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Martes, 4 de diciembre 2018, 00:43
El primer indicio se lo dio un ventanuco ciego. Era una apertura tapada hace siglos, aparentemente innecesaria, de unos ochenta centímetros de alto por treinta de ancho. No cuadraba con el resto del edificio ni parecía tener utilidad alguna, pero fue la pista que les permitió hacer un descubrimiento extraordinario: en el campanario del Duomo de Florencia hubo una estancia secreta donde se guardó el tesoro catedralicio mientras se realizaban las obras del nuevo templo, que duraron casi dos siglos y no concluyeron hasta 1471 con esa joya máxima del Renacimiento que es la cúpula de Brunelleschi. El hallazgo de esta suerte de búnker y del complejo sistema de rejas para protegerlo fue realizado recientemente por un equipo de expertos e investigadores de la Universidad de Florencia y del Politécnico de Turín al que la Ópera de Santa María del Fiore, responsable del mantenimiento del Duomo de Florencia, encargó que estudiaran el estado del Campanile. Nunca antes el edificio había sido controlado tan a fondo.
Alarmados ante el seísmo que sacudió las regiones centrales de Italia en 2016, los responsables de la Ópera de Santa María del Fiore contrataron a un grupo de profesores universitarios para comprobar si la torre, obra del arquitecto y pintor toscano Giotto, aguantaría una nueva sacudida. Los expertos certificaron que goza de buena salud y tiene capacidad de resistencia a los temblores, pero hicieron además dos geniales descubrimientos. El primero fue el de la habitación secreta para guardar el tesoro, que se encontraba donde hoy está situado el acceso al campanario por donde cada día pasan miles de turistas. El segundo fue el hallazgo de una pequeña cámara, ubicada dentro del muro y de la que no se tenía noticias desde hace siglos. Se utilizaba como letrina, el mismo uso que se daba a otras dos pequeñas estancias de las que, hasta ahora, no estaba claro cuál era su función.
«Nuestro objetivo no era, obviamente, encontrar habitaciones secretas», explica a este diario Luca Giorgi, profesor de arquitectura de la Universidad de Florencia que ha trabajado en la investigación junto a Pietro Matracchi, docente del mismo ateneo. «Vimos cosas que no estaban claras y decidimos profundizar en el tema a ver qué había detrás. Utilizamos primero una plataforma exterior para ver cómo era ese ventanuco ciego, que nadie sabía para qué servía ni entendía qué hacía allí. Realizamos unas fotos especiales y con un georradar descubrimos que servía para bajar la reja que protegía la estancia».
Había también un mecanismo para cerrar este sistema de protección y varios contrapesos de plomo para moverlo. «Todo aquello nos llamó la atención y nos convencimos de que no tenía sentido tantos esfuerzos para proteger ese espacio si allí no se guardaba algo precioso y muy valioso», sostiene Giorgi. No podía ser otra cosa que el tesoro de la catedral. Era el lugar más seguro para custodiar los objetos de culto, reliquias, obras de arte y ofrendas de los fieles mientras se levantaba el templo principal. El búnker, probablemente proyectado desde el inicio de la construcción del Campanile, quedaba en la base del edificio, al que entonces no se accedía desde la planta baja, sino desde un piso superior conectado con la catedral por un puente que luego fue demolido en la primera mitad del siglo XV. Fue entonces cuando se abrió la puerta de acceso al campanario por donde entran los turistas que visitan hoy el edificio.
La confirmación del descubrimiento de los expertos, presentado en un seminario internacional celebrado el 15 y el 16 de noviembre en Florencia, vino de los archivos de la Ópera de Santa María del Fiore. Allí la investigadora Veronica Vestri encontró un documento del 9 de abril de 1427 que detalla el traslado de varias obras de arte desde el Campanile hasta la basílica. El texto, escrito en latín, habla de «tablas del altar», lo que significa que «seguramente» el campanario «debía ser un lugar de conservación de bienes importantes», explica en el diario 'Il Messaggero' Vestri. Son sólo tres líneas y media y por ahora es el único documento que hace referencia al Campanile como un depósito de bienes preciosos, pero Vestri no descarta que haya otros más en el archivo.
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