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Lunes, 8 de febrero 2016, 13:56
A diferencia de la diabetes tipo 2, que suele aparecer en la edad adulta y se asocia al estilo de vida, la tipo 1 es la más frecuente en la infancia y sus factores de riesgo no son del todo conocidos. Aunque la del tipo 2 puede prevenirse, la diabetes mellitus tipo 1, no. «Una vez que existe la sospecha, no hay que perder tiempo», avisa la doctora Amparo Rodríguez Sánchez, jefa del Servicio de Endocrinología Pediátrica del Hospital Universitario HM Montepríncipe. «A partir de ese momento, los padres deben dedicarse a fondo al conocimiento y manejo de esta enfermedad porque los padres, junto a sus hijos, son un pilar básico e imprescindible del tratamiento».
Este tipo de diabetes, también conocida como «juvenil» o «insulinodependiente», es una enfermedad autoinmune que se caracteriza por una deficiencia absoluta de insulina, debido a la destrucción de las células beta del páncreas, que son las responsables de sintetizar y segregar esta hormona cuya función es controlar los niveles de glucosa en sangre.
«La incidencia de DM1A varía según el área geográfica, la edad, el sexo y la historia familiar», advierte la doctora Rodríguez Sánchez. «Además es posible que haya factores ambientales que en personas que presentan una determinada susceptibilidad genética puedan actuar como desencadenantes o protectores de la enfermedad».
Existen varios síntomas que pueden llevar a la sospecha, según la especialista: pérdida de peso, alteración del carácter, astenia, bajo rendimiento escolar, y más específicamente, aparición de sed (polidipsia), aumento de la cantidad y frecuencia de micciones (poliuria), orinarse en la cama (enuresis) y aumento del apetito (polifagia). Las sospechas se confirman mediante un análisis de sangre o de orina para determinar el nivel de glucemia (azúcar en la sangre) o la presencia de glucosuria (azúcar en la orina).
Ante la sospecha, hay que acudir al médico. «Habitualmente, es la presencia de poliuria, polidipsia y pérdida de peso la que nos lleva a sospechar la enfermedad», explica la doctora Rodríguez Sánchez. «Si la enfermedad progresa sin tratamiento, en pocos días el niño puede llegar a estar muy grave con vómitos, deshidratación e incluso coma. Es lo que conocemos como cetoacidosis diabética, un cuadro grave y potencialmente mortal».
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