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Una mujer juega con su cachorro. EFE

Cómo superar la muerte de tu mascota

El impacto que produce en nosotros la pérdida de un animal de compañía es equiparable, en muchas ocasiones, al duelo por el fallecimiento de una persona

Marta Palacios

Valencia

Sábado, 8 de mayo 2021, 00:48

Cuando Ivanna Brustolón se enteró de que Zoe, su labradora, tenía cáncer en el lomo lo pasó «fatal». Ya era mayor, tenía ... 16 años, y tras hablar con el veterinario le recomendaron que la intervención quirúrgica no era una opción, «era muy arriesgado». Así que debía de ser ella, la propia Ivanna, la que tomara la decisión de «dejarla descansar porque ya estaba sufriendo mucho». «La veterinaria me dijo que se estaba 'acabando'», recuerda con la voz entrecortada. «Cuesta mucho tomar la decisión de que se tiene que ir, pero si ves que está sufriendo no te lo planteas y dices, ¡hasta aquí!», cuenta Ivanna quien asegura que la determinación llegó después de ver cómo su mascota «un día estaba mal, de repente al día siguiente estaba bien, la veía jugando con una pelota y luego no se movía».

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Zoe, mascota de Ivanna, dándose un refrescante chapuzón en una piscina. LP

Como Ivanna, son muchas las personas que sufren con la pérdida de sus mascotas. «Son como uno más de la familia, una compañía impagable», dice Ana Martínez a la que le costó «mucho» reponerse tras la pérdida de Tass (su nombre completo, me desvela con nostalgia, era Tasslehoff Burrfoot, como aquel personaje fantástico perteneciente al mundo de Dragonlance). Es más, puntualiza, le costó «bastante». «Cuando me quedé embarazada de mi hija Tass se puso muy malito y lo tuvimos que llevar al veterinario y allí pasó la noche. Esa noche se quedó mi hermana conmigo en casa y de madrugada, a las 5 horas, nos dijeron que no podía respirar y que lo tenían que sedar porque lo estaba pasando mal. Dijimos al veterinario de ir para que en el momento de pincharlo estuviera acompañado de su familia, pero estaba sufriendo mucho y no podían esperar. Cuando llegamos al veterinario, Tass ya había muerto. Fue muy triste no haberme podido despedir de él».

Tras fallecer, Ana y su familia decidieron incinerar a Tass y esparcir sus cenizas en el árbol donde él solía husmear. «Ahora cuando paseamos por allí nos recuerda a él», dice.

Tass junto a Diego, Marta y Carlos, hermanos de Ana, durante su juventud. LP

Los testimonios de Ivanna y Ana son sólo un pequeño ejemplo de que, en ocasiones, el impacto que produce la muerte de un animal en sus dueños es equiparable al proceso de duelo que se vive tras perder a un familiar o a un amigo.

Así lo confirma la psicóloga valenciana Teresa Terol, quien recuerda que el duelo es «un proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida, ya sea por el fallecimiento de un familiar (donde se incluye a nuestra mascota), un amigo, por una ruptura de pareja o por la pérdida de un trabajo, casa...». En definitiva, asegura, «un proceso natural al que no le debemos poner zancadillas» ya que «es la manera que la naturaleza tiene de curar nuestro corazón roto». Y por ello, todos debemos pasar por él. La «buena noticia», añade Terol, «que toda pérdida conlleva un crecimiento personal».

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A partir de aquí, ¿cuáles son los consejos o pautas que nos pueden ayudar a sobrellevar esta situación?

Ha muerto mi mascota. ¿Qué hacer para sentirme mejor?

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LO QUE NUNCA HAY QUE DECIR TRAS LA MUERTE DE UNA MASCOTA

  • Frases vacías: «anímate», «no llores», «Sé fuerte»... «No ayudamos, sólo invalidamos, hacemos sentir débil» a la persona, según explica la psicóloga.

  • ¿Qué digo entonces?: «¿Puedo ayudarte en algo?», «Siento que estés pasando por esto», «Llora todo lo que necesites»... «Explícale a la otra persona lo importante que es para ti y que estás ahí para lo que quiera», apunta Terol.

Cómo ayudar a que los niños sobrelleven la pérdida

Según la experta, «existe una tendencia a excluir a los niños en los procesos de duelo. Esto nace de la equivocada concepción que tenemos sobre la muerte, algo tabú, algo a evitar, algo de lo que es mejor no hablar», asegura. «¡Claro que no debemos excluirles!», confirma Terol quien afirma que «otra de las cosas que se hace habitualmente es contarles metáforas extrañas que les confunden. Por ejemplo, que se 'ha ido a una estrella'. Lo hacemos con buena intención, sin darnos cuenta de que esto sólo puede llevar a una concepción extraña de la muerte, a no entender qué sucede realmente: '¿Va a volver de esa estrella?', se pueden preguntar». Por tanto, indica, «hay que hacerles partícipes, en positivo, adaptando el lenguaje a su edad, excluyendo detalles innecesarios pero sin desviarnos del camino e idea principal».

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