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Miércoles, 23 de junio 2021, 12:34
El lunes empieza el verano. Ese que puede acabar siendo el que acompañe a la frase del mejor de nuestras vidas. No sería descabellado que lo fuera, incluso en medio de una pandemia. Porque para hacer de esta estación algo épico sólo va a hacer falta ponerle ganas, gafas de sol y mucha protección solar. El verano de 2021 va a estar lleno de momentos únicos, como todos los anteriores, pero la diferencia con el resto es que este lo tenemos aún sin empezar. Hoy todavía podemos decir que tenemos todo el verano por delante. Y esa es una sensación en la que yo, personalmente, me muevo fenomenal. El día antes de un puente, en el que todavía estás trabajando, o el de antes de cogerme el mes de vacaciones es siempre mi favorito, el que más disfruto. Después, entro en una especie de tortura mental en la que voy descontando los días que me quedan para volver al trabajo. Por eso, ahora es momento de disfrutar del verano que será, antes de que se le empiecen a consumir los días, en el sentido más literal. Así que llega el momento de pensar en lo que viene.
Si algo nos ha enseñado el puñetero coronavirus es que planificar sirve de poco a estas alturas de la vida, que las cosas pequeñas son las que más se disfrutan y que las casas con balcón dan muchas alegrías. Así que el verano de 2021 puede ser maravilloso pese a todo. Y puede serlo porque puede que no se diferencie mucho de aquellos que guardamos en nuestra carpeta de recuerdos felices, como en el videojuego de Alba. De aquellos veranos de helado mikopete, verbenas en la plaza del pueblo y vacaciones en Cullera. Esos que hemos sustituido por largos viajes a Asia, chiringuitos pijos en Formentera o gazpachos de tetra brick.
Los mejores veranos de mi vida los pasé de pequeña, porque todo lo que pasa cuando uno es pequeño siempre lo mejora el tamiz de nuestro baúl de los recuerdos. Días de chanclas, de no peinarse, de ponerse una camiseta de propaganda de la talla XL como uniforme y de toallas de parchís con fichas gigantes. Pero también de días largos, de noches cortas, de patines, de dedos arrugados de tanta piscina, de picaduras de avispa y de siestas bajo los pinos. De no secarse jamás el pelo, de llevar los aladares al viento, de dormir cuando se tenía sueño, de despertarse cuando ya se había pasado, y de relojes metidos en un cajón. Veranos de hacer polvo el cartel de los helados, de inventarlos en casa con una chucharilla dentro de un petit suisse de fresa, de tragarse todas las novedades que traía Frigo, Avidesa o Miko, de hacerse vestidos con un pareo, de construir cabañas, de primeros amores y de meriendas de sandwiches de nocilla a diario. Días de comer pronto y cenar tarde, de giras por las fiestas de todos los pueblos con orquesta, de cantar el Caribe Mix a pleno pulmón, de barbacoas y de batidos de heladería. De ferias, de coches de choque, de salir con amigos ya sin padres, de Tang de naranja y de gemelas de Sweet Valley. Vacaciones de salitre, sin preocupaciones, días en bañador, pies sucios, manchas de mora y juegos en la calle. Nada que no podría repetir de aquella manera en este verano que llega.
Y es que el verano no tiene casi nada malo. Apenas tres cosas perfectamente delimitadas. La primera es que hace demasiado calor y me baja (aún más) la tensión. La segunda, que no hay Ferrero Rocher en las tiendas. Y la tercera, que los Cáncer, Leo y Virgo, es decir, los nacidos en meses de verano, siempre hemos palmado nuestra celebración de cumpleaños. Y por supuesto, los regalos. Solo nosotros sabemos lo que se siente cuando has participado en la compra de juguetes durante cada viernes del curso a cambio de un perrito caliente con fanta de naranja en la fiesta de cada uno de tus compañeros de pupitre, pero luego nadie acude a la tuya porque ni siquiera la puedes celebrar, porque todo el mundo está de vacaciones en la playa de Gandia. Así que tu madre te acaba comprando cualquier cosa y te consuela con que ya lo celebrarás cuando vuelva el curso. Pero el curso llega y tu fiesta nunca aparece.
Pero, quitado de esos dramas tipificados como casi delito, el verano es una maravilla. Y el de 2021 lleva trazas de convertirse en uno de los buenos si sabemos aplicar la teoría de la pandemia. Vive cada día como si fuera el último, disfruta de cada una de las oportunidades de comerte un helado que la vida te ponga a tiro, zámpate tu peso en sandía (reserva el melón para el día, que como dice La Celia: el melón por el día oro, por la tarde plata y por la noche mata) y báñate en el mar o en la piscina hasta que se te arruguen las yemas de todos los dedos. Más vale escapada al pueblo de al lado que chasco por el vuelo a Pekin cancelado. A este verano le pedimos comidas familiares, granizados de malta bajo la higuera y bocadillos de mero con tomate mientras jugamos en la glorieta como los de la nieta de Nelo el de casa Morro; o lecturas bajo los árboles y bicis fosforitas como la de Alejandro; baños a lo María del Monte e Isabel Pantoja como los de Anita en la playa, o monedas voladoras desde los balcones de nuestras abuelas en el pueblo para comprarnos una bolsa entera llena de gominolas, como recuerda Ana. Y de baños en acequias frescas, entre renacuajos, antes de recoger algún que otro melón en casa de los Chilet. A la familia de escorpiones bajo piedras que encontró Alicia a los seis años la vamos a dejar en el campo, que es donde mejor está. Al final, todos son recortes de vuestros veranos, los de los lectores de esta carta a las tonterías que cada viernes me ayudáis a construir. Aunque podrían ser también los míos. O los tuyos.
Chica, si es que yo a este verano no le pido quimeras. No pido discotecas, ni vuelos de 14 horas. Le pido calas o merenderos a los que llevar la nevera llena de cerveza fresquita, acertar con un par de libros del Asteroide, un buen chiringuito de playa, o festivales en los que poder pagar en tokens. De momento, ya tengo entradas para el concierto de despedida de Perales en Cuenca. Eso y el congelador petado de mercancía. Porque ese otro verano en el que nos refugiamos ya no volverá, pero sí podemos hacer de este uno de los buenos. De los de muchas grandes pequeñas cosas.
Y como donde yo fui feliz fue en un cartel de helados de los 90 y sé que el Mikopete ya no volverá, pues me conformaré con un colajet, que nunca defrauda. Y si la cosa se pone chunga, me aprieto un Maxibon mientras canto Un velero llamado libertad a voz en grito. Que los helados curan todas las penas.
Culturismo
Según la RAE, mechón de pelo que cae sobre cada una de las sienes. Según mi vida, los pelos que cuando tienes quince años te gusta llevar por fuera de la coleta y cuando superas los 30 te quieres pegar con cemento para que no se te muevan del sitio.
Pantallazos
-Flores: Como habrás visto en todos los muros de instagram, las peonías están en pleno apogeo. Aunque no son mis flores favoritas, he de reconocer que tenerlas en casa es un espectáculo. Cómpralas cerradas, ponlas en un jarrón bonito y observa cómo cambian cada día. Además, si las compras cerca de casa, te salen por dos duros.
-Helados: Quedáos con el nombre de Esneu, porque el pastelero y heladero Rubén Álvarez, la persona detrás de la marca, seguirá dando mucho que hablar desde su obrador en Novelda, un pueblo de la provincia de Alicante. Y es que Rubén firma algunos de los mejores helados que hay ahora mismo en el panorama nacional y que, además, todos podemos disfrutar en casa, porque vende online. Yo de ti, no me perdería el de avellana del piamonte...Porque si nos vamos a poner hasta arriba de helado este verano, que sea de calidad.
-Café: El café de especialidad ha dejado de estar de moda para quedarse entre nosotros. Uno de mis últimos descubrimientos ha sido Mikengo. Café de Bluebell coffee, terraza frente al mar y mucha tranquilidad. Si me pierdo un día libre, que me busquen aquí.
Gat-checking: Periodismo de gatos
Ah, y recuerda una cosa. Esta carta sólo llega por correo, no la encontrarás en ningún sitio más. Comparte si quieres algo de esta newsletter en tus redes y etiquétame o usa el hashtag #capturadepantalla para ayudarme a llegar también a tus amigas. Compartir es vivir. Y dicen que de guapas. Y si eres nuevo aquí y te perdiste las primeras cartas de amor a las tonterías, puedes leerlas aquí abajo.
6. La edad de oro del satisfyer
Deberes para esta semana: Cuéntame tus planes para las vacaciones. Si los tienes, si los dejas para el último momentos. Mándame un correo aquí: marta.hortelano@lasprovincias.es
Prometo no contar nada. O sí.
Como cortesía, y por haber llegado hasta el final, te dejo tres enlaces de cosas que sí o sí debes saber y que sí o sí no sabes.
Marta
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