Urgente Los tres autos que alimentan la esperanza de Pradas de que se archive la causa de la dana
Virgen del Rosario con Santo Domingo de Guzman y Santa Catalina de Siena de la Iglesia del Rosario de Valencia. IRENE MARSILLA
Santoral de hoy

Quién fue Santa Catalina de Siena, la mujer que fue nombrada patrona de Europa por el Papa Juan Pablo II

El 29 de abril se celebra el día de una mujer pacificadora y que tuvo una decisiva contribución al regreso del papado a Roma

LP.ES

VALENCIA

Jueves, 29 de abril 2021, 11:34

El 29 de abril se celebra Santa Catalina de Siena, una santa católica a quien la Santa Sede la reconoce como copatrona de Europa e Italia y doctora de la Iglesia. Considerada una de las grandes místicas de su siglo (Siglo XIV), destacó asimismo su faceta de predicadora y escritora, así como su decisiva contribución al regreso del papado a Roma tras el exilio de Aviñón. Es una santa muy venerada y popular en fundaciones, iglesias y santuarios de la Orden dominicana. El 1 de octubre del año 1999 el Papa Juan Pablo II la proclamó copatrona de Europa en una carta apostólica que puedes leer.

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Biografía de Santa Catalina

Nacida en Siena en 1347, fue favorecida desde la primera infancia por gracias extraordinarias, que le permitieron recorrer, sobre la senda espiritual trazada por santo Domingo, un rápido camino de perfección entre oración, austeridad y obras de caridad, según escribió el Papa Juan Pablo II en la Carta Apostólica. Tenía veinte años cuando Cristo le manifestó su predilección a través del símbolo místico del anillo nupcial. Era la culminación de una intimidad madurada en lo escondido y en la contemplación, gracias a su constante permanencia, incluso fuera de las paredes del monasterio, en aquella morada espiritual que ella gustaba llamar la «celda interior». El silencio de esta celda, haciéndola docilísima a las inspiraciones divinas, pudo compaginarse bien pronto con una actividad apostólica extraordinaria. Muchos, incluso clérigos, se reunieron en torno a ella como discípulos, reconociéndole el don de una maternidad espiritual. Sus cartas se propagaron por Italia y hasta por Europa entera. En efecto, la joven sienesa entró con paso seguro y palabras ardientes en el corazón de los problemas eclesiales y sociales de su época.

Catalina fue incansable en el empeño que puso en la solución de muchos conflictos que laceraban la sociedad de su tiempo. Su obra pacificadora llegó a soberanos europeos como Carlos V de Francia, Carlos de Durazzo, Isabel de Hungría, Luis el Grande de Hungría y de Polonia, y Juana de Nápoles. Fue significativa su actividad para reconciliar Florencia con el Papa. Señalando a los contendientes a «Cristo crucificado y a María dulce», hacía ver que, para una sociedad inspirada en los valores cristianos, nunca podía darse un motivo de contienda tan grave que indujera a recurrir a la razón de las armas en vez de a las armas de la razón.

Catalina, no obstante, sabía bien que no se podía llegar con eficacia a esta conclusión si antes no se forjaban los ánimos con el vigor del Evangelio. De aquí la urgencia de la reforma de las costumbres, que ella proponía a todos sin excepción. A los reyes les recordaba que no podían gobernar como si el reino fuese una «propiedad» suya, sino que, conscientes de tener que rendir cuentas a Dios de la gestión del poder, debían más bien asumir la tarea de mantener en él «la santa y verdadera justicia», haciéndose «padres de los pobres» (cf. Carta n. 235 al rey de Francia). En efecto, el ejercicio de la soberanía no podía disociarse del de la caridad, que es a la vez alma de la vida personal y de la responsabilidad política (cf. Carta n. 357 al rey de Hungría).

Con esta misma fuerza se dirigía a los eclesiásticos de todos los rangos para pedir la más rigurosa coherencia en su vida y en su ministerio pastoral. Impresiona el tono libre, vigoroso y tajante con el que amonestaba a sacerdotes, obispos y cardenales. Era preciso —decía— arrancar del jardín de la Iglesia las plantas podridas sustituyéndolas con «plantas nuevas», frescas y fragantes. La santa sienesa, apoyándose en su intimidad con Cristo, no tenía reparo en señalar con franqueza incluso al Pontífice mismo, al cual amaba tiernamente como «dulce Cristo en la tierra», la voluntad de Dios, que le imponía librarse de los titubeos dictados por la prudencia terrena y por los intereses mundanos para regresar de Aviñón a Roma.

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Con igual ardor, Catalina se esforzó después en evitar las divisiones que se produjeron en la elección papal que sucedió a la muerte de Gregorio XI. También en aquel episodio recurrió, una vez más, a las razones irrenunciables de la comunión. Éste era el valor ideal supremo que había inspirado toda su vida, desviviéndose sin reserva en favor de la Iglesia. Lo dirá ella misma a sus hijos espirituales en el lecho de muerte: «Tened por cierto, queridísimos, que he dado la vida por la santa Iglesia» (Beato Ramón de Capua, Vida de santa Catalina de Siena, Lib. III, c. IV).

Apoyó al papa romano Urbano VI, quien la convocó a Roma, donde vivió hasta su muerte el 29 de abril de 1380, a la edad de 33 años. Fue sepultada en la Iglesia de Santa María sopra Minerva en Roma; su cráneo fue llevado a la iglesia de Santo Domingo de Siena en 1384 y un pie se encuentra en Venecia.

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Pío II la declaró santa en 1461. Inicialmente, se la conmemoraba el mismo día de su muerte, el 29 de abril. En 1628 Urbano VIII la movió al día siguiente, para no superponer la fiesta con la de san Pedro de Verona, hasta que en 1969 volvió a su fecha primitiva.

En 1939 Pío XII la declaró patrona principal de Italia, junto a San Francisco de Asís.

El 3 de octubre de 1970 Pablo VI le otorgó el título de Doctora de la Iglesia, siendo la segunda mujer en obtener tal distinción (después de santa Teresa de Jesús) (27 de septiembre de 1970 y antes de Santa Teresita del Niño Jesús). En 1999, bajo el pontificado de Juan Pablo II, se convirtió en una de las Santas Patronas de Europa.

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Los 6 patrones de Europa

Europa cuenta con seis santos patronos:

- San Benito de Nursia, declarado como tal por Pablo VI el 24 de octubre de 1964, con la Carta Apostólica Pacis nuntius.​

- San Cirilio, declarado como tal por Juan Pablo II con la Carta Apostólica Egregiae virtutis, del 31 de diciembre de 1980

- San Metodio, declarado como tal por Juan Pablo II con la Carta Apostólica Egregiae virtutis, del 31 de diciembre de 1980​

- Santa Catalina de Siena, proclamada en 1999 por Juan Pablo II.

- Brígida de Suecia, proclamada en 1999 por Juan Pablo II.

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- Santa Teresa Benedicta de la Cruz, proclamada en 1999 por Juan Pablo II.

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