la boca, la nariz o el oído son comunes en esta época en la que son muy habituales los aires acondicionados, el baño en piscinas y playas y los cambios de temperatura bruscos, y los síntomas que las acompañan, como en el caso de la amigdalitis, pueden confundirse con la Covid-19 ya que comparten manifestaciones como fiebre, malestar general o dolor de garganta.
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Begoña Beaus, otorrinolaringóloga del Hospital de Manises de Valencia, afirma que para no caer en la confusión de estas enfermedades tan distintas, lo primero que hay que destacar es que la amigdalitis la contraen en su mayoría niños menores de 5 años, según un comunicado del centro hospitalario.
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«Es común que los niños, que tienen un sistema de defensa inmaduro, se contagien más fácilmente y contraigan infecciones. Sin embargo, si a partir de los 5 años estos episodios de infecciones en órganos como la faringe, la nariz o la garganta no remiten es conveniente acudir al especialista», explica.
Por otra parte, en el caso del dolor de garganta causado por anginas, las amígdalas pueden aumentar de tamaño, cambiar de color hacia un tono rojizo o en ocasiones un tono blanco en la superficie e incluso pueden sangrar un poco. Según la especialista, estos síntomas «se alejan ya de los causados por el nuevo virus porque la pérdida del sabor o el olfato, los problemas respiratorios o dolor muscular no se dan en esta infección«.
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Los principales motivos para decantarse por una intervención son, como explica la doctora Beaus, atacar las infecciones bacterianas recurrentes (más de seis episodios en un año), tratar el ronquido y acabar con el síndrome de apnea en niños y adultos durante el sueño lo que les impide respirar correctamente y descansar y que, en ocasiones, puede suponer un riesgo para la salud.
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«La primera causa de dificultad respiratoria en la infancia es el aumento del tejido de anginas y vegetaciones, que puede darse durante una pequeña infección y ceder cuando se resuelva o convertirse en permanente. Si es así, la dificultad respiratoria puede variar desde el ruido al ronquido o incluso apnea obstructiva durante el sueño», apunta la especialista
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